POR DONDE SE LE VEA Y COMO SE LE COMENTE, SIGUE SIENDO UN "ESPURIO"
Fausto Fernández Ponte
ffernandezp@prodigy.net.mx
La unción popular de Andrés Manuel López Obrador como presidente legítimo de México, ocurrida en el nonagésimosexto aniversario del inicio de la Revolución Mexicana, es un síntoma de ambivalencia.
Señálese que don Andrés Manuel -a quien más que legítimo es el presidente moral de México- tiene en su acervo electoral más o menos el mismo número oficial de votos que obtuvo Felipe Calderón.
Empero, ese número oficial no refleja la realidad. No es un verismo en estricto rigor, dado que a don Andrés Manuel se le escamotearon por artes de birlibirloque leguleyo de tres a cinco millones de sufragios.
El síntoma de ambivalencia que registramos señala que ésta es antipodal. En su conjunto, la ciudadanía -o, por mejor decirlo, el electorado- exhibe conductas ambivalentes.
Y también conductas de dualismo sociopolítico. Síndrome, a su vez, pues, de una dicotomía del poder:
Por un lado, el poder moral -con un basamento deontológico muy amplio e histórico asaz profundo- emblematizado en la investidura de don Andrés Manuel. Ese poder moral se asienta en el pueblo.
Y, por otro lado, el poder formal -a nuestro ver, espurio, por pseudo constitucional-, opuesto precisamente al moral, el del pueblo. Es el poder de la élite, la plutocracia que abandera Felipe Calderón.
II
Por estas últimas razones -abrumadoramente insoslayables todas-, el señor Calderón sería el presidente inmoral o, a fuer de precisos, el presidente amoral. Es un escenario maniqueo.
Uno -el señor López Obrador- es el emblema mismo de la razón popular. Otro -don Felipe- es el blasón viviente de la racionalidad de la élite que se sirve del poder para sí y sus intereses.
Ambos -emblema y blasón- arguyen el interés nacional, aunque el primero -don Andrés Manuel- identifica a ésta claramente bajo los conceptos de soberanía nacional y defensa del interés del pueblo.
El segundo -don Felipe- elude planteamientos directos y francos del concepto filosófico, ideológico y político de la soberanía nacional y los intereses del pueblo.
Pero más allá de la personalidad de los señores López Obrador y Calderón, la dicotomía -dualismos y ambivalencias- tiene dialéctica propia, ajena, diríase objetivamente, al vaivén pendular de los personalismos.
La dicotomía no es -reitérese: no es- ni uno ni otro. Ambos son transitorios, dispensables inclusive en el proceso del desarrollo histórico del pueblo de México. Son sólo actores en ese proceso.
Así, el señor López Obrador no se explica históricamente sin don Felipe. Y éste no se explica sin aquél. Pero ni uno ni otro son la suma de intereses que cada uno representa.
III
En este momento, don Andrés Manuel es el abanderado de un proceso revolucionario nutrido, sin duda, por la energía ideológica y política de esos 15 millones de mexicanos que votaron por él.
Y también en este momento, don Felipe es el abanderado de un cúmulo de intereses tangibles e intangibles -pero reales- de poder de la plutocracia sustentado por otros 15 millones de votantes.
Entre ambos grupos -los 15 millones de uno y los 15 millones de otro- existe una gran masa de ciudadanos de unos 42 millones que, por cualesquier motivos, son espectadores pasivos de este drama.
Empero, los 15 millones de simpatizantes de don Andrés Manuel son la vanguardia del proceso revolucionario. Conforman la avanzada consciente de una ideología de cambio verdadero.
Los 15 millones de adherentes a don Felipe conforman la zaga estática, derecha, del espectro ciudadano. No salen a la calle. No muestran cívicamente su fidelidad calderonista y por el statu quo.
Son esos dos densos bloques los que están en pugna. El lópezobradorista distinguido por su convicción y su activismo y una irreductible voluntad política de alterar ese estatus.
Y el bloque calderonista, convencido como el otro, pero sin la voluntad colectiva de actuación política en defensa activa, pública o mediática, de los valores que inspiran el estatus.
En esa dualidad, el choque es constante -de hecho, ya tiene registro histórico- y predecible su desenlace. El poder en crisis se aferra, sin tener noción de su propia situación crítica.
Glosario
Estatus: Forma castellanizada de status. Posición que ocupa una persona en un grupo o en la sociedad. Estado de cosas.
Statu quo: Estado de cosas en un determinado momento.
Unción: Dedicación intensa en la forma de actuar. Aplicarle un líquido graso generalmente aceite o perfume, extendiéndolo.