LA BRECHA ENTRE RICOS Y POBRES EN MEXICO (EL MEXICO QUE PRESUME FeCAL EL ESPURIO)
México es uno de los países en donde las diferencias entre el 10% más rico de la población y el resto son mayores. Esta razón explica en buena medida el alto grado de desigualdad en nuestro país.
En un estudio reciente Miguel Székely15 señala que entre las razones que explican el marcado grado de desigualdad en México se encuentra la mayor varianza en la educación (la varianza es un indicador estadístico que mide el grado de dispersión que existe con respecto a un promedio). A partir de un ejercicio comparativo entre jóvenes de 18 años de edad, México ofrece una varianza de 14 años, en tanto que Estados Unidos -con datos de 1996- ofrece una varianza de sólo 2 años entre su población joven.
Los jóvenes mexicanos (15 a 19 años) que configuran una masa poblacional de 10.1 millones, registran la mayor desviación de años de escolaridad (14 años) lo que refleja extremos poblacionales jóvenes que no estudian o están poco capacitados para incorporarse al mercado de trabajo, situación que encadena un proceso de desigualdades, de bajos salarios y escasos ingresos.
Otro dato significativo que señala Székely, y que permite cerrar la explicación sobre el círculo de transmisión de desigualdad, se refiere al número de hijos y de educación promedio de la mujer en la familia, donde a mayor educación de la mujer corresponden mejores oportunidades salariales de la familia, mayor participación laboral y menor informalidad, limitada por hijos mejor educados (así como menos hijos), un mayor ingreso familiar y por tanto una mejor distribución del ingreso.
No obstante que los datos globales para México han mejorado, al bajar la tasa de fecundidad a 2.5 hijos por mujer, debido al mayor nivel de instrucción femenina y su incorporación económica, hay estados donde se concentra la pobreza (Chiapas, Guerrero, Hidalgo, Oaxaca, Puebla y la Península de Yucatán) y por lo tanto el indicador de fecundidad continúa como hace cincuenta años (3.5 hijos por mujer). Este diferencial regional también es un factor que fortalece una transmisión incluso intergeneracional de la desigualdad.
Entre 10 países seleccionados de América Latina, México ocupa el quinto lugar en desigualdad y se ubica entre las doce sociedades más desiguales del mundo. Así, de acuerdo con el estudio de Miguel Székely, México estaría entre los países más desiguales de América Latina debido no sólo a la desproporcionada concentración en el 10% de la población más rica, sino también por las desigualdades educativas, las diferencias en la participación de la mujer, el número de hijos por familia y las diferentes oportunidades que ofrecen las distintas regiones del país.
Asimismo, en una interesante comparación internacional que hace el mismo investigador, en donde recalcula el índice de Gini para México (1994) amputando el decil décimo de extrema concentración, resulta que México ocupa el doceavo lugar (de 16) en desigualdad en la región (sólo habría tres más igualitarios), y presenta una desigualdad menor que la de Estado Unidos. Esta comparación introduce un dato relevante y poco atendido: el problema de México no tiene que ver solamente con la pobreza extrema sino, fundamentalmente, con la riqueza excesiva. Dicho en otras palabras, la lucha contra la pobreza pasa necesariamente por una redistribución del ingreso; la deducción es relativamente fácil: México requiere una reforma fiscal que responda a criterios de calidad y equidad.
Si los objetivos de reducir las desigualdades extremas y de lograr una mayor equidad no se inscriben con claridad en el funcionamiento de las instituciones, las distorsiones ya existentes en la estructura de la distribución de la riqueza, el ingreso, el poder, los prestigios, las oportunidades y las decisiones, no harán sino ampliar la brecha entre pobres y ricos, entre capacitados y faltos de habilidades, entre hombres y mujeres, entre indígenas y no indígenas.