LA FRONTERA CON ESTADOS UNIDOS CEMENTERIO DE MILES DE MEXICANOS
Eduardo Ibarra Aguirre
Un reporte de la American Immigration Law Fundation documenta que entre 2 mil y 3 mil cadáveres de hombres, mujeres y niños han sido encontrados en los últimos 12 años a lo largo de la frontera suroeste de Estados Unidos.
La cifra más redonda la aporta el profesor Wayne Cornelius , de la Universidad de California en San Diego: 2 mil 798 cuerpos de indocumentados han sido recuperados en territorio de Estados Unidos, entre 1995 y 2004.
El reconocido experto en materia de migración hace un planteamiento estremecedor para el presente y el futuro de los flujos migratorios. Revelador también de que la doble moral del discurso de los arquitectos estadunidenses del “modelo unipolar no sólo es inadmisible, sino también imposible de llevar a la práctica”, como recordó Vladimir Putin a un George Bush en bancarrota.
El planteamiento es el siguiente: “Para poner esta tasa de mortalidad en perspectiva, la frontera fortificada de Estados Unidos con México ha sido más de 10 veces más mortal para migrantes de México durante los recientes nueve años que lo que fue el Muro de Berlín para los alemanes orientales durante sus 28 años de existencia”.
Es pertinente recordar que el 13 de agosto de 1961, los dirigentes del Partido Socialista Unificado de Alemania y los gobernantes de la República Democrática Alemana, al frente de los cuales se encontraba Walter Ulbricht , emprendieron la construcción de una pared de concreto de 166 kilómetros de largo y cuatro metros de altura para dividir en dos a Berlín.
Símbolo de la confrontación Este-Oeste, de la disputa por la hegemonía en el planeta entre la Unión Soviética y Estados Unidos, el muro se abrió el 9 de noviembre de 1989, cuando el gobierno de Egon Krenz anunció que a partir de la medianoche los alemanes del Este podrían cruzar cualquiera de las fronteras de la RDA sin necesidad de contar con permisos especiales. Según estimaciones contradictorias de los triunfadores de la Guerra fría , más de 5 mil personas trataron de escapar del lado oriental de Berlín y más de 100 murieron en el intento.
En aquella batalla ideológica -no exenta de maniqueísmo-, económica, tecnológica y militar, como bien recuerda Eduardo Galeano : “ El Muro de Berlín era la noticia de cada día. De la mañana a la noche leíamos, veíamos, escuchábamos: el Muro de la Vergüenza , el Muro de la Infamia , la Cortina de Hierro... Por fin, ese muro, que merecía caer, cayó. Pero otros muros han brotado, siguen brotando, en el mundo, y aunque son mucho más grandes que el de Berlín, de ellos se habla poco o nada”.
Además del que dibuja con cifras elocuentes Cornelius y que padecen millones de mexicanos, centroamericanos y sudamericanos, están las alambradas de Ceuta y Melilla, en España. El Muro de Cisjordania que perpetúa la ocupación israelí de territorios palestinos y que será 15 veces más extenso que el de Berlín. También el de Marruecos que mide 60 veces más que el germano y que está minado y es vigilado por miles de soldados que desde hace dos décadas mantienen la ocupación marroquí del Sahara occidental.
Para el informe de AILF, la consecuencia de las políticas de control y militarización fronteriza es un “efecto colador” que no ha reducido el flujo migratorio, sólo lo ha desviado de zonas urbanas a lugares más remotos y peligrosos, lo que ya creó la “mayor crisis de salud pública y humanitaria en los desiertos” del sur de Arizona.
Con todo, es prácticamente imposible que surja el estadista del imperio, en pronunciado declive, que proclame a los cuatro vientos: “Yo soy un migrante”, como lo hizo en junio de 1963 John Fiztgerald Kennedy al declarar en una concentración: “Ich bin ein Berliner” (Yo soy un berlinés).
Y todo porque -como bien recuerda el escritor uruguayo- la hipocresía es el impuesto que el vicio paga a la virtud.
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