El PRINCIPAL ALIMENTO DEL MEXICANO IGUAL DE CARO QUE EL CAVIAR
Héctor Barragán Valencia
*Un alza desmesurada, como la ocurrida en los últimos meses, puede agravar la crisis social y política en un país empobrecido y dividido
El encarecimiento del maíz y alimentos derivados, entre ellos la tortilla, tiene al menos dos explicaciones: El aumento global de sus precios y la especulación. La doble naturaleza del fenómeno implica tomar medidas diferenciadas para superar el reto, toda vez que 47 por ciento de la dieta del mexicano depende de este grano, y un alza desmesurada, como la ocurrida en los últimos meses, puede agravar la crisis social y política en un país empobrecido y dividido.
Salvo una caída del crudo, las malas noticias para consumidores y buenas para agricultores no cambiarán a corto plazo: Los altos precios del maíz llegaron para quedarse. La utilización del grano para producir etanol o biodiesel y la creciente demanda china revierten su tendencia descendente.
Este vuelco se combina con factores de coyuntura: El Departamento de Agricultura de Estados Unidos prev! é una baja de cinco por ciento en las cosechas de este año, y una mayor parte de la oferta total irá a generar combustible, que pasará de diez por ciento en 2006 a 14 por ciento en 2007.
La especulación suele acompañar las nuevas tendencias del mercado. En México la presencia de compañías dominantes magnifica ese factor: Maseca produce alrededor de 80 por ciento de la harina y de la masa de maíz (el poderío de la empresa de Roberto González hasta da pie a teorías conspirativas, como que encarece la tortilla para aplacar a detractores de Jorge Hank), y por la fragilidad de tortilleros, diminutos y sin capacidad comercializadora ni de almacenamiento. Descapitalización y atraso del agro rematan este círculo perverso.
¿Cómo enfrentar el desafío? Se requieren medidas inmediatas, como ampliar la oferta, combatir la especulación y políticas p&u! acute;blicas de largo aliento que atiendan la producción y come rcialización del maíz.
El Gobierno de Felipe Calderón apuesta a una mayor oferta –y a clausurar tortillerías– para frenar la volatilidad. La medida es ideal en mercados perfectos, donde hay libre competencia, condiciones económicas parejas y juego limpio. En México no existe ese estado idóneo. Por ello su efecto sería ineficaz. Más maíz, vía importación, puede acrecentar las reservas de monopolios sin incidir en la carestía ni frenar la especulación. Inclusive puede perjudicar al agricultor, pues mayores stocks erosionarían los precios e inhibirían su producción.
Frenar la escalada de precios implica desarrollar empresas comercializadoras, almacenadoras y productoras de masa y harina para promover la competencia. También conviene establecer políticas de apoyo al agro, como seguridad jurídica, financiamiento, habilitación y avío, insumos (luz, agua, fertilizantes, pesticidas), investigación y bolsas agropecuarias. Estas medidas no traerán alivio
inmediato al consumidor, que debe saber los precios anteriores no volverán. Por eso lo importante es combatir las burbujas especulativas. Y en una crisis ni los controles temporales de precios deben descartarse.
Sí, el control de precios dañó a la economía y derivó en clientelas y feudos políticos. El abuso de cualquier herramienta de política económica entraña riesgos, pero usada con mesura es menos peligrosa que jugar con el hambre del pueblo.