LUGARES COMUNES
A estas alturas, todo lo que se diga sobre el origen y la instalación del nuevo gobierno dudosamente constitucional es ya un lugar común. Buena parte de la ciudadanía que no tiene el privilegio de dedicarse a la política profesional mantiene dudas, inquietudes y preocupaciones serias. Se relacionan con la posibilidad de que se atente de manera definitiva contra el derecho a la información, impidiéndonos examinar las boletas de la elección de julio, y con el avance y la profundización de la política económica que se pretende ocultar con un repentino izquierdismo oficial blanquiazul y de derecha que hasta ayer era un peligro para México. Pero sobre todo, con el militarismo persistente e imparable –práctica exaltada e iluminada por símbolos y rituales ramplones.
Durante los últimos años se ha gobernado (o lo que así se ha denominado) desde la tv. Hasta hoy, esto sigue sucediendo. Y para gobernar (o lo que se le parezca) por interpósita pantalla el simbolismo es esencial. Entre otras cosas porque cada emisión es símbolo, como lo es cada acto de gobierno o de lo que se llame así.
La ocupación de la tribuna de la Cámara por los pacíficos jóvenes panistas fue el símbolo necesario para acusar a la oposición de izquierda y amenazar con perseguirla penalmente. Fue también el ritual imprescindible para que los muchachos de la acción nacional violenta dejaran su lugar este 1 de diciembre a los soldados disfrazados de civiles que rodearían al ex y al futuro cuando hicieran su entrada furtiva, tristísimos por carecer de tapete púrpura y quedar enmarcados en su llegada y su partida por el hueco negro de la puerta de atrás.
Pero los símbolos militares, presentes desde la ocupación de Oaxaca y desde el frustrado informe de Fox, ya habían comenzado a manifestarse por las pantallas multitudinarias desde la víspera: quepis y uniformes de evocación prusiana y otros atuendos verde olivo que también impedían apreciar la elegancia armaniana de los únicos dos trajeados, uno en ese momento casi ex comandante supremo de las fuerzas armadas y el otro a punto de serlo. Banda presidencial depositada en manos de un cadete de inusual panoplia que pudo haber sido del ejército imperial austro-húngaro.
Lugares comunes...
Podemos pasar de largo por las invasiones de San Lázaro y su entorno, por las vejaciones a quienes habitan en su cercanía y a no pocos legisladores con fuero, por la violación del derecho ciudadano a la libre circulación, tan criticada y condenada cuando los plantones de resistencia y ahora tan alabada por el ejecutivo federal en la legislatura.
Lugares comunes...
Podemos dejar que se disuelvan con la nube de los recuerdos otros hechos...
Lugares comunes...
Pero no es posible dejar pendientes las actuaciones castrenses en Oaxaca, que han culminado con el primer acto de gobierno de Calderón que es el arresto de los más conocidos representantes de la APPO. Tampoco el espectáculo permanente del 1 de diciembre ni su intensa repetición televisiva de los días siguientes.
Lugares comunes...
Y las evidentes alteraciones a las leyes de la disciplina militar en el manejo de los fetiches patrios el 30 de noviembre y el 1 de diciembre: símbolo de la violabilidad de las normas que es el primer principio universal del derecho y ha sido prerrogativa del ocurrente de los pasados seis años y lo será durante los próximos seis.
Lugares comunes...
Más rituales con soldados y armas, pero desde aquí el nuevo Fox, ya sin banda al pecho: primero la entrada al Auditorio, a un pequeño festival privado en que se reunieron veinte veces menos personas –bien vestidas o bien revestidas– que las que venían desde el Zócalo hasta que otra porción del ejército les impidió seguir adelante (tal vez porque formaban una banda violenta que no hizo pintas ni agresiones de ningún tipo). Y en seguida la revista militar en el Supremo Campo del Dios de la Guerra. Un funcionario de dudosa investidura cercado por hombres fuertes vestidos con todos los atuendos posibles para portar insignias y verse aún más viriles. Y la música militar, estruendosa e irritante.
Lugares comunes...
Y para concluir, el compromiso de que ninguna austeridad tocará a las fuerzas armadas. En sus haberes y sin duda en sus pertrechos cada vez más modernos y quizá eficaces.
De última hora: se anula el águila mocha y se restaura la usada desde 1934. Además de la de Ulises Ruiz, ésta es otra concesión simbólica al ex partido de gobierno: en los últimos días de la Presidencia de Abelardo Rodríguez, todas las águilas usadas antes quedaron suprimidas y sólo se consagró la que ha restaurado Calderón. No es el águila de las banderas militares del siglo XIX ni la que representó al liberalismo hasta Porfirio Díaz. Es el águila priista la que vuelve a imprimirse en la papelería oficial. Las deudas políticas no sólo se pagan con nombramientos; son más importantes los pagos simbólicos. Que además se pretende introyectar en las conciencias y en los inconscientes para estimular reflejos pavlovianos de sumisión incuestionable.
Así se inicia vistosamente el segundo sexenio cristero: su signo es el de las fuerzas armadas y las jerarquías militares.
Lugares comunes...
¿De qué sirve no olvidarlos?
* Doctor en antropología, director del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Humanidades de la UNAM.