LA CENSURA EN MEXICO
La censura nace con la intención de podar aquello que resulta incómodo o que es inaceptable en términos políticos o sexuales. De hecho, se considera que el levantamiento del velo censor estuvo determinado por la inclusión en la cartelera comercial en Suecia de las cintas Soy curiosa amarillo (1967) y Soy curiosa azul (1968) de Vilgot Sjoman. Discursos fílmicos en donde se conciliaban los ánimos libertarios en lo erótico y en lo referente a los apuntes sobre la democracia y el poder. En la actualidad es posible verlas y sus mensajes tienen el carácter nostálgico de la inocencia. Sin embargo, en su momento fueron objeto de múltiples consideraciones y hasta de una portada de la revista Time.
En la antigua Unión Soviética, la Perestroika y la Glasnot determinaron en los años ochenta del siglo pasado una mayor laxitud en el juicio en contra de los filmes de aquel país. Claro está que los matices fueron diversos y las opiniones sobre la libertad cinematográfica generaron polémica constante.
En México, el momento decisivo fue 1990. Carlos Salinas estaba en el poder y el neoliberalismo era la corona libertaria. El presidente en turno intervino para que se exhibiera Rojo amanecer (1990) de Jorge Fons, cinta que aludía a la matanza estudiantil y civil del 2 de octubre de 1968. La entonces encargada de la Dirección General de Cinematografía de la Secretaría de Gobernación, Mercedes Zertuche, vio que sus intentos por censurar esa película fueron infructuosos.
Lo que era un aparente tabú se convirtió en un detonador que habría de destrabar una buena cantidad de películas "enlatadas". Pero, sobre todo, fue La sombra del caudillo (1959) de Julio Bracho, secuestrada por el Ejército y convertida en pieza clave del análisis político de la dictadura priísta. Salinas apeló a la mayoría de edad del público mexicano y dejó así que se mostrara lo que parecía "inaceptable".
El hombre que había llegado a la silla presidencial bajo sospecha de usurpación, en un acto de orden político eliminó una buena cantidad de barreras censoras.
En la época de Zedillo se permitió el cine pornográfico en exhibiciones desde las 11 de la mañana. De entonces a la fecha podría decirse que la censura adquirió otras máscaras. Por ejemplo, la sexualidad, que causa tantos estupores a los panistas, ha tenido pruebas de fuego que han pasado sin tribulaciones.
La cartelera comercial recibió Batallas en el cielo (México-Francia-Bélgica, 2004) de Carlos Reygadas, en la cual aparecieron los abominables circulitos que nublaban una felación inicial y final.
El realizador dijo que esa era una condición exigida por sus actores y por él mismo en su exhibición nacional. Hecho contradictorio, porque en la versión en DVD es posible tener la versión íntegra con todo y sus escenas de enorme crudeza.
¿Qué decir de un filme homosexual como Mil nubes de paz (2004) de Julián Hernández, película independiente que pasó en las carteleras comerciales sin censura? Al igual que cintas extranjeras como Intimidad, Viólame o Nueve canciones que eran testimonio fiel de una sexualidad abierta y sin tapujos. Tal parece que el erotismo ha dejado de encajonarse y que la censura abrió las puertas al atrevimiento.
Un caso que ponía en jaque a las telarañas del panismo fue Así del precipicio (2006) de Teresa Suárez, visión audaz sobre la droga y el sexo vistas a través de personajes femeninos. La primera escena es una provocación que aguantó la censura mexicana sin poner objeciones: una joven está en plena cópula; de pronto suspende el coito y va sobre unas líneas de cocaína para asegurar un mejor clímax. Ana de la Reguera interpretó a una mujer ligada a la publicidad filmada que al verse en los extremos de la adicción debedesintoxicarse para evitar un desastre mayor. El lenguaje y la violencia de algunas escenas tuvieron el mérito de apuntalar un discurso moral que se alejaba, por más que algunos quisieron ver lo contrario, del moralismo.
¿Cuáles son los mecanismos de la censura actual? La mejor respuesta es la película Cansada de besar sapos (2006) de Jorge Colón, que le apuesta a la fidelidad, a los buenos usos y costumbres, a la complacencia más absoluta. En esos casos es obvio que el guiño de ojo sustituye las incomodidades de una propuesta inteligente. Lo light al servicio de un cine comercial que se duerme en sus laureles y que está a la espera de mejores taquillas.
De la censura autárquica se pasó a la censura en la producción. Resulta tan difícil hacer una película que los filtros son su mejor censura. Esto lo mencionaba Roland Barthes en un texto del siglo pasado:
"La censura se ha convertido en autocensura". El juego consiste en escalar las montañas de una producción repleta de mezquindad que otorga pocos recursos y transforma guiones. La censura oficial trata de conservar la calma, pues un retroceso en ese terreno es por demás arriesgado; aunque claro que en la provincia mexicana pasan situaciones tan lamentables, poco reguladas que son inadvertidas.
El filme que causó estragos dentro de la comunidad ultraderechista fue El crimen del Padre Amaro (2003) de Carlos Carrera. Pese al reclamo, la película paso tal cual y hasta la polémica ayudó a la taquilla. En otras ocasiones han sido los impresos en carteles y "espectaculares" como el caso de La habitación azul, cuya publicidad era una imagen de la actriz Patricia Llaca recostada y con el trasero visible a los ojos de la gente. También causó escándalo la campaña de Rosario Tijeras (México-Colombia, 2005), que permitió una imagen de una pareja en plena cópula. Ojalá que el panismo actual actúe con responsabilidad y conserve los logros que ha ganado la sociedad civil.