DESAFIO
Rafael Loret de Mola
*Juicios en el Aire
*Espaldas Cubiertas
*El “Deber Cumplido”
Es moda que las distintas bancadas de legisladores, según sean los signos partidistas, se avoquen a la denuncia contra las figuras “del pasado” –a veces están más en el presente de lo que sopesamos-, para extender los cauces hacia el intercambio de chantajes. La costumbre no es nueva: incluso bajo la hegemonía priísta el arranque de cada sexenio obligaba a la renovación de cuadros y a establecer las consiguientes distancias entre la administración antecesora, a la que se condenaba automáticamente, y el nuevo liderazgo presidencial. Con ello la fuente del poder no salía de la residencia oficial de Los Pinos.
Estamos, por tanto, acostumbrados a los exabruptos verbales de los diputados y senadores que se diluyen por la efectividad de la medicina del tiempo. Y no son pocas frecuentes las denuncias contra algunos personajes de renombre que quedan ancladas en la intrascendencia de los archivos muertos que sólo conducen a dictámenes oficiosos, fuera de contexto y tiempo, sin la menor proyección hacia los escenarios actuales.
En esa tónica, por ejemplo, las voces de los legisladores perredistas y priístas se alzan ahora en contra del ex presidente Vicente Fox. Los primeros para asegurarse que, cuando menos, se acentúe la ominosa aseveración del personaje sobre su personal “desquite” comicial contra el ruidoso ex jefe del gobierno defeño; los segundos, para determinar el comportamiento faccioso, más bien autoritario, que señaló el gobernador de Coahuila, Humberto Moreira, con relación al drama social de Pasta de Conchos y la consiguiente protección, por demás antidemocrática y abyecta, a los poderosos empresarios del Grupo México encabezados por Germán Larrea Mota-Velasco. Un consorcio multimillonario, sí, que creció sometiendo a los mineros a sueldos de hambre exactamente en el mismo nivel de explotación al registrado hace cien años en el entorno prerevolucionario.
Sendas fracciones, desde luego, han puesto, como usualmente se dice, el dedo en la llaga. ¿Y cómo han reaccionado los “honestos” panistas de tres persignadas por la mañana? Exactamente igual a como lo hubiesen hecho los priístas durante la larga noche de su dominio: cerrar filas para proteger, exaltar y brindarle impunidad al ex jefe del gobierno como exhibición, por demás evidente, de una conducción sectaria, facciosa, pandilleril. Nunca los intereses colectivos, el clamor por la justicia lo es, por encima de los de grupo o partido; jamás los principios con prioridad sobre las consignas. Lamentable, más bien terrible realidad tras tantas y tantas cruzadas en busca de una transformación estructural de la viciada administración pública.
Los panistas alegan lo indefendible. Por ejemplo que lo repulsivo en torno a la denuncia de Moreira, quien develó la orden de Fox para encarcelar al líder hereditario de los mineros aun sin cargos específicos, esto es mediante un montaje extrajurídico, no es la certeza sobre el proceder amafiado, autoritario, sino el hecho de no haberlo divulgado “cuando Fox todavía era presidente”. Se alega que ello exhibe la “cobardía” del mandatario coahuilense sin detenerse en un hecho incontrovertible: los gobernantes no pueden darse el lujo de ventilar querellas políticas con sus gobernados como rehenes. Y Moreira, aun cuando tenga sus propias faltas, no quiso sencillamente cancelar la posibilidad de recibir las participaciones federales que le correspondían a Coahuila por el mero capricho del detentador pasajero del poder central.
En todo caso, lo grave no es la tardanza de la denuncia sino cuanto implica ésta. No perdamos el sentido común.
Debate
No es, desde luego, la primera vez que se denuncia a un ex presidente. El maestro Ignacio Burgoa Orihuela, fallecido en diciembre de 2005, se querelló contra los malos manejos administrativos de José López Portillo demostrando que la deuda contraída por éste, sin consenso alguno entre los mexicanos, era ilegítima en cuanto a que lo captado no había sido destinado, específicamente como ordena la Constitución general de la República, a la realización de obras concretas de “utilidad pública”. Al respecto publicó sus alegatos a los cuales nadie pudo responder defendiendo ala contraparte. La contundencia jurídica, no obstante, no dio cauce al imperativo de una decisión política y Don José jamás fue molestado judicialmente.
Otro tanto sucedió con respecto a Carlos Salinas a quien se solicitó declaración ministerial, misma que le fue tomada en la embajada de México en Dublín dos años después de su finiquito presidencial, con relación al crimen contra Luis Donaldo Colosio en marzo de 1994. Hasta allí se atrevió el gran simulador, su sucesor Ernesto Zedillo, a llegar. Ni siquiera ha sido difundido lo expresado en aquella diligencia. De la misma manera, los legisladores perredistas insistieron en sus denuncias sobre los desajustes administrativos del fin de aquel sexenio sin que se diera curso a las mismas. Sencillamente, el borrón y cuenta nueva para no alentar, se dijo, la “cacería de brujas”. Esto es la falacia del lugar común contra el imperativo de justicia.
A Echeverría, como sabemos, se le utilizó como parte de la escenografía destinada a exaltar al foxismo por no dejar al are los “crímenes del pasado”. En realidad, lo orquestado contra e ex mandatario fue sólo oropel proselitista al que se recurrió, en las vísperas de los comicios, con el propósito de trasladar a los votantes de la causa priísta hacia el emblema azul de la continuidad. Además, la ancianidad del ex mandatario le otorga el privilegio de no ser confinado y de evadir las órdenes del juez de la causa. Lo dicho, sólo forma no fondo.
Ahora, con relación a Fox -¿ya nos olvidamos de la avidez de la señora Marta?-, hay elementos de sobra para demostrar los excesos de éste en el ejercicio del poder. ¿Y qué se nos dice? Que no sabemos agradecerle, quienes le criticamos, el poder expresarnos sin diatribas como si la democracia y la libertad de expresión hubiesen comenzado en 2000. ¿Y los veinticuatro colegas asesinados durante el lapso sexenal anterior?¿Y los periódicos hostigados impunemente?
Esto es, no se responde a los argumentos sino se pretende descalificar a quienes los formulan. Esta es la repulsiva estrategia de los hipócritas de hoy.
El Reto
Los panistas debieran revisar estas historias antes de sentenciarse a sí mismos como continuadores, sí, de todos los vicios del sistema que otrora señalaron para proponer el cambio político. ¿No sienten vergüenza por ocupar el papel de los priístas amafiados que exaltaron al presidencialismo como nutriente fundamental del “sistema”? Hagan un acto de contrición al respecto antes de balbucear justificaciones.
Digámoslo sin ambages: Fox no tiene redención histórica posible. Invito, una vez más, a los amables lectores a corroborar la versión original del diferendo entre Fox y Moreira en mi obra “Confesiones y Penitencias”, cuyo retraso en su distribución, como no había sucedido desde el salinato, comienza a ser más que sospechosa. Allí están los elementos necesarios para establecer el juicio definitivo de una comunidad afrentada por la simulación y la demagogia; también por el resistente proceder amafiado de quienes ejercen el poder.
Rectifiquen los panistas, en fin, si en lugar de acomodarse al presente pretenden ganar la historia.
La Anécdota
Al candidato Miguel de la Madrid pregunté, en mayo de 1981, cuál debía ser el papel de los ex presidentes. Luego repetiría la sentencia, precisamente en la Universidad de Guanajuato en plena campaña proselitista:
--Los ex presidentes –dijo- deben irse a sus casas con la conciencia del deber cumplido.
Sin embargo, él fue el primero en no cumplir con la regla de oro. Sus familiares, preocupados por el deterioro moral y mental del personaje –sumido frecuentemente en la nostalgia etílica-, solicitaron a su sucesor, de manera por demás lastimosa, una ocupación para él. Y Salinas le designó director del Fondo de Cultura Económica cargo en el que duró, intrascendente, casi por dos sexenios completos.
Ahora, los ex presidentes se sienten todavía impunes y van por allí hablando perogrulladas, ofendiendo la memoria histórica y deteriorando la imagen de México. Hay dólares y viajes de por medio. ¿Para cuándo la justicia?¿Y la democracia?
*Juicios en el Aire
*Espaldas Cubiertas
*El “Deber Cumplido”
Es moda que las distintas bancadas de legisladores, según sean los signos partidistas, se avoquen a la denuncia contra las figuras “del pasado” –a veces están más en el presente de lo que sopesamos-, para extender los cauces hacia el intercambio de chantajes. La costumbre no es nueva: incluso bajo la hegemonía priísta el arranque de cada sexenio obligaba a la renovación de cuadros y a establecer las consiguientes distancias entre la administración antecesora, a la que se condenaba automáticamente, y el nuevo liderazgo presidencial. Con ello la fuente del poder no salía de la residencia oficial de Los Pinos.
Estamos, por tanto, acostumbrados a los exabruptos verbales de los diputados y senadores que se diluyen por la efectividad de la medicina del tiempo. Y no son pocas frecuentes las denuncias contra algunos personajes de renombre que quedan ancladas en la intrascendencia de los archivos muertos que sólo conducen a dictámenes oficiosos, fuera de contexto y tiempo, sin la menor proyección hacia los escenarios actuales.
En esa tónica, por ejemplo, las voces de los legisladores perredistas y priístas se alzan ahora en contra del ex presidente Vicente Fox. Los primeros para asegurarse que, cuando menos, se acentúe la ominosa aseveración del personaje sobre su personal “desquite” comicial contra el ruidoso ex jefe del gobierno defeño; los segundos, para determinar el comportamiento faccioso, más bien autoritario, que señaló el gobernador de Coahuila, Humberto Moreira, con relación al drama social de Pasta de Conchos y la consiguiente protección, por demás antidemocrática y abyecta, a los poderosos empresarios del Grupo México encabezados por Germán Larrea Mota-Velasco. Un consorcio multimillonario, sí, que creció sometiendo a los mineros a sueldos de hambre exactamente en el mismo nivel de explotación al registrado hace cien años en el entorno prerevolucionario.
Sendas fracciones, desde luego, han puesto, como usualmente se dice, el dedo en la llaga. ¿Y cómo han reaccionado los “honestos” panistas de tres persignadas por la mañana? Exactamente igual a como lo hubiesen hecho los priístas durante la larga noche de su dominio: cerrar filas para proteger, exaltar y brindarle impunidad al ex jefe del gobierno como exhibición, por demás evidente, de una conducción sectaria, facciosa, pandilleril. Nunca los intereses colectivos, el clamor por la justicia lo es, por encima de los de grupo o partido; jamás los principios con prioridad sobre las consignas. Lamentable, más bien terrible realidad tras tantas y tantas cruzadas en busca de una transformación estructural de la viciada administración pública.
Los panistas alegan lo indefendible. Por ejemplo que lo repulsivo en torno a la denuncia de Moreira, quien develó la orden de Fox para encarcelar al líder hereditario de los mineros aun sin cargos específicos, esto es mediante un montaje extrajurídico, no es la certeza sobre el proceder amafiado, autoritario, sino el hecho de no haberlo divulgado “cuando Fox todavía era presidente”. Se alega que ello exhibe la “cobardía” del mandatario coahuilense sin detenerse en un hecho incontrovertible: los gobernantes no pueden darse el lujo de ventilar querellas políticas con sus gobernados como rehenes. Y Moreira, aun cuando tenga sus propias faltas, no quiso sencillamente cancelar la posibilidad de recibir las participaciones federales que le correspondían a Coahuila por el mero capricho del detentador pasajero del poder central.
En todo caso, lo grave no es la tardanza de la denuncia sino cuanto implica ésta. No perdamos el sentido común.
Debate
No es, desde luego, la primera vez que se denuncia a un ex presidente. El maestro Ignacio Burgoa Orihuela, fallecido en diciembre de 2005, se querelló contra los malos manejos administrativos de José López Portillo demostrando que la deuda contraída por éste, sin consenso alguno entre los mexicanos, era ilegítima en cuanto a que lo captado no había sido destinado, específicamente como ordena la Constitución general de la República, a la realización de obras concretas de “utilidad pública”. Al respecto publicó sus alegatos a los cuales nadie pudo responder defendiendo ala contraparte. La contundencia jurídica, no obstante, no dio cauce al imperativo de una decisión política y Don José jamás fue molestado judicialmente.
Otro tanto sucedió con respecto a Carlos Salinas a quien se solicitó declaración ministerial, misma que le fue tomada en la embajada de México en Dublín dos años después de su finiquito presidencial, con relación al crimen contra Luis Donaldo Colosio en marzo de 1994. Hasta allí se atrevió el gran simulador, su sucesor Ernesto Zedillo, a llegar. Ni siquiera ha sido difundido lo expresado en aquella diligencia. De la misma manera, los legisladores perredistas insistieron en sus denuncias sobre los desajustes administrativos del fin de aquel sexenio sin que se diera curso a las mismas. Sencillamente, el borrón y cuenta nueva para no alentar, se dijo, la “cacería de brujas”. Esto es la falacia del lugar común contra el imperativo de justicia.
A Echeverría, como sabemos, se le utilizó como parte de la escenografía destinada a exaltar al foxismo por no dejar al are los “crímenes del pasado”. En realidad, lo orquestado contra e ex mandatario fue sólo oropel proselitista al que se recurrió, en las vísperas de los comicios, con el propósito de trasladar a los votantes de la causa priísta hacia el emblema azul de la continuidad. Además, la ancianidad del ex mandatario le otorga el privilegio de no ser confinado y de evadir las órdenes del juez de la causa. Lo dicho, sólo forma no fondo.
Ahora, con relación a Fox -¿ya nos olvidamos de la avidez de la señora Marta?-, hay elementos de sobra para demostrar los excesos de éste en el ejercicio del poder. ¿Y qué se nos dice? Que no sabemos agradecerle, quienes le criticamos, el poder expresarnos sin diatribas como si la democracia y la libertad de expresión hubiesen comenzado en 2000. ¿Y los veinticuatro colegas asesinados durante el lapso sexenal anterior?¿Y los periódicos hostigados impunemente?
Esto es, no se responde a los argumentos sino se pretende descalificar a quienes los formulan. Esta es la repulsiva estrategia de los hipócritas de hoy.
El Reto
Los panistas debieran revisar estas historias antes de sentenciarse a sí mismos como continuadores, sí, de todos los vicios del sistema que otrora señalaron para proponer el cambio político. ¿No sienten vergüenza por ocupar el papel de los priístas amafiados que exaltaron al presidencialismo como nutriente fundamental del “sistema”? Hagan un acto de contrición al respecto antes de balbucear justificaciones.
Digámoslo sin ambages: Fox no tiene redención histórica posible. Invito, una vez más, a los amables lectores a corroborar la versión original del diferendo entre Fox y Moreira en mi obra “Confesiones y Penitencias”, cuyo retraso en su distribución, como no había sucedido desde el salinato, comienza a ser más que sospechosa. Allí están los elementos necesarios para establecer el juicio definitivo de una comunidad afrentada por la simulación y la demagogia; también por el resistente proceder amafiado de quienes ejercen el poder.
Rectifiquen los panistas, en fin, si en lugar de acomodarse al presente pretenden ganar la historia.
La Anécdota
Al candidato Miguel de la Madrid pregunté, en mayo de 1981, cuál debía ser el papel de los ex presidentes. Luego repetiría la sentencia, precisamente en la Universidad de Guanajuato en plena campaña proselitista:
--Los ex presidentes –dijo- deben irse a sus casas con la conciencia del deber cumplido.
Sin embargo, él fue el primero en no cumplir con la regla de oro. Sus familiares, preocupados por el deterioro moral y mental del personaje –sumido frecuentemente en la nostalgia etílica-, solicitaron a su sucesor, de manera por demás lastimosa, una ocupación para él. Y Salinas le designó director del Fondo de Cultura Económica cargo en el que duró, intrascendente, casi por dos sexenios completos.
Ahora, los ex presidentes se sienten todavía impunes y van por allí hablando perogrulladas, ofendiendo la memoria histórica y deteriorando la imagen de México. Hay dólares y viajes de por medio. ¿Para cuándo la justicia?¿Y la democracia?