CIUDAD PERDIDA
Miguel Angel Velázquez
Nuevas formas de poder y política
No es nuevo, Alvarez Icaza, el de los derechos humanos del DF, acusa con la misma estrategia del partido de su preferencia, y de Calderón: la hipocresía y el doble discurso. Ya sabemos que para cubrir sus falsedades gritan y repiten, una y otra vez, que el mentiroso es quien les canta sus verdades y les arranca la careta. Maniobra clásica del panismo moderno.
Para ello pretende hacer creer a la gente, que ya sabe quién es y a dónde apunta, que sus reuniones con representantes de ONG de muchos estados del país son para hacer un balance de las relaciones entre ellas, que son blancas y no forman parte de la farsa que montó para hacer proselitismo a su favor, y alistarse para que Calderón le retribuya, por sus servicios, con la presidencia de la CNDH. Ni modo, ya nadie le puede creer, bueno, ni su amanuense.
Nuevas formas de poder y política
Desde el GDF se marcó la agenda nacional
Conservar boletas, otra burla del panismo
La pregunta ahora es: ¿Y cómo se gobierna sin el poder oficial? La duda tiene sus razones, porque en este país desde hace mucho tiempo sólo se ha escuchado la voz del amo, que esclavizó conciencias y mató la imaginación de los inconformes, de los indignados.
No obstante, ahora las nuevas formas de aplicar el poder y de hacer política marcan la agenda del suceso público desde la demanda y la urgencia ciudadanas, y dejan de lado los acuerdos que sólo responden al interés de pequeños grupos acaudalados.
El gobierno de la ciudad de México que encabezó Andrés Manuel López Obrador supo marcar la agenda, aún sin tener el poder total. Su forma de entender las necesidades de la gente más pobre, de las clases medias, y aún de los ricos, abrió nuevos caminos desde los cuales se empezaron a guiar los gobernantes de otros signos políticos.
López Obrador volcó todos sus esfuerzos para hacer que el poder adquiera la forma de solidaridad, y lo puso al servicio del bien común, que no debe entenderse como la suma de los egoísmos, sino como el bien mayor de la comunidad.
Fox, acorralado por los éxitos del Gobierno del DF, tuvo -no sin disgusto- que ayudar a los adultos mayores, por ejemplo; en el estado de México se inició la construcción de vías de comunicación elevadas, después de la inauguración de los segundos pisos en la capital; luego, tanto a escala federal como en los estados, cundió el buen ejemplo y las ayudas a madres solteras, a jóvenes y a los más desprotegidos en general, se impuso como parte de los planes de gobierno.
Es decir, se hizo gobierno para todos desde el proyecto iniciado en el gobierno de la ciudad de México; los constructores invirtieron en obras importantes y necesarias; los empleados, de muchos sectores, obtuvieron el trabajo que escaseaba; los jóvenes lograron ingresar a una nueva universidad. La agenda la marcó el trabajo.
Por eso, no resulta tan difícil pensar en cómo se podrá trabajar sin el poder formal, pero con el apoyo de la gente. Ahora no se tendrán los recursos, pero se tienen las demandas que impedirán, por ejemplo, que se vendan los recursos naturales al mejor postor y se esclavice a la población al mandato de las empresas trasnacionales y a los mexicanos desnacionalizados.
Una prueba de lo que será el rechazo a las políticas del gobierno usurpador se dará en la noche del 15. Si la gente decide, como ya se ha propuesto, dar la espalda al balcón central del Palacio Nacional, y guardar un silencio condenatorio mientras Fox escupe las palabras que recuerdan la independencia de México, y luego gritan para acompañar la arenga que levante López Obrador, no sólo se medirán las fuerzas de la razón contra la imposición, sino que se sabrá que ya no es posible gobernar de espaldas a la gente.
Claro que todo esto invocará, sin duda, el uso de la fuerza. El gobierno del odio que encabezará Felipe Calderón exigirá a Fox, como ellos dicen, "que despeje" el camino, y éste, a cambio de impunidad para él y los suyos, muy seguramente lo hará.
Pero todo esto no será más que una parte de lo que siempre ha hecho el panismo: utilizar el doble discurso para falsear la verdad, por eso se negó a aceptar, como se le pidió en su momento, el recuento voto por voto y casilla por casilla, y ahora nos sale con que se conserven las boletas, pero que nadie las vea. Eso es otra burla, para no creer en el gobierno impuesto. Y ahora ¿a quién quieren engañar?
No obstante, ahora las nuevas formas de aplicar el poder y de hacer política marcan la agenda del suceso público desde la demanda y la urgencia ciudadanas, y dejan de lado los acuerdos que sólo responden al interés de pequeños grupos acaudalados.
El gobierno de la ciudad de México que encabezó Andrés Manuel López Obrador supo marcar la agenda, aún sin tener el poder total. Su forma de entender las necesidades de la gente más pobre, de las clases medias, y aún de los ricos, abrió nuevos caminos desde los cuales se empezaron a guiar los gobernantes de otros signos políticos.
López Obrador volcó todos sus esfuerzos para hacer que el poder adquiera la forma de solidaridad, y lo puso al servicio del bien común, que no debe entenderse como la suma de los egoísmos, sino como el bien mayor de la comunidad.
Fox, acorralado por los éxitos del Gobierno del DF, tuvo -no sin disgusto- que ayudar a los adultos mayores, por ejemplo; en el estado de México se inició la construcción de vías de comunicación elevadas, después de la inauguración de los segundos pisos en la capital; luego, tanto a escala federal como en los estados, cundió el buen ejemplo y las ayudas a madres solteras, a jóvenes y a los más desprotegidos en general, se impuso como parte de los planes de gobierno.
Es decir, se hizo gobierno para todos desde el proyecto iniciado en el gobierno de la ciudad de México; los constructores invirtieron en obras importantes y necesarias; los empleados, de muchos sectores, obtuvieron el trabajo que escaseaba; los jóvenes lograron ingresar a una nueva universidad. La agenda la marcó el trabajo.
Por eso, no resulta tan difícil pensar en cómo se podrá trabajar sin el poder formal, pero con el apoyo de la gente. Ahora no se tendrán los recursos, pero se tienen las demandas que impedirán, por ejemplo, que se vendan los recursos naturales al mejor postor y se esclavice a la población al mandato de las empresas trasnacionales y a los mexicanos desnacionalizados.
Una prueba de lo que será el rechazo a las políticas del gobierno usurpador se dará en la noche del 15. Si la gente decide, como ya se ha propuesto, dar la espalda al balcón central del Palacio Nacional, y guardar un silencio condenatorio mientras Fox escupe las palabras que recuerdan la independencia de México, y luego gritan para acompañar la arenga que levante López Obrador, no sólo se medirán las fuerzas de la razón contra la imposición, sino que se sabrá que ya no es posible gobernar de espaldas a la gente.
Claro que todo esto invocará, sin duda, el uso de la fuerza. El gobierno del odio que encabezará Felipe Calderón exigirá a Fox, como ellos dicen, "que despeje" el camino, y éste, a cambio de impunidad para él y los suyos, muy seguramente lo hará.
Pero todo esto no será más que una parte de lo que siempre ha hecho el panismo: utilizar el doble discurso para falsear la verdad, por eso se negó a aceptar, como se le pidió en su momento, el recuento voto por voto y casilla por casilla, y ahora nos sale con que se conserven las boletas, pero que nadie las vea. Eso es otra burla, para no creer en el gobierno impuesto. Y ahora ¿a quién quieren engañar?
Alvarez Icaza
No es nuevo, Alvarez Icaza, el de los derechos humanos del DF, acusa con la misma estrategia del partido de su preferencia, y de Calderón: la hipocresía y el doble discurso. Ya sabemos que para cubrir sus falsedades gritan y repiten, una y otra vez, que el mentiroso es quien les canta sus verdades y les arranca la careta. Maniobra clásica del panismo moderno.
Para ello pretende hacer creer a la gente, que ya sabe quién es y a dónde apunta, que sus reuniones con representantes de ONG de muchos estados del país son para hacer un balance de las relaciones entre ellas, que son blancas y no forman parte de la farsa que montó para hacer proselitismo a su favor, y alistarse para que Calderón le retribuya, por sus servicios, con la presidencia de la CNDH. Ni modo, ya nadie le puede creer, bueno, ni su amanuense.