ASIMETRIAS
Fausto Fernández Ponte
Calderón en Europa
I
El viaje de Felipe Calderón a Europa no fue de apoteosis ni de apogeos, sin lo opuesto. Hubo rechazos y repudios públicos y, desde luego, de perigeos. Hubo, además, confrontaciones estériles. Inútiles.
Don Felipe llegó al viejo mundo con un bagaje fardoso que hízose más pesado conforme transcurrieron los días: la carga de su espuriedad y de obvio secuestro por parte de intereses ajenos a los de México.
A esa carga el propio Presidente había añadido otro tanto: la represión contra el pueblo de Oaxaca, con su triste saldo de 20 muertos, 470 heridos y otros tantos encarcelados.
A los encarcelados se les vejó de manera brutal. De la vejación, de por sí humillante, súpose por los propios policías que las cometieron,
jactándose de la comisión impune de las afrentas a los detenidos.
Eso se lo recordaron a don Felipe mediante pancartas y gritos en plantones en Berlín y Davos. En Alemania, las autoridades suspendieron una reunión del señor Calderón con empresarios.
En Suiza, el señor Calderón incurrió en actos que hicieron más oneroso su equipaje moral: con el telón de fondo del aumento en los precios de bienes de consumo indispensable defendió al libre comercio.
Ese telón de fondo exhibió con hechos terribles --y, por ello, lamentables que tienen visos de tragedia-- la incongruencia entre el ideal del comercio verdaderamente libre y la realidad de su práctica.
II
Y es que mientras incurría don Felipe en raptos eufóricos de exultación del libre comercio tal cual se practica hoy en México, aquí el pueblo sufría una forma pervesa de opresión adicional.
Y esa forma perversa de opresión es la del cautiverio --el pueblo de México es cautivo, como lo es el señor Calderón, de intereses creados que saquean al país--. Ese cautiverio tiene muchas formas.
Una de esas formas de cautiverio es cultural mediante la manipulación de la mente colectiva --el alma del mexicano--, que induce por manipulación metódica ciertos comportamientos sociales.
Demostración palpable de ese comportamiento social inducido es el del trastocamiento de valores, a extremo tal que los cautivos no tienen conciencia de su condición e inclusive la aplauden.
Esa condición de cautiverio tiene manifestaciones que pocos mexicanos registran, ven e identifican pero, pese a su parquitud, suman millones a lo largo y ancho de este país. Son la oposición.
Oposición, desde luego, al orden impuesto desde hace varios sexenios --y continuado mediante las chicanerías electorales del 2006-- y establecido bajo la simulación de un contrato social.
Los mexicanos que han caído en la cuenta --por conciencia encendida o por intuición e instinto de supervivencia social-- de su cautiverio sociocultural, económico y político resisten. Y protestan.
III
Esa es la razón verdadera de ser de las constantes y reiteradas movilizaciones sociales en México y el entorno de agitación e inestabilidad que persiste por doquier en nuestro país.
Don Felipe exhortó también a abandonar supuestos prejuicios acerca del libre comercio y exaltó, no sin frenesí, las presuntas bondades de los tratados de libre comercio de Norámerica y de las Américas.
Y no sólo eso: también defendió la cesión unilateral de las potestades rectores del Estado a favor de intereses particulares o de los grandes consorcios trasnacionales. Recomendó incluso esa cesión.
Ceder a particulares las potestades rectoras del estado --en el caso de México, potestades constitucionales--, sobre todo en rubros estratégicos de la economía, equivale a abdicar deberes morales.
Equivale, cabría añadir, a traicionar a los gobernados y, en lo que respecta a México, en darle la espalda a la historia de las avatares sociales. Depreciar las lecciones de las luchas históricas del pueblo.
El periplo europeo del Presidente de México --investidura distinta, insístase a la pasada, de la del Presidente Legítimo-- fue un fracaso no sólo mediático, sino principalmente en cuanto a su sustancia.
No convenció a los jefes de Estado y de Gobierno y empresarios europeos y del mundo convocados en Davos. Tampoco persuadió a la opinón pública internacional de su dudosa fortaleza jurídica y moral.
Glosario:
Apoteosis: Aclamación pública.
Parquitud: de parco. Corto, breve, poco, pequeñez.
Perigeos: Los más bajo.
Periplo: Viaje con retorno al punto de partida.
I
El viaje de Felipe Calderón a Europa no fue de apoteosis ni de apogeos, sin lo opuesto. Hubo rechazos y repudios públicos y, desde luego, de perigeos. Hubo, además, confrontaciones estériles. Inútiles.
Don Felipe llegó al viejo mundo con un bagaje fardoso que hízose más pesado conforme transcurrieron los días: la carga de su espuriedad y de obvio secuestro por parte de intereses ajenos a los de México.
A esa carga el propio Presidente había añadido otro tanto: la represión contra el pueblo de Oaxaca, con su triste saldo de 20 muertos, 470 heridos y otros tantos encarcelados.
A los encarcelados se les vejó de manera brutal. De la vejación, de por sí humillante, súpose por los propios policías que las cometieron,
jactándose de la comisión impune de las afrentas a los detenidos.
Eso se lo recordaron a don Felipe mediante pancartas y gritos en plantones en Berlín y Davos. En Alemania, las autoridades suspendieron una reunión del señor Calderón con empresarios.
En Suiza, el señor Calderón incurrió en actos que hicieron más oneroso su equipaje moral: con el telón de fondo del aumento en los precios de bienes de consumo indispensable defendió al libre comercio.
Ese telón de fondo exhibió con hechos terribles --y, por ello, lamentables que tienen visos de tragedia-- la incongruencia entre el ideal del comercio verdaderamente libre y la realidad de su práctica.
II
Y es que mientras incurría don Felipe en raptos eufóricos de exultación del libre comercio tal cual se practica hoy en México, aquí el pueblo sufría una forma pervesa de opresión adicional.
Y esa forma perversa de opresión es la del cautiverio --el pueblo de México es cautivo, como lo es el señor Calderón, de intereses creados que saquean al país--. Ese cautiverio tiene muchas formas.
Una de esas formas de cautiverio es cultural mediante la manipulación de la mente colectiva --el alma del mexicano--, que induce por manipulación metódica ciertos comportamientos sociales.
Demostración palpable de ese comportamiento social inducido es el del trastocamiento de valores, a extremo tal que los cautivos no tienen conciencia de su condición e inclusive la aplauden.
Esa condición de cautiverio tiene manifestaciones que pocos mexicanos registran, ven e identifican pero, pese a su parquitud, suman millones a lo largo y ancho de este país. Son la oposición.
Oposición, desde luego, al orden impuesto desde hace varios sexenios --y continuado mediante las chicanerías electorales del 2006-- y establecido bajo la simulación de un contrato social.
Los mexicanos que han caído en la cuenta --por conciencia encendida o por intuición e instinto de supervivencia social-- de su cautiverio sociocultural, económico y político resisten. Y protestan.
III
Esa es la razón verdadera de ser de las constantes y reiteradas movilizaciones sociales en México y el entorno de agitación e inestabilidad que persiste por doquier en nuestro país.
Don Felipe exhortó también a abandonar supuestos prejuicios acerca del libre comercio y exaltó, no sin frenesí, las presuntas bondades de los tratados de libre comercio de Norámerica y de las Américas.
Y no sólo eso: también defendió la cesión unilateral de las potestades rectores del Estado a favor de intereses particulares o de los grandes consorcios trasnacionales. Recomendó incluso esa cesión.
Ceder a particulares las potestades rectoras del estado --en el caso de México, potestades constitucionales--, sobre todo en rubros estratégicos de la economía, equivale a abdicar deberes morales.
Equivale, cabría añadir, a traicionar a los gobernados y, en lo que respecta a México, en darle la espalda a la historia de las avatares sociales. Depreciar las lecciones de las luchas históricas del pueblo.
El periplo europeo del Presidente de México --investidura distinta, insístase a la pasada, de la del Presidente Legítimo-- fue un fracaso no sólo mediático, sino principalmente en cuanto a su sustancia.
No convenció a los jefes de Estado y de Gobierno y empresarios europeos y del mundo convocados en Davos. Tampoco persuadió a la opinón pública internacional de su dudosa fortaleza jurídica y moral.
Glosario:
Apoteosis: Aclamación pública.
Parquitud: de parco. Corto, breve, poco, pequeñez.
Perigeos: Los más bajo.
Periplo: Viaje con retorno al punto de partida.