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martes, 21 de noviembre de 2006

ASIMETRIAS

Fin de sexenio

I En los casi 56 años de ejercicio del periodismo de este escribidor, jamás he sido testigo de un fin de sexenio tan patético como el que los mexicanos estamos viendo desarrollarse ante nuestros incrédulos ojos.

Y no sólo es un fin de fiesta patético, sino también tristísimo, secuela de una vorágine de descrédito y desprestigio del Presidente de la República que, en el caso, es aún Vicente Fox.

Don Vicente es el protagonista central de un drama que no sería tragedia -como lo es- por sus expresiones de comedia macabra. Es la tragedia de un hombre sin conciencia de su propia tontez. Y memez.

Y, secuencialmente, es, en igual vena, la tragedia también de México. Nuestra historia da fe fidelísima de presidentes bufonescos, ignaros, sin sentido común y con el juicio descarriado.

Este drama es personal -el de don Vicente-, pero compartido, por la altísima investidura de este hombre, por todos los mexicanos. Este personaje jamás comprendió la naturaleza real de dicha investidura.

Esa degradación -a nuestro ver, espectacular- de la más alta investidura, la de la Presidencia de la República, fue una constante peligrosísima en la actuación de don Vicente en estos seis años.

No huelga señalar que esa degradación de la investidura es parte del acervo vivencial colectivo de los mexicanos. Es parte insoslayable de nuestra propia psique social y, por ello mismo, histórica.

Ello es un verismo. El presidencialado del señor Fox es parte de nuestra historia. Y, como tal, ésta nos plantea desafíos que tal vez la inmensa mayoría del total de mexicanos no registremos ni veamos.

II El principal de esos desafíos es el de, primero, discernir cuáles son las lecciones de la historia -de este trozo sexenal de nuestro devenir- y, segundo, cómo aplicar esas moralejas.

Ello, empero, no significa que todos los mexicanos somos insensibles a esas lecciones que nos ofrece la historia. Una minoría -la más marginada- ha identificado esos desafíos.

Y les está saliendo al paso, mediante movilizaciones sociales de resistencia civil pacífica. Subráyese que esas movilizaciones populares no tienen precedente en la historia de México.

De ello nos dan cuenta las protestas contra el fraude electoral del 2 de julio pretérito, hecho el cual escapa a la semántica legalista, pero queda atrapado en la red de imperativos morales.

Y está Oaxaca. En ese estado el pueblo se ha insurreccionado ante el poder establecido desde hace generaciones por el capricho de una plutocracia insensible, arrogante, egoísta y cínicamente voraz.

Las movilizaciones sociales son legado del señor Fox contra la imposición de un Presidente espurio y la insurgencia civil oaxaqueña son legado irresponsable del señor Fox. Acercó la candela a la yesca.

El fraude electoral -cenit de un golpe de Estado- emblematiza el desempeño ignominioso, de negación misma del anhelo democrático de los mexicanos. Tuvimos un Pierrot decorativo en Los Pinos.

Pero ese pierrot no nos hizo sonreír ni reír. Su pintoresquismo banal disfrazaba mal -hasta en eso había ineptitud- insensibilidad y la ausencia de oficio político y sentido de la historia.

III Este drama personal del señor Fox -el del llamado efecto Alicia, por su equivalencia a la obra de Lewis Carroll, Alicia en el País de las Maravillas- es nuestro propio drama.

El espectáculo deprime el alma nacional. Un Presidente de la República que ha resultado ser, desde el vero primer día de su mandato, un fiasco. Por inepto. Y por corrupto. Y por enfermo.

Sí. Don Vicente es, a la luz de sus conductas públicas una persona que padece una obvia enfermedad mental, estrujado por las garras de la dependencia emocional y profundas inseguridades.

Esa dependencia emocional se ha traducido en una dependencia con respecto a un medicamento --el Prozac-- cuyos efectos son causales de controversias en los círculos de la ciencia médica.

Así es. Las controversias acerca del aludido medicamento devienen de sus secuelas: altera la capacidad para registrar, discernir y entender la realidad y el entorno inmediato y mediato.

El señor Fox -y la traumática experiencia sexenal vivida- son castigo a nuestras propias cortedades, la mayor de las cuales es nuestra pereza civil a asumir nosotros mismos nuestro destino.

Don Vicente fue creado por la mayoría de nosotros. Una mayoría tan insegura como él. Tan dependiente como él. Tan sometida a temores como él. Esa mayoría cree en lo increíble: que alguien la salvará

Los Periodistas