LA SIMILITUD DE MEXICO Y COLOMBIA
Nuestra América: México y Colombia: Los puntales del fascismo en América Latina / I
fermín Hurtado / tomado de: www.farcep.org
La imposición de Felipe Calderón como nuevo presidente de México, así como la reciente reelección del paraco Álvaro Uribe Vélez en Colombia, son ejemplos fehacientes del proceso de fascistización por el que atraviesa Nuestra América, como respuesta de las oligarquías locales y el imperialismo estadounidense a los diferentes procesos democráticos, patrióticos y revolucionarios que avanzan en nuestro continente, así como a la creciente crisis estructural del capitalismo a nivel mundial.
Brutal resulta esta crisis, que se manifiesta en los ámbitos económico, social, ecológico, cultural y político y, que para el caso latinoamericano, se traduce en una confrontación aguda entre explotados y explotadores. De ahí que las oligarquías recurran al fascismo y al terrorismo de Estado como políticas oficiales que les permitan seguir ostentando el poder y no perder sus magnos privilegios.
Jorge Dimítrov, gran dirigente búlgaro del movimiento comunista, reflexionó ampliamente sobre el fascismo a principios del siglo XX, aportando valiosos conocimientos a la clase trabajadora y a los pueblos del mundo –aún vigentes hasta nuestros días- sobre este fenómeno característico de la burguesía y las oligarquías. En el marco del VII Congreso de la Internacional Comunista, celebrado en 1935, Dimítrov afirmo que: “bajo las condiciones de la profundísima crisis económica desencadenada, de la violenta agudización de la crisis general de capitalismo, de la revolucionarización de las masas trabajadoras, el fascismo ha pasado a la ofensiva. La burguesía dominante busca cada vez más su salvación en el fascismo para llevar a cabo medidas excepcionales de expoliación contra los trabajadores, para preparar una guerra imperialista de rapiña, (…) para preparar la esclavización, (…) e impedir, por medio de todo esto, la revolución.
“Los imperialistas intentan descargar todo el peso de la crisis sobre las espaldas de los trabajadores. Para esto necesitan el fascismo.
“Tratan de resolver el problema de los mercados mediante la esclavización de los pueblos débiles, mediante el aumento de la opresión colonial y un nuevo reparto del mundo por la vía de la guerra. Para esto necesitan el fascismo”.
Cuánta razón y vigencia hay en las palabras de Dimítrov. En este sentido, la experiencia latinoamericana y caribeña de los últimos 20 años ha sido la del neoliberalismo, impuesto a sangre y fuego, sobre la base de un capitalismo subdesarrollado y dependiente… sin duda una combinación catastrófica.
El capitalismo neoliberal ha incrementado y acelerado las contradicciones de clase, depositando la enorme riqueza de nuestros países en unas cuantas personas y sumiendo a la gran mayoría en la más extrema pobreza. Esta situación calamitosa ha orillado a nuestros pueblos a levantarse y luchar de diversas maneras contra los responsables de tanta injusticia. Países como Argentina, Bolivia y Ecuador, donde los pueblos mediante la organización y la movilización han logrado derrocar presidentes, son claros ejemplos.
Ante tal situación las oligarquías latinoamericanas, siempre bajo la directriz yanqui, han desarrollado dos tipos de regímenes para gobernar:
Gobiernos socialdemócratas con presidentes de supuesta “izquierda”. Regimenes neoliberales con rostro amable que en realidad cumplen una función de paliativo y contención ante el enorme descontento popular y que mantiene intactos los problemas estructurales que aquejan a nuestros pueblos.
Gobiernos de clara y abierta filiación fascista, caracterizados por ser sanguinarios y brutales, y por privilegiar el uso de la represión, la guerra sucia y le terrorismo de Estado para frenar el avance de las fuerzas democráticas y revolucionarias de nuestro continente.
Indiscutiblemente ubicamos a Colombia y México dentro del segundo rubro.
Colombia lleva 4 años sumida en el terror del fascismo más descarado y desarrollado de Latinoamérica; en México, después del pasado 2 de julio, fecha en que se llevaron a cabo elecciones presidenciales, se disputó la posibilidad de llevar al poder a un supuesto gobierno de izquierda -encabezado por Andrés Manuel López Obrador- y la de profundizar con un gobierno de ultraderecha, fascista, presidido por Felipe Calderón. Se ha impuesto lo segundo.
El panorama que se vislumbra con Calderón y Uribe gobernando México y Colombia respectivamente, no es nada alentador; por el contrario, se prevé una descomposición mucho mayor en la vida política y social de las dos naciones hermanas.
El paraco Álvaro Uribe, pocos días después del 2 de julio, ya se regocijaba y felicitaba a Felipe Calderón (mejor conocido en México como FECAL) mediante una llamada telefónica al espurio “presidente electo”, a sabiendas de los graves cuestionamientos que pesan sobre Calderón y el reciente proceso electoral mexicano. En este sentido, nadie acusó al paraco Uribe de entrometerse en los asuntos internos de México, como sí se ha hecho con el presidente venezolano Hugo Chávez, quien desde una digna y consecuente posición se ha pronunciado por desconocer al fraudulento nuevo presidente.
A mediados de septiembre los principales asesores de Felipe Calderón se reunieron en Canadá con representantes de las corporaciones y del estamento militar estadounidense con la intención de profundizar la llamada “integración de América del Norte” (¡todavía más!!?), así como para asegurar una zona de abasto petrolero para la economía yanqui. Queda anunciada, con este encuentro entre el equipo de FECAL y los yanquis, la total privatización y entrega de la industria petrolera mexicana, nacionalizada por el General Lázaro Cárdenas en 1938.
El pasado 25 de septiembre, Felipe Calderón anunció su próxima gira latinoamericana. Comenzará a principios de octubre, y en su agenda figura como prioridad el encuentro con el paraco Uribe. FECAL pisará tierras bolivarianas, donde seguramente confabulará con el fascismo colombiano con el objetivo de adelantar el Plan Puebla Panamá (ahora mejor conocido como Plan Puebla Colombia) y afinar mecanismos de colaboración en materia de contrainsurgencia e inteligencia.
Un nuevo refuerzo para George W. Bush, con mayor vocación proyanqui y fascista que su antecesor Vicente Fox, tomará el poder en México.
El paraco Uribe y FECAL, los dos alfiles de Mister Diablo, ya se aprestan a combatir a nuestros pueblos en nombre del capital y la propiedad privada: el fascismo su doctrina y directriz.
Concretar y hacer realidad el objetivo de unificar las luchas y los pueblos de Nuestra América se hace imprescindible y urgente. Hoy es tarea y ocupación de primer orden para los luchadores sociales y revolucionarios de Latinoamérica combatir con determinación y coraje al fascismo
fermín Hurtado / tomado de: www.farcep.org
La imposición de Felipe Calderón como nuevo presidente de México, así como la reciente reelección del paraco Álvaro Uribe Vélez en Colombia, son ejemplos fehacientes del proceso de fascistización por el que atraviesa Nuestra América, como respuesta de las oligarquías locales y el imperialismo estadounidense a los diferentes procesos democráticos, patrióticos y revolucionarios que avanzan en nuestro continente, así como a la creciente crisis estructural del capitalismo a nivel mundial.
Brutal resulta esta crisis, que se manifiesta en los ámbitos económico, social, ecológico, cultural y político y, que para el caso latinoamericano, se traduce en una confrontación aguda entre explotados y explotadores. De ahí que las oligarquías recurran al fascismo y al terrorismo de Estado como políticas oficiales que les permitan seguir ostentando el poder y no perder sus magnos privilegios.
Jorge Dimítrov, gran dirigente búlgaro del movimiento comunista, reflexionó ampliamente sobre el fascismo a principios del siglo XX, aportando valiosos conocimientos a la clase trabajadora y a los pueblos del mundo –aún vigentes hasta nuestros días- sobre este fenómeno característico de la burguesía y las oligarquías. En el marco del VII Congreso de la Internacional Comunista, celebrado en 1935, Dimítrov afirmo que: “bajo las condiciones de la profundísima crisis económica desencadenada, de la violenta agudización de la crisis general de capitalismo, de la revolucionarización de las masas trabajadoras, el fascismo ha pasado a la ofensiva. La burguesía dominante busca cada vez más su salvación en el fascismo para llevar a cabo medidas excepcionales de expoliación contra los trabajadores, para preparar una guerra imperialista de rapiña, (…) para preparar la esclavización, (…) e impedir, por medio de todo esto, la revolución.
“Los imperialistas intentan descargar todo el peso de la crisis sobre las espaldas de los trabajadores. Para esto necesitan el fascismo.
“Tratan de resolver el problema de los mercados mediante la esclavización de los pueblos débiles, mediante el aumento de la opresión colonial y un nuevo reparto del mundo por la vía de la guerra. Para esto necesitan el fascismo”.
Cuánta razón y vigencia hay en las palabras de Dimítrov. En este sentido, la experiencia latinoamericana y caribeña de los últimos 20 años ha sido la del neoliberalismo, impuesto a sangre y fuego, sobre la base de un capitalismo subdesarrollado y dependiente… sin duda una combinación catastrófica.
El capitalismo neoliberal ha incrementado y acelerado las contradicciones de clase, depositando la enorme riqueza de nuestros países en unas cuantas personas y sumiendo a la gran mayoría en la más extrema pobreza. Esta situación calamitosa ha orillado a nuestros pueblos a levantarse y luchar de diversas maneras contra los responsables de tanta injusticia. Países como Argentina, Bolivia y Ecuador, donde los pueblos mediante la organización y la movilización han logrado derrocar presidentes, son claros ejemplos.
Ante tal situación las oligarquías latinoamericanas, siempre bajo la directriz yanqui, han desarrollado dos tipos de regímenes para gobernar:
Gobiernos socialdemócratas con presidentes de supuesta “izquierda”. Regimenes neoliberales con rostro amable que en realidad cumplen una función de paliativo y contención ante el enorme descontento popular y que mantiene intactos los problemas estructurales que aquejan a nuestros pueblos.
Gobiernos de clara y abierta filiación fascista, caracterizados por ser sanguinarios y brutales, y por privilegiar el uso de la represión, la guerra sucia y le terrorismo de Estado para frenar el avance de las fuerzas democráticas y revolucionarias de nuestro continente.
Indiscutiblemente ubicamos a Colombia y México dentro del segundo rubro.
Colombia lleva 4 años sumida en el terror del fascismo más descarado y desarrollado de Latinoamérica; en México, después del pasado 2 de julio, fecha en que se llevaron a cabo elecciones presidenciales, se disputó la posibilidad de llevar al poder a un supuesto gobierno de izquierda -encabezado por Andrés Manuel López Obrador- y la de profundizar con un gobierno de ultraderecha, fascista, presidido por Felipe Calderón. Se ha impuesto lo segundo.
El panorama que se vislumbra con Calderón y Uribe gobernando México y Colombia respectivamente, no es nada alentador; por el contrario, se prevé una descomposición mucho mayor en la vida política y social de las dos naciones hermanas.
El paraco Álvaro Uribe, pocos días después del 2 de julio, ya se regocijaba y felicitaba a Felipe Calderón (mejor conocido en México como FECAL) mediante una llamada telefónica al espurio “presidente electo”, a sabiendas de los graves cuestionamientos que pesan sobre Calderón y el reciente proceso electoral mexicano. En este sentido, nadie acusó al paraco Uribe de entrometerse en los asuntos internos de México, como sí se ha hecho con el presidente venezolano Hugo Chávez, quien desde una digna y consecuente posición se ha pronunciado por desconocer al fraudulento nuevo presidente.
A mediados de septiembre los principales asesores de Felipe Calderón se reunieron en Canadá con representantes de las corporaciones y del estamento militar estadounidense con la intención de profundizar la llamada “integración de América del Norte” (¡todavía más!!?), así como para asegurar una zona de abasto petrolero para la economía yanqui. Queda anunciada, con este encuentro entre el equipo de FECAL y los yanquis, la total privatización y entrega de la industria petrolera mexicana, nacionalizada por el General Lázaro Cárdenas en 1938.
El pasado 25 de septiembre, Felipe Calderón anunció su próxima gira latinoamericana. Comenzará a principios de octubre, y en su agenda figura como prioridad el encuentro con el paraco Uribe. FECAL pisará tierras bolivarianas, donde seguramente confabulará con el fascismo colombiano con el objetivo de adelantar el Plan Puebla Panamá (ahora mejor conocido como Plan Puebla Colombia) y afinar mecanismos de colaboración en materia de contrainsurgencia e inteligencia.
Un nuevo refuerzo para George W. Bush, con mayor vocación proyanqui y fascista que su antecesor Vicente Fox, tomará el poder en México.
El paraco Uribe y FECAL, los dos alfiles de Mister Diablo, ya se aprestan a combatir a nuestros pueblos en nombre del capital y la propiedad privada: el fascismo su doctrina y directriz.
Concretar y hacer realidad el objetivo de unificar las luchas y los pueblos de Nuestra América se hace imprescindible y urgente. Hoy es tarea y ocupación de primer orden para los luchadores sociales y revolucionarios de Latinoamérica combatir con determinación y coraje al fascismo