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lunes, 15 de enero de 2007

LA VERDAD, SEA DICHA

PLAZA PÚBLICA
Miguel Ángel Granados Chapa


TV no, videos sí

Dentro de unas horas, a la una del martes 16, será difundida la segunda emisión del programa La verdad sea dicha, destinado a propagar los dichos y los recorridos de Andrés Manuel López Obrador, empeñado en establecer con sus seguidores compromisos por escrito que expresen la constitución de una nueva fuerza política. Seguro de que se ha tendido en torno suyo un cerco de silencio en la televisión, resolvió retomar la experiencia de contar con una emisión propia, en tiempo pagado a través del canal Trece de TV Azteca, que asegure su puesta al aire.

Esa necesidad se tornó acuciante ante la actitud de la Dirección General de Radio y Televisión de la Secretaría de Gobernación que ya en dos ocasiones, a fines de la administración anterior, y en las primeras semanas de la actual (porque el funcionario respectivo sigue en su cargo) se ha arrogado facultades que no le corresponden, ha calificado el contenido de los programas que conforme a la legislación electoral son preparados por los partidos (en este caso los que integran el Frente Amplio Progresista, forma actual de la coalición electoral Por el bien de todos) y ha rehusado distribuirlos para su transmisión, afectando con ello prerrogativas establecidas por la ley.

La primera emisión, de media hora, el martes pasado, constó de una entrevista de veinte minutos con López Obrador; le siguió un sketch en que se ha especializado la actriz Jesusa Rodríguez. Con una apariencia que recuerda la de Carlos Salinas de Gortari, aparece el personaje Carlos Lo haré de Mole y se convierte en lector de noticias de televisión, en una emisión llamada Noti creas. En la tercera porción se presentaron entrevistas con algunas víctimas de la arbitraria conducta gubernamental en Oaxaca, que practicaron una redada indiscriminada a fines de noviembre y lesionaron los derechos humanos de multitud de víctimas inocentes.

El programa fue conducido por la actriz Dolores Heredia. Presente en el teatro, el cine y la televisión hace más de veinte años, ha desplegado una productiva noción de usos sociales del espectáculo, amén de su trabajo profesional en los medios. Son memorables, entre otros, su papel de Esperanza en la cinta Santitos, de Alejandro Springall basada en la novela de María Amparo Escandón, y en el escenario del teatro Helénico su actuación en ¡Ay Carmela!, de Sanchez Sinisterra, dirigida por Otto Minera. También ha tenido éxito en una telenovela, Gitanas, difundida por Telemundo. Y el viernes pasado se estrenó Fuera del cielo, ópera prima de Javier Patrón Fox, que ya ha cosechado triunfos de la crítica.

Su presencia en La verdad sea dicha no alcanza a aminorar el error político y comunicacional de utilizar la televisión abierta, y particularmente TV Azteca para los fines de López Obrador. La empresa de Ricardo Salinas Pliego sintetiza -si mucho se me apura, aun en mayor medida que Televisa- los defectos y abusos del duopolio que controla los medios electrónicos y se esfuerza más allá de todo límite en impedir la competencia. Vincularse, aun como cliente, a esa forma de hacer televisión es un modo de cohonestarla o de avenirse a sus reglas. Es inmoral que la presencia de López Obrador, ausente en las informaciones no obstante su permanente movilización, sea posible mediante paga. Aun como proveedor de servicios, por lo demás, TV Azteca no es confiable. La emisión inicial de este programa el martes pasado no se transmitió o fue interrumpida en 12 entidades de la república, debido a que -según la peregrina explicación de la emisora- las repetidoras de esos estados no recibieron a tiempo la notificación y cerraron sus transmisiones, o bien dedicaron ese tiempo a solventar compromisos contraídos con anterioridad.

El horario escogido, por razones de costo, para que se transmita La verdad sea dicha no permite convocar a las multitudes a que quiere dirigirse López Obrador. A la una de la mañana pocas personas sintonizan la televisión, porque en la de señal abierta, que es la disponible para la gran mayoría de los mexicanos, sólo se ven enojosas tentativas de fraude, que en eso consisten los infomerciales que venden productos de dudosa calidad o mensajes religiosos afectados de la misma circunstancia. A quienes a la mañana siguiente, apenas horas después, tienen que iniciar fatigosas jornadas de trabajo, se impone una onerosa obligación, no siempre atendible.

Cada transmisión cuesta 219 mil pesos, más IVA, según se informó al auditorio, motivo por el cual se pide a los televidentes que apoyen el programa con aportaciones depositables en una cuenta bancaria. El resultado de ese mecanismo financiero, a mi parecer, sería más provechoso si se invirtiera en la producción de miles de ejemplares del programa videograbado, susceptibles de ser distribuidos cada semana, en una suerte de revista visual que informe a los interesados sobre los pasos de López Obrador y el entorno de sus iniciativas.

Es de imaginar la utilidad social y política de reunirlos periódicamente, para conocer y criticar La verdad sea dicha, en teleclubes que de ese modo escapen a la influencia de la televisión convenenciera y se explayen en la discusión política, algo que está a faltar en la presente circunstancia en esa franja de la sociedad. La serie de videos preparados por Luis Mandoki durante la campaña presidencial para responde a la pregunta ¿Quién es el señor López? constituye un valioso precedente de comunicación alternativa que rompa los grilletes de la comercial.