DESAFIO
Rafael Loret de Mola
*Las Antiguas Trampas
*Periodismo Amenazado
*Acuerdos en el Valle
Para corroborar la mutación política sufrida por la derecha en el poder, otrora opositora, bastaría señalar hacia su comportamiento “institucional”, significado éste por arrebatarle el segundo apellido al PRI. Y podemos citar un hecho incontrovertible para confirmar nuestro aserto: durante la contienda electoral de 2000 una de las banderas del cambio fue, precisamente, la urgencia de finiquitar el ominoso “mayoriteo” priísta que sólo extendía la voluntad presidencial hacia las Cámaras. Meses después de la victoria nacional del PAN, el señor Fox llamó “el freno al cambio” a la resistencia de los legisladores y apuró a sus correligionarios para que pudiesen asegurar la voluntad presidencial ganando una cómoda mayoría parlamentaria. Si bien el caso no se dio, por fortuna, la línea evidenció las verdaderas intenciones.
Felipe Calderón sigue midiendo terrenos y lealtades. También busca, a veces saliéndose de los cartabones habituales, encontrar su propio perfil como gobernante tratando de consolidarse tras los largos barruntos conocidos. No ha caído, hasta el momento, en los excesos frívolos de su antecesor quien cubrió el escenario con chascarrillos en ausencia de cultura, si bien no ha resistido la tentación de calificar algunos hechos relevantes con el recurso de los “corridos” rancheros que tan bien se sabe y canta. Su esposa Margarita, a quien todos debemos considerar por el solo hecho de haber aceptado el rol de escucha permanente de su marido, explicó que en este renglón el michoacano es un experto aunque la voz no le ayude y deba saltar sobre las tarimas para alcanzar los decibeles necesarios.
Hace unos días, el señor Calderón accedió a convivir en Valle de Bravo, como si se tratara de una gran familia lista a celebrar picnics frecuentes para relajarse, con los senadores de su partido ante quienes también acudieron los miembros claves del cerrado gabinete presidencial. El acento sectario de tal proceder contrasta con el discurso a favor de la pluralidad necesaria que obliga al mandatario a ejercer como “el presidente de todos los mexicanos”. Es más que obvia la pobreza de las palabras ante la determinación facciosa o de grupo.
El sistema se impone.
Debate
La ley se interpreta según los criterios de la clase gobernante en turno. En al arranque de la nueva administración federal, quienes integran la Secretaría de Gobernación, por donde han pasado politicólogos relevantes bastante más pulcros en su accionar, han justificado los criterios con los cuales se pretende limitar y silenciar al movimiento cívico en resistencia. Más allá de cuanto de histriónico tenga la causa del “presidente legítimo”, arropado por sus adoradores y cada vez con menor convocatoria aunque se empeñen en negarlo quienes le secundan, es evidente que no puede negársele su derecho a disentir y expresarse con libertad. A menos, claro, que se reconozca la inexistencia del modelo democrático sobre el suelo patrio contrariando con ello la tendencia universal y el mandato de los mexicanos.
Los nuevos inquisidores, cortados con las mismas tijeras de la intolerancia que sirvieron para exaltar al priísmo hegemónico a costa de perseguir y aplastar a los disconformes –no es una mera coincidencia la similitud en las estadísticas sobre asesinatos contra periodistas a lo largo de dos periodos, el salinato y el foxismo-, determinaron que son ilegales y sediciosas las emisiones televisivas en las que aparece el representante de la izquierda enmarcado en una sobria oficina rematada con el lábaro patrio lanzando arengas contra la legitimidad del presidente en funciones. Esto significa, de nueva cuenta, retroceder a los cercanos tiempos cuando se tutelaba la conciencia colectiva para justificar las inducciones desde el poder central, siempre maniqueas y tramposas. ¿Realmente hemos superado esta etapa?
No puede olvidarse, y es necesario subrayarlo por la suficiencia y altanería galopantes de los operadores gubernamentales con las que se pretende aplicar elevadas dosis de amnesia para sedar a una sociedad claudicante, que el señor Calderón apenas pudo despegarse, de acuerdo a las estadísticas oficiales bajo sospecha, medio punto porcentual de la polarizada coalición izquierdista. Y ello obliga a evitar cualquier intento represivo, como lo es negar micrófonos y cámaras a quienes requieren de los instrumentos de la comunicación, contra son y debieran ser considerados contrapeso natural ante un gobierno sólo avalado por una minoría del 35 por ciento de los sufragantes y de únicamente el 20 por ciento de los empadronados; esto es, el mismo porcentaje reunido por los rabiosos y resistentes opositores. Por aquí debiera empezarse siempre.
Mala cosa es que la soberbia, una vez más, comience a ganar la partida a la tolerancia democrática.
El Reto
Ante los intentos de condicionarla libertad de expresión a los requerimientos de cada época y régimen, no han faltado voces en el sentido de que, en sentido contrario, debieran despenalizarse la difamación y la calumnia por haber sido utilizadas como instrumentos represivos contra las voces críticas. En Chiapas, bajo el mandato del autócrata Pablo Salazar, se hizo lo contrario: precisamente aumentar el nivel coercitivo para amordazar, tipificando delitos arbitrariamente y de acuerdo a interpretaciones sesgadas, a cuantos no eran controlables por las oficinas y las nóminas oficiales.
Pues bien: me parece que en este caso los periodistas deberíamos tomar algún riesgo.
Quien mienta y calumnie debe enfrentar las consecuencias; pero no llegando al extremo de exaltar la figura del “daño moral”, por la cual los supuestos afectados pueden reclamar indemnizaciones monumentales por lo publicado o difundido si se sopesa que pudo causarle afrenta ante la sociedad, que tiende a sancionar las tareas de investigación periodística, auténtico contrapeso a los excesos del poder a través de mil complicidades.
La calumnia es inadmisible; los candados contra la libertad de expresión también. Es ésta la única fórmula que puede prevalecer en una sociedad civilizada. Abundaremos.
La Anécdota
¿Qué tiene Valle de Bravo que atrae los encuentros en la cúpula del poder que a la larga resultan determinantes?
Fue aquí, en Valle, en donde el presidente del consorcio Televisa, Emilio Azcárraga Jan, citó y conversó, unas semanas antes de los comicios de 2006, con cada uno de los candidatos a la Presidencia de la República y con el entonces titular de Ejecutivo, en la hora clave de las definiciones finales. Aquellos encuentros, por cierto, marcaron el comportamiento de la poderosa empresa de comunicación, la más desarrollada de América Latina, en una de las mayores coyunturas políticas de nuestra historia.
Y fue aquí en donde, de nuevo, se exaltan los compromisos de grupo, de partido, sobre el interés colectivo a favor de la pluralidad. El presidente y los senadores del PAN trazaron, desde su visión parcial, el destino inmediato del país.
Alguien por allí sugirió:
--Sólo falta un cineasta atrevido y listo a producir y filmar “Los Brujos de Valle”. Blair quedaría, por supuesto, desplazado.
Desde el campanario fantasmal llega la confirmación. Y hacia allí van presurosos los monaguillos. ¡Ah! Los nuevos tiempos.
*Las Antiguas Trampas
*Periodismo Amenazado
*Acuerdos en el Valle
Para corroborar la mutación política sufrida por la derecha en el poder, otrora opositora, bastaría señalar hacia su comportamiento “institucional”, significado éste por arrebatarle el segundo apellido al PRI. Y podemos citar un hecho incontrovertible para confirmar nuestro aserto: durante la contienda electoral de 2000 una de las banderas del cambio fue, precisamente, la urgencia de finiquitar el ominoso “mayoriteo” priísta que sólo extendía la voluntad presidencial hacia las Cámaras. Meses después de la victoria nacional del PAN, el señor Fox llamó “el freno al cambio” a la resistencia de los legisladores y apuró a sus correligionarios para que pudiesen asegurar la voluntad presidencial ganando una cómoda mayoría parlamentaria. Si bien el caso no se dio, por fortuna, la línea evidenció las verdaderas intenciones.
Felipe Calderón sigue midiendo terrenos y lealtades. También busca, a veces saliéndose de los cartabones habituales, encontrar su propio perfil como gobernante tratando de consolidarse tras los largos barruntos conocidos. No ha caído, hasta el momento, en los excesos frívolos de su antecesor quien cubrió el escenario con chascarrillos en ausencia de cultura, si bien no ha resistido la tentación de calificar algunos hechos relevantes con el recurso de los “corridos” rancheros que tan bien se sabe y canta. Su esposa Margarita, a quien todos debemos considerar por el solo hecho de haber aceptado el rol de escucha permanente de su marido, explicó que en este renglón el michoacano es un experto aunque la voz no le ayude y deba saltar sobre las tarimas para alcanzar los decibeles necesarios.
Hace unos días, el señor Calderón accedió a convivir en Valle de Bravo, como si se tratara de una gran familia lista a celebrar picnics frecuentes para relajarse, con los senadores de su partido ante quienes también acudieron los miembros claves del cerrado gabinete presidencial. El acento sectario de tal proceder contrasta con el discurso a favor de la pluralidad necesaria que obliga al mandatario a ejercer como “el presidente de todos los mexicanos”. Es más que obvia la pobreza de las palabras ante la determinación facciosa o de grupo.
El sistema se impone.
Debate
La ley se interpreta según los criterios de la clase gobernante en turno. En al arranque de la nueva administración federal, quienes integran la Secretaría de Gobernación, por donde han pasado politicólogos relevantes bastante más pulcros en su accionar, han justificado los criterios con los cuales se pretende limitar y silenciar al movimiento cívico en resistencia. Más allá de cuanto de histriónico tenga la causa del “presidente legítimo”, arropado por sus adoradores y cada vez con menor convocatoria aunque se empeñen en negarlo quienes le secundan, es evidente que no puede negársele su derecho a disentir y expresarse con libertad. A menos, claro, que se reconozca la inexistencia del modelo democrático sobre el suelo patrio contrariando con ello la tendencia universal y el mandato de los mexicanos.
Los nuevos inquisidores, cortados con las mismas tijeras de la intolerancia que sirvieron para exaltar al priísmo hegemónico a costa de perseguir y aplastar a los disconformes –no es una mera coincidencia la similitud en las estadísticas sobre asesinatos contra periodistas a lo largo de dos periodos, el salinato y el foxismo-, determinaron que son ilegales y sediciosas las emisiones televisivas en las que aparece el representante de la izquierda enmarcado en una sobria oficina rematada con el lábaro patrio lanzando arengas contra la legitimidad del presidente en funciones. Esto significa, de nueva cuenta, retroceder a los cercanos tiempos cuando se tutelaba la conciencia colectiva para justificar las inducciones desde el poder central, siempre maniqueas y tramposas. ¿Realmente hemos superado esta etapa?
No puede olvidarse, y es necesario subrayarlo por la suficiencia y altanería galopantes de los operadores gubernamentales con las que se pretende aplicar elevadas dosis de amnesia para sedar a una sociedad claudicante, que el señor Calderón apenas pudo despegarse, de acuerdo a las estadísticas oficiales bajo sospecha, medio punto porcentual de la polarizada coalición izquierdista. Y ello obliga a evitar cualquier intento represivo, como lo es negar micrófonos y cámaras a quienes requieren de los instrumentos de la comunicación, contra son y debieran ser considerados contrapeso natural ante un gobierno sólo avalado por una minoría del 35 por ciento de los sufragantes y de únicamente el 20 por ciento de los empadronados; esto es, el mismo porcentaje reunido por los rabiosos y resistentes opositores. Por aquí debiera empezarse siempre.
Mala cosa es que la soberbia, una vez más, comience a ganar la partida a la tolerancia democrática.
El Reto
Ante los intentos de condicionarla libertad de expresión a los requerimientos de cada época y régimen, no han faltado voces en el sentido de que, en sentido contrario, debieran despenalizarse la difamación y la calumnia por haber sido utilizadas como instrumentos represivos contra las voces críticas. En Chiapas, bajo el mandato del autócrata Pablo Salazar, se hizo lo contrario: precisamente aumentar el nivel coercitivo para amordazar, tipificando delitos arbitrariamente y de acuerdo a interpretaciones sesgadas, a cuantos no eran controlables por las oficinas y las nóminas oficiales.
Pues bien: me parece que en este caso los periodistas deberíamos tomar algún riesgo.
Quien mienta y calumnie debe enfrentar las consecuencias; pero no llegando al extremo de exaltar la figura del “daño moral”, por la cual los supuestos afectados pueden reclamar indemnizaciones monumentales por lo publicado o difundido si se sopesa que pudo causarle afrenta ante la sociedad, que tiende a sancionar las tareas de investigación periodística, auténtico contrapeso a los excesos del poder a través de mil complicidades.
La calumnia es inadmisible; los candados contra la libertad de expresión también. Es ésta la única fórmula que puede prevalecer en una sociedad civilizada. Abundaremos.
La Anécdota
¿Qué tiene Valle de Bravo que atrae los encuentros en la cúpula del poder que a la larga resultan determinantes?
Fue aquí, en Valle, en donde el presidente del consorcio Televisa, Emilio Azcárraga Jan, citó y conversó, unas semanas antes de los comicios de 2006, con cada uno de los candidatos a la Presidencia de la República y con el entonces titular de Ejecutivo, en la hora clave de las definiciones finales. Aquellos encuentros, por cierto, marcaron el comportamiento de la poderosa empresa de comunicación, la más desarrollada de América Latina, en una de las mayores coyunturas políticas de nuestra historia.
Y fue aquí en donde, de nuevo, se exaltan los compromisos de grupo, de partido, sobre el interés colectivo a favor de la pluralidad. El presidente y los senadores del PAN trazaron, desde su visión parcial, el destino inmediato del país.
Alguien por allí sugirió:
--Sólo falta un cineasta atrevido y listo a producir y filmar “Los Brujos de Valle”. Blair quedaría, por supuesto, desplazado.
Desde el campanario fantasmal llega la confirmación. Y hacia allí van presurosos los monaguillos. ¡Ah! Los nuevos tiempos.