ING. CARDENAS CON EL RESPETO QUE SE MERECE: VAYA USTED E INGUE SU MAUSER
Cárdenas y Slim, el cerco a López Obrador
carlos acosta
México, D.F., 21 de septiembre (apro).- Vaya que le está lloviendo a Andrés Manuel López Obrador. A los ya cotidianos ataques de la Presidencia de la República, se sumaron los golpes bajos del otrora líder moral del PRD, Cuauhtémoc Cárdenas, y de Carlos Slim, el emblemático magnate, que cómodamente se desaparecieron durante la contienda electoral y que ahora reaparecen de manera por demás oportunista. Uno quiere recuperar espacios perdidos por voluntad propia y el otro quiere vender caro su amor al nuevo gobierno.
De la manera más cómoda y fácil, Cárdenas –quien renegó de su propia historia y se olvidó interesadamente del atraco del que fue objeto en 1988-- se pone ahora a pontificar sobre el presente y el futuro de la izquierda y la democracia en México. Incapaz de desprenderse de su egotismo, envenenada el alma por no ser candidato presidencial por cuarta vez, regateó cualquier apoyo a la campaña de la coalición Por el Bien de Todos y su candidato López Obrador. Sabía Cárdenas de lo que hubiera significado estar al lado de Andrés Manuel: a pesar de lo declinante de su fuerza moral, nadie duda de que, por su peso político, le habría dado tal fuerza al tabasqueño, que justo en este momento las cosas serían distintas. Pero prefirió que el árbol cayera para hacer leña de él. Y de la manera más grosera.
En efecto, tanto en la carta a Elena Poniatowska como en la entrevista al diario español La Vanguardia, Cárdenas pone a López Obrador –con una similitud insólita con los discursos de Felipe Calderón, el PAN y los empresarios que la emprendieron contra el excandidato-- como un peligro no sólo para la democracia y la izquierda mexicanas, sino para el país mismo.
Según Cárdenas, AMLO no sólo iba a seguir la política económica del “salinato” –entreguista, privatizadora, de destrucción de la planta productiva y su consecuente expulsión masiva de mano de obra, mayor concentración de la riqueza y demás bondades--, sino que se inclinaba por una política exterior subordinada a Estados Unidos. Y le reclama a aquél, en la carta a la escritora, no pronunciarse sobre temas como el estado de derecho, los contratos de servicios múltiples de Pemex, la extradición de ciudadanos vascos, la política migratoria de Estados Unidos, el ALCA y la ley de sociedades de convivencia, entre otros.
Aunque ahora diga Cuauhtémoc que le hizo propuestas a la Coalición y a su candidato, y que fue desoído, realmente no está claro que haya habido de su parte un verdadero interés por discutir con aquéllos algunos temas o participar en la definición de propuestas concretas durante la campaña.
Pero lo que no le perdona Cárdenas a López Obrador es haber hecho equipo con personajes que, a su juicio, son non gratos, muchos de los cuales participaron o ejecutaron el fraude electoral del 88, y que ahora “cambiaron de piel política” para aliarse a López Obrador y ganar poder.
Independientemente de que, en efecto, en el equipo de López Obrador haya habido personajes de pasado poco limpio, como el de algún expriista famoso por orquestar fraudes electorales en todo el país, Cárdenas descalifica y pasa a todos por el mismo rasero.
Pero ¿de veras en la política que se hace hoy, en el mundo, sólo se gana uniendo voluntades y experiencias de blancas palomas, de hombres y mujeres sin mancha, o de hombres y mujeres que nunca han sentido la necesidad de enderezar su perspectiva política e ideológica? ¿No él mismo debió abandonar al PRI que ya no llenaba sus expectativas?
Habrá que pedirle a Cárdenas una definición amplia y precisa de lo que es la política, el quehacer político, las formas “válidas” de hacer política.
Luego, en la entrevista con La Vanguardia, el ingeniero de plano se suelta el pelo. Dice que la candidatura de López Obrador no fue claramente de izquierda, ni en propuestas ni en compromiso, y que López Obrador, al no reconocer el triunfo de Calderón y autoproclamarse “presidente legítimo”, incurre en un grave error que puede tener un alto costo para el PRD, el movimiento democrático y la izquierda del país.
Y la perla: “México, como cualquier país democrático, no puede funcionar sin respeto a las instituciones y sin acato a las normas constitucionales”.
Para Cárdenas, pues, como lo decían empresarios y panistas, López Obrador es un peligro para el país.
Pero, otra vez, habría qué pedirle al fundador del PRD qué entiende por izquierda, si de veras hay izquierda en México, o cuántas izquierdas hay. Y si de veras hay izquierda y hay varias, quedó demostrado que es mejor aquella que, a pesar de los costos y las molestias, se hace escuchar, hace reaccionar al poder público y da lecciones de dignidad. Mejor ésa que la acomodaticia que, desde su encierro, sólo opina… y a destiempo.
Pero no sólo debió soportar López Obrador la andanada de Cárdenas, sino también la de Carlos Slim, quien calificó de “locura mexicana, kafkiana”, los plantones en Reforma y el Zócalo, pues “toman la ciudad que gobiernan”. Y como Cárdenas, insinuó que las acciones de López Obrador están debilitando y radicalizando a la izquierda.
Es decir, ambos quieren una izquierda calladita, tranquilita, que no haga olas. Sí, que tenga presencia, pero que no acceda al poder.
Pero lo que le interesaba a Slim era, aparte de criticar a López Obrador, ganarse la confianza del presidente electo designado por el Tribunal Electoral. Así, dijo tener coincidencias con la propuesta del panista Calderón de anteponer la generación de empleos como arma para abatir la pobreza. Zalamero, dijo: “El nuevo gobierno (sic) incluyó desde su campaña posiciones sociales a fondo. El candidato que ganó, Felipe Calderón, habló de ser el presidente del empleo, y yo estoy convencido de que la pobreza se combate con empleo y educación”.
Y muy de pasadita –en un foro organizado por la revista Forbes--, criticó el monopolio que ejercen las empresas de televisión por cable sobre los contenidos. Pero si a alguien se acusa en México de ejercer un monopolio –y el gobernador del Banco de México, Guillermo Ortiz, ha sido explícito y abundante en ello-- es justamente a él.
Nada inocente el discurso de Slim. Es como decirle a Calderón: ‘te apoyo, estoy contigo, pero no me toques’.
Y, por último, la Presidencia culminó el cuadro de ataques a López Obrador: dijo el vocero Rubén Aguilar que aquél puede decir lo que quiera, hasta misa, y puede declararse presidente o lo que quiera; total, no importa: el presidente será Felipe Calderón.
Dijo Aguilar: “Los discursos no derrocan a nadie, los discursos son discursos; lo que cuenta son los hechos”. Lo que diga López o lo que haga, no tienen importancia para la Presidencia; no le causan problema alguno. “Problemas son la pobreza, la inseguridad, la generación de empleos. Lo demás no tiene importancia”, dijo.
Vaya manera de contribuir a la concordia. Y vaya manera, la de Cárdenas y Slim, de darle la espalda a López Obrador.
carlos acosta
México, D.F., 21 de septiembre (apro).- Vaya que le está lloviendo a Andrés Manuel López Obrador. A los ya cotidianos ataques de la Presidencia de la República, se sumaron los golpes bajos del otrora líder moral del PRD, Cuauhtémoc Cárdenas, y de Carlos Slim, el emblemático magnate, que cómodamente se desaparecieron durante la contienda electoral y que ahora reaparecen de manera por demás oportunista. Uno quiere recuperar espacios perdidos por voluntad propia y el otro quiere vender caro su amor al nuevo gobierno.
De la manera más cómoda y fácil, Cárdenas –quien renegó de su propia historia y se olvidó interesadamente del atraco del que fue objeto en 1988-- se pone ahora a pontificar sobre el presente y el futuro de la izquierda y la democracia en México. Incapaz de desprenderse de su egotismo, envenenada el alma por no ser candidato presidencial por cuarta vez, regateó cualquier apoyo a la campaña de la coalición Por el Bien de Todos y su candidato López Obrador. Sabía Cárdenas de lo que hubiera significado estar al lado de Andrés Manuel: a pesar de lo declinante de su fuerza moral, nadie duda de que, por su peso político, le habría dado tal fuerza al tabasqueño, que justo en este momento las cosas serían distintas. Pero prefirió que el árbol cayera para hacer leña de él. Y de la manera más grosera.
En efecto, tanto en la carta a Elena Poniatowska como en la entrevista al diario español La Vanguardia, Cárdenas pone a López Obrador –con una similitud insólita con los discursos de Felipe Calderón, el PAN y los empresarios que la emprendieron contra el excandidato-- como un peligro no sólo para la democracia y la izquierda mexicanas, sino para el país mismo.
Según Cárdenas, AMLO no sólo iba a seguir la política económica del “salinato” –entreguista, privatizadora, de destrucción de la planta productiva y su consecuente expulsión masiva de mano de obra, mayor concentración de la riqueza y demás bondades--, sino que se inclinaba por una política exterior subordinada a Estados Unidos. Y le reclama a aquél, en la carta a la escritora, no pronunciarse sobre temas como el estado de derecho, los contratos de servicios múltiples de Pemex, la extradición de ciudadanos vascos, la política migratoria de Estados Unidos, el ALCA y la ley de sociedades de convivencia, entre otros.
Aunque ahora diga Cuauhtémoc que le hizo propuestas a la Coalición y a su candidato, y que fue desoído, realmente no está claro que haya habido de su parte un verdadero interés por discutir con aquéllos algunos temas o participar en la definición de propuestas concretas durante la campaña.
Pero lo que no le perdona Cárdenas a López Obrador es haber hecho equipo con personajes que, a su juicio, son non gratos, muchos de los cuales participaron o ejecutaron el fraude electoral del 88, y que ahora “cambiaron de piel política” para aliarse a López Obrador y ganar poder.
Independientemente de que, en efecto, en el equipo de López Obrador haya habido personajes de pasado poco limpio, como el de algún expriista famoso por orquestar fraudes electorales en todo el país, Cárdenas descalifica y pasa a todos por el mismo rasero.
Pero ¿de veras en la política que se hace hoy, en el mundo, sólo se gana uniendo voluntades y experiencias de blancas palomas, de hombres y mujeres sin mancha, o de hombres y mujeres que nunca han sentido la necesidad de enderezar su perspectiva política e ideológica? ¿No él mismo debió abandonar al PRI que ya no llenaba sus expectativas?
Habrá que pedirle a Cárdenas una definición amplia y precisa de lo que es la política, el quehacer político, las formas “válidas” de hacer política.
Luego, en la entrevista con La Vanguardia, el ingeniero de plano se suelta el pelo. Dice que la candidatura de López Obrador no fue claramente de izquierda, ni en propuestas ni en compromiso, y que López Obrador, al no reconocer el triunfo de Calderón y autoproclamarse “presidente legítimo”, incurre en un grave error que puede tener un alto costo para el PRD, el movimiento democrático y la izquierda del país.
Y la perla: “México, como cualquier país democrático, no puede funcionar sin respeto a las instituciones y sin acato a las normas constitucionales”.
Para Cárdenas, pues, como lo decían empresarios y panistas, López Obrador es un peligro para el país.
Pero, otra vez, habría qué pedirle al fundador del PRD qué entiende por izquierda, si de veras hay izquierda en México, o cuántas izquierdas hay. Y si de veras hay izquierda y hay varias, quedó demostrado que es mejor aquella que, a pesar de los costos y las molestias, se hace escuchar, hace reaccionar al poder público y da lecciones de dignidad. Mejor ésa que la acomodaticia que, desde su encierro, sólo opina… y a destiempo.
Pero no sólo debió soportar López Obrador la andanada de Cárdenas, sino también la de Carlos Slim, quien calificó de “locura mexicana, kafkiana”, los plantones en Reforma y el Zócalo, pues “toman la ciudad que gobiernan”. Y como Cárdenas, insinuó que las acciones de López Obrador están debilitando y radicalizando a la izquierda.
Es decir, ambos quieren una izquierda calladita, tranquilita, que no haga olas. Sí, que tenga presencia, pero que no acceda al poder.
Pero lo que le interesaba a Slim era, aparte de criticar a López Obrador, ganarse la confianza del presidente electo designado por el Tribunal Electoral. Así, dijo tener coincidencias con la propuesta del panista Calderón de anteponer la generación de empleos como arma para abatir la pobreza. Zalamero, dijo: “El nuevo gobierno (sic) incluyó desde su campaña posiciones sociales a fondo. El candidato que ganó, Felipe Calderón, habló de ser el presidente del empleo, y yo estoy convencido de que la pobreza se combate con empleo y educación”.
Y muy de pasadita –en un foro organizado por la revista Forbes--, criticó el monopolio que ejercen las empresas de televisión por cable sobre los contenidos. Pero si a alguien se acusa en México de ejercer un monopolio –y el gobernador del Banco de México, Guillermo Ortiz, ha sido explícito y abundante en ello-- es justamente a él.
Nada inocente el discurso de Slim. Es como decirle a Calderón: ‘te apoyo, estoy contigo, pero no me toques’.
Y, por último, la Presidencia culminó el cuadro de ataques a López Obrador: dijo el vocero Rubén Aguilar que aquél puede decir lo que quiera, hasta misa, y puede declararse presidente o lo que quiera; total, no importa: el presidente será Felipe Calderón.
Dijo Aguilar: “Los discursos no derrocan a nadie, los discursos son discursos; lo que cuenta son los hechos”. Lo que diga López o lo que haga, no tienen importancia para la Presidencia; no le causan problema alguno. “Problemas son la pobreza, la inseguridad, la generación de empleos. Lo demás no tiene importancia”, dijo.
Vaya manera de contribuir a la concordia. Y vaya manera, la de Cárdenas y Slim, de darle la espalda a López Obrador.
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