LA BANCA EN EL INICIO DE FIESTA EN LOS PINOS
Feliciano Hernández
La aparición de nuevos chiquibancos está lejos de llegar a ser una respuesta de las autoridades a las quejas de los usuarios de servicios financieros. Se trata más bien de la entrada de nuevos y hambrientos comensales al festín que significa el mercado mexicano, en el que las entidades existentes han acumulado fortunas incalculables sólo por el cobro de altas comisiones por manejo de cuentas y tarjetas de crédito al consumo, sin dar un peso a cambio por usufructuar los ahorros de los mexicanos ni canalizar mayores recursos al financiamiento industrial. Los banqueros nacionales e internacionales ya aprendieron que en México hoy pueden hacer y deshacer a su antojo y sobre todo que llegado el caso el gobierno está para rescatarlos de sus errores. ¿Quién habla hoy del megafraude bancario a través del denominado Fobaproa-IPAB, cometido en el sexenio de Ernesto Zedillo?
Con una regulación hecha para protegerlos, por ejemplo el famoso secreto bancario, y con organismos de supervisión que están de ornato, como la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, los voraces capitalistas del país y del extranjero, encontraron en México el paraíso de las finanzas. Ésa y no otra fue la motivación que dio origen a los cinco nuevos chiquibancos autorizados por Hacienda este 15 de noviembre: Banco Wal-Mart de México Adelante, Prudential Bank, Bancoppel, Banco Fácil y Comercial del Noreste.
Hay que recordar que meses antes el titular de Hacienda, Francisco Gil Díaz, había autorizado otros ocho bancos, que suman 13 en este año 2006. Estos son Banco Autofin, UBS Bank México, Barclays Bank México, Banco Compartamos, Banco Monex, Banco Multiva, Banco Ahorro Famsa y Banco Regional.
Caso excepcional de este cuestionado funcionario, Gil Díaz, que sigue el mal ejemplo de su maestro y doctor en estrategias fallidas, Pedro Aspe Armella, extitular de Hacienda en el sexenio de Salinas, que también autorizó muchos chiquibancos. Al final todos fueron rescatados con dinero público, en el funesto gobierno de Zedillo.
Los banqueros ya demostraron que son el verdadero poder en México y que están dispuestos a seguir saqueando los bolsillos de los nacionales con el cobro de altas comisiones e intereses. Se han dado el lujo de ignorar olímpicamente a las más altas autoridades, como es el caso del gobernador del Banco de México, Guillermo Ortiz Martínez, quien les ha reprochado en más de una ocasión y con términos directos, los fuertes castigos que imponen a los clientes mexicanos por retrasos en los pagos y por otros "servicios". El mismo trato le ha tocado al titular de la Comisión Nacional para la Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (Condusef), Oscar Levín Coppel, quien prácticamente pasa desapercibido para los banqueros; ya esa institución quedó convertida en oficialía de partes y archivo estadístico de quejas.
Mientras tanto los banqueros libran sus batallas por quedarse con la mayor parte del pastel. Ante el jugoso negocio que les ha significado el dinero plástico ahora están empeñados en colocar sus tarjetas como moneda de uso corriente otorgándolas a diestra y siniestra. Con publicidad engañosa, con falsas promesas (¡Gana de boletazo!) y con una larga lista de supuestos "beneficios" bombardean cotidianamente a los potenciales usuarios. Hay hechos que deberían investigar las autoridades competentes. Los banqueros están ofreciendo varias tarjetas de una sola institución a un solo poseedor y con el mismo nivel de ingresos por el cual le fue asignado un límite de crédito. Ojo: límite de crédito. Es el caso de un usuario al que le fue otorgada la tarjeta azul con nueve mil pesos y al poco tiempo le ofrecen la denominada oro, con 14 mil pesos, pero al cabo de unos meses el cliente decide cancelar esta última y lo que le ofrecen es sumarle el crédito a la azul, con lo cual el cliente acumula 23 mil pesos de crédito, muy por arriba de lo que alcanzaría con su nivel inicial de ingresos. Pero eso no es todo. A los pocos días recibe más llamadas y le proponen aceptar otras tarjetas. Una de estas denominada la congelada, que fija un pago por el interés y el capital en plazos preestablecidos.
¿Cómo pueden los banqueros llegar a tanto? ¿Quién vigila entonces? ¿Quién va a terminar pagando todas esas deudas que en cualquier momento serán impagables? ¿Otro rescate del gobierno con dinero del pueblo? ¿Así de fácil todo? ¿Ya cualquiera puede tener su propio banco? ¿Es conveniente para el mercado mexicano que haya muchos más bancos? ¿Esto significa más competencia y baja de intereses y comisiones? No ha sido así. ¿Hoy se repite una fórmula fracasada?
Éste es uno de los retos mayores que tiene enfrente el nuevo gobierno: someter a los grupos financieros, hacerles entender que por sobre sus intereses están los de la mayoría. A ellos, a todos esos que tanto hablan del respeto a las instituciones, a todos aquellos que no ven ni oyen las demandas populares, el nuevo gobierno tendrá que hacerles ver que también para ellos existe una ley. Lo hace o no llegará lejos