GOLPE DE ESTADO ELECTORAL
Golpe de Estado electoral en México”: Le Monde Diplomatique
roberto ponce
10/08/2006
México, D.F., 9 de agosto (apro).- Como “un golpe de Estado electoral que se comete ante nuestros ojos en México”, para imponer a Felipe Calderón en la presidencia de la República, califica el prestigioso periódico Le Monde Diplomatique, en su edición en español, las votaciones del pasado 2 de julio en “México fragmentado”, artículo de primera plana que abre el número 130 en su edición de agosto.
De ahí, dice, el interés de los medios de difusión, la iniciativa privada en México y la Casa Blanca en Washington, por evitar el triunfo de Andrés Manuel López Obrador, “a riesgo de sacrificar la democracia”.
El autor del texto es Ignacio Ramonet (España, 1943), jefe editor de Le Monde Diplomatique en español, periodista y profesor de la parisina Escuela de Altos Estudios en Ciencias Políticas y Sociales (EHESS) quien, además, manifiesta su sorpresa por el hermetismo internacional ante las irregularidades de la votación.
Ramonet ha publicado libros como La comunicación, víctima de mercaderes (1989); La tiranía de la comunicación (1999); Marcos, la dignidad rebelde (2001); La post-Televisión, y Fidel Castro a dos voces. Cien horas con Fidel (2006). Expone:
“El escrutinio del 2 de julio oponía a dos candidatos principales: Felipe Calderón, del PAN (de derechas y católico), declarado vencedor provisionalmente del escrutinio por el IFE, y Andrés Manuel López Obrador, del PRD (de izquierda moderada). Mucho antes del inicio de la campaña, estaba claro para el presidente Vicente Fox (PAN) y las autoridades en el poder que López Obrador, con su programa de lucha contra la pobreza, era el candidato a batir, por todos los medios”.
Señala: “Desde 2004, una maniobra, a base de cintas de video clandestinas difundidas por las cadenas Televisa y TV Azteca, adquiridas por el poder, trataban de desacreditar a López Obrador. Esa maniobra fue en vano.”
Y añade:
“Al año siguiente (2005), bajo el extravagante pretexto de no respetar las normas legales de construcción de una vía de acceso a un hospital, (López Obrador) sería condenado a ser encarcelado y privado del derecho a presentarse (como candidato presidencial) en las elecciones. Manifestaciones masivas de apoyo acabaron por obligar a las autoridades a reestablecerle sus derechos.”
Acerca de la violencia en los ataques sufridos por López Obrador, Ramonet cita el reportaje de John Ross, “Todos contra López Obrador” (All Against López Obrador) publicado en la revista Counterpunch el 6 de abril de 2006.
También colaborador de El País y consejero de Telesur, Ramonet desglosa:
“La operación de acoso y descrédito prosiguió. Y alcanzó un grado delirante en el curso de la campaña electoral. Y aún más a medida que un viento de pánico sopla sobre las oligarquías latinoamericanas (y sobre la administración de Estados Unidos) desde que la izquierda triunfa casi por todas partes: en Venezuela, en Brasil, en Uruguay, en Argentina, en Chile, en Bolivia… Y que las nuevas alianzas no excluyen a Cuba.”
(Precisamente sobre este punto, Le Monde Diplomatique había dedicado otro artículo anterior, en su edición española de junio pasado, “Una nueva América Latina se expresa en Cuba”, por Bernard Cassen.) Argumenta en “México fragmentado”:
“En tal contexto, la victoria de López Obrador (el Tribunal Federal Electoral resolverá el próximo 6 de septiembre) tendría consecuencias geopolíticas demasiado importantes. Y, por lo tanto, no la desean ni los empresarios ni los grades medios de comunicación mexicanos. Ni Washington. A riesgo de sacrificar la democracia.”
Fraude y mordaza
Parte medular de “México fragmentado” se conforma en una analogía:
“La comunidad internacional y las habituales organizaciones en defensa de las libertades que las hemos conocido tan activas en Serbia, en Georgia, en Ucrania y, más recientemente en Belorrusia, permanecen mudas, por así decirlo, ante el golpe de Estado electoral que se comete ante nuestros ojos en México.”
Ramonet cuestiona el silencio en torno al “golpe de Estado electoral en México”, que priva en organismos como Reporteros sin Fronteras; los ministros de la Unión Europea de Asuntos Exteriores o en Washington; el National Democratic Institute (NDI), presidido por Madelaine Albright, exsecretaria de Estado; la Freedom House, antiguo jefe de la CIA; el American Enterprise Institute, impulsado por el expresidente Gerald Ford e, incluso, el Open Society Institute, dirigido por George Soros.
Recuerda que todos ellos detectaron “manipulaciones masivas” y solicitaron “sanciones económicas”, junto con figuras norteamericanas de peso, como Henry Kissinger, Colin Powell y el senador Richard Lugar, presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores del Senado de Estados Unidos y enviado especial del presidente Bush, hablando abiertamente de “la degradación en la prensa en los últimos cuatro años” y “un vasto programa de fraudes” el día de las elecciones en Ucrania, el 23 de noviembre de 2004, “ya sea bajo la dirección de las autoridades o con su complicidad”:
“Ninguna de las personalidades o instituciones citadas anteriormente ha denunciado lo que acaba de pasar en México… ¿Se frotan los ojos? ¿Se preguntarán cómo se les han podido escapar tales declaraciones a propósito de la reciente elección presidencial en México? Tienen toda la razón para estar perplejos...”.
En contraste con las de México, para el autor de Nuevos poderíos, nuevos dueños del mundo y Geopolítica del caos --quien fundó en NGO Media Watch Global en 1997 con Roberto Savio--, las votaciones de Ucrania merecieron fuertes denuncias por voces airadas de la comunidad mundial:
“Un fraude masivo e indiscutible. José Manuel Barroso, presidente de la Comisión Europea lo admitió. Los 25 ministros de Asuntos Exteriores de la Unión Europea expresaron su ‘grave preocupación’. ‘Es importante que transmitamos de la forma más clara posible la inquietud y la de todos los Estados miembros sobre el resultado de la lección presidencial’”, había declarado el ministro holandés de Asuntos Exteriores.”
Y al abordar el anunciado “triunfo provisional como presidente” de Calderón por el IFE, Ramonet plantea:
“¿Se imaginan el clamor planetario si, por el contrario, esta misma elección se hubiera desarrollado en Venezuela y si el vencedor –por una diferencia de a penas un 0,56 % de los votos-- hubiera sido el presidente Hugo Chávez?”.
Esta idea de comparar las reacciones internacionales entre la votación presidencial de México 2006 y la de Ucrania 2004 fue originalmente planteada por James K. Galbraith, articulista del periódico londinense The Guardian el pasado 17 de julio, tabloide donde redactó tal conexión en “Sacando cifras matemáticas en México” (Doing Maths in México).
“Bush felicitó a Calderón, sin haberse esperado a la decisión final del máximo Tribunal Federal Electoral. Las agencias Reuters y Bloomberg han dado eco a la confianza de las elites, en el sentido de que Calderón ganará en las cortes, sin tomar en cuenta si hay encuestas que lo consideran vencedor.
“Cuando leemos The New York Times, sus cabezas mencionan los `reclamos izquierdistas de fraude`, pero Calderón es descrito como el `presidenciable` y, aunque el diario jamás dudó en declarar que el fraude ocurrió en Ucrania, al tratar la votación en México, aparentemente ha renunciado en sus deberes de investigar y fundamentar los hechos.”
Una diferencia entre ambas elecciones es clara, a decir de Galbraith:
“En Ucrania resultó extremadamente difícil dar con la evidencia del fraude, pero en México es verdaderamente sencillo. Esto se debe a que la autoridad encargada de los sufragios, conocida como el IFE, colocó por la red Internet, en tiempos reales, su muestreo inicial o PREP. Analistas independientes mantuvieron un seguimiento del PREP a lo largo de la noche (del 2 de julio) y determinaron que aquella estadística no constituía evidencia alguna… El recuento de los votos totalizados no corresponde a los porcentajes reportados.”
Galbraith apoya sus conclusiones de irregularidades electorales por artículos tomados de la prensa mexicana y, además, por una investigación del científico Luis Mochán, de la UNAM, donde acusa al IFE de “manipulación del conteo por el IFE en el PREP” y de “fraude”.
Es posible, aventura, que al iniciar el conteo la noche del 2 de julio, Calderón llevara la delantera “gracias a una generosa dádiva de las autoridades”, que al proseguir el recuento, esa ventaja se mantuvo por falta de reportes verídicos en los resultados, por lo que el propio Calderón sostuvo siempre ir a la cabeza durante el proceso de votación y que, al cierre final, se dieran los ajustes necesarios en beneficio de un aparente triunfo para Calderón.
“Sumados estos elementos, no existen motivos para creer en la razón generalmente aceptada de que fuese una votación cerrada. AMLO pudo ganar por mucho.”
Por ello, Ramonet apunta en Le Monde Diplomatique:
“En tal contexto, la victoria de López Obrador (el Tribunal Electoral resolverá el próximo 6 de septiembre) tendría consecuencias geopolíticas demasiado importantes. Y por lo tanto no la desean ni los empresarios, ni los grandes medios de comunicación mexicanos. Ni Washington. A riesgo de sacrificar la democracia.”
Y concluye:
“Pero López Obrador y el pueblo mexicano no han dicho su última palabra
roberto ponce
10/08/2006
México, D.F., 9 de agosto (apro).- Como “un golpe de Estado electoral que se comete ante nuestros ojos en México”, para imponer a Felipe Calderón en la presidencia de la República, califica el prestigioso periódico Le Monde Diplomatique, en su edición en español, las votaciones del pasado 2 de julio en “México fragmentado”, artículo de primera plana que abre el número 130 en su edición de agosto.
De ahí, dice, el interés de los medios de difusión, la iniciativa privada en México y la Casa Blanca en Washington, por evitar el triunfo de Andrés Manuel López Obrador, “a riesgo de sacrificar la democracia”.
El autor del texto es Ignacio Ramonet (España, 1943), jefe editor de Le Monde Diplomatique en español, periodista y profesor de la parisina Escuela de Altos Estudios en Ciencias Políticas y Sociales (EHESS) quien, además, manifiesta su sorpresa por el hermetismo internacional ante las irregularidades de la votación.
Ramonet ha publicado libros como La comunicación, víctima de mercaderes (1989); La tiranía de la comunicación (1999); Marcos, la dignidad rebelde (2001); La post-Televisión, y Fidel Castro a dos voces. Cien horas con Fidel (2006). Expone:
“El escrutinio del 2 de julio oponía a dos candidatos principales: Felipe Calderón, del PAN (de derechas y católico), declarado vencedor provisionalmente del escrutinio por el IFE, y Andrés Manuel López Obrador, del PRD (de izquierda moderada). Mucho antes del inicio de la campaña, estaba claro para el presidente Vicente Fox (PAN) y las autoridades en el poder que López Obrador, con su programa de lucha contra la pobreza, era el candidato a batir, por todos los medios”.
Señala: “Desde 2004, una maniobra, a base de cintas de video clandestinas difundidas por las cadenas Televisa y TV Azteca, adquiridas por el poder, trataban de desacreditar a López Obrador. Esa maniobra fue en vano.”
Y añade:
“Al año siguiente (2005), bajo el extravagante pretexto de no respetar las normas legales de construcción de una vía de acceso a un hospital, (López Obrador) sería condenado a ser encarcelado y privado del derecho a presentarse (como candidato presidencial) en las elecciones. Manifestaciones masivas de apoyo acabaron por obligar a las autoridades a reestablecerle sus derechos.”
Acerca de la violencia en los ataques sufridos por López Obrador, Ramonet cita el reportaje de John Ross, “Todos contra López Obrador” (All Against López Obrador) publicado en la revista Counterpunch el 6 de abril de 2006.
También colaborador de El País y consejero de Telesur, Ramonet desglosa:
“La operación de acoso y descrédito prosiguió. Y alcanzó un grado delirante en el curso de la campaña electoral. Y aún más a medida que un viento de pánico sopla sobre las oligarquías latinoamericanas (y sobre la administración de Estados Unidos) desde que la izquierda triunfa casi por todas partes: en Venezuela, en Brasil, en Uruguay, en Argentina, en Chile, en Bolivia… Y que las nuevas alianzas no excluyen a Cuba.”
(Precisamente sobre este punto, Le Monde Diplomatique había dedicado otro artículo anterior, en su edición española de junio pasado, “Una nueva América Latina se expresa en Cuba”, por Bernard Cassen.) Argumenta en “México fragmentado”:
“En tal contexto, la victoria de López Obrador (el Tribunal Federal Electoral resolverá el próximo 6 de septiembre) tendría consecuencias geopolíticas demasiado importantes. Y, por lo tanto, no la desean ni los empresarios ni los grades medios de comunicación mexicanos. Ni Washington. A riesgo de sacrificar la democracia.”
Fraude y mordaza
Parte medular de “México fragmentado” se conforma en una analogía:
“La comunidad internacional y las habituales organizaciones en defensa de las libertades que las hemos conocido tan activas en Serbia, en Georgia, en Ucrania y, más recientemente en Belorrusia, permanecen mudas, por así decirlo, ante el golpe de Estado electoral que se comete ante nuestros ojos en México.”
Ramonet cuestiona el silencio en torno al “golpe de Estado electoral en México”, que priva en organismos como Reporteros sin Fronteras; los ministros de la Unión Europea de Asuntos Exteriores o en Washington; el National Democratic Institute (NDI), presidido por Madelaine Albright, exsecretaria de Estado; la Freedom House, antiguo jefe de la CIA; el American Enterprise Institute, impulsado por el expresidente Gerald Ford e, incluso, el Open Society Institute, dirigido por George Soros.
Recuerda que todos ellos detectaron “manipulaciones masivas” y solicitaron “sanciones económicas”, junto con figuras norteamericanas de peso, como Henry Kissinger, Colin Powell y el senador Richard Lugar, presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores del Senado de Estados Unidos y enviado especial del presidente Bush, hablando abiertamente de “la degradación en la prensa en los últimos cuatro años” y “un vasto programa de fraudes” el día de las elecciones en Ucrania, el 23 de noviembre de 2004, “ya sea bajo la dirección de las autoridades o con su complicidad”:
“Ninguna de las personalidades o instituciones citadas anteriormente ha denunciado lo que acaba de pasar en México… ¿Se frotan los ojos? ¿Se preguntarán cómo se les han podido escapar tales declaraciones a propósito de la reciente elección presidencial en México? Tienen toda la razón para estar perplejos...”.
En contraste con las de México, para el autor de Nuevos poderíos, nuevos dueños del mundo y Geopolítica del caos --quien fundó en NGO Media Watch Global en 1997 con Roberto Savio--, las votaciones de Ucrania merecieron fuertes denuncias por voces airadas de la comunidad mundial:
“Un fraude masivo e indiscutible. José Manuel Barroso, presidente de la Comisión Europea lo admitió. Los 25 ministros de Asuntos Exteriores de la Unión Europea expresaron su ‘grave preocupación’. ‘Es importante que transmitamos de la forma más clara posible la inquietud y la de todos los Estados miembros sobre el resultado de la lección presidencial’”, había declarado el ministro holandés de Asuntos Exteriores.”
Y al abordar el anunciado “triunfo provisional como presidente” de Calderón por el IFE, Ramonet plantea:
“¿Se imaginan el clamor planetario si, por el contrario, esta misma elección se hubiera desarrollado en Venezuela y si el vencedor –por una diferencia de a penas un 0,56 % de los votos-- hubiera sido el presidente Hugo Chávez?”.
Esta idea de comparar las reacciones internacionales entre la votación presidencial de México 2006 y la de Ucrania 2004 fue originalmente planteada por James K. Galbraith, articulista del periódico londinense The Guardian el pasado 17 de julio, tabloide donde redactó tal conexión en “Sacando cifras matemáticas en México” (Doing Maths in México).
“Bush felicitó a Calderón, sin haberse esperado a la decisión final del máximo Tribunal Federal Electoral. Las agencias Reuters y Bloomberg han dado eco a la confianza de las elites, en el sentido de que Calderón ganará en las cortes, sin tomar en cuenta si hay encuestas que lo consideran vencedor.
“Cuando leemos The New York Times, sus cabezas mencionan los `reclamos izquierdistas de fraude`, pero Calderón es descrito como el `presidenciable` y, aunque el diario jamás dudó en declarar que el fraude ocurrió en Ucrania, al tratar la votación en México, aparentemente ha renunciado en sus deberes de investigar y fundamentar los hechos.”
Una diferencia entre ambas elecciones es clara, a decir de Galbraith:
“En Ucrania resultó extremadamente difícil dar con la evidencia del fraude, pero en México es verdaderamente sencillo. Esto se debe a que la autoridad encargada de los sufragios, conocida como el IFE, colocó por la red Internet, en tiempos reales, su muestreo inicial o PREP. Analistas independientes mantuvieron un seguimiento del PREP a lo largo de la noche (del 2 de julio) y determinaron que aquella estadística no constituía evidencia alguna… El recuento de los votos totalizados no corresponde a los porcentajes reportados.”
Galbraith apoya sus conclusiones de irregularidades electorales por artículos tomados de la prensa mexicana y, además, por una investigación del científico Luis Mochán, de la UNAM, donde acusa al IFE de “manipulación del conteo por el IFE en el PREP” y de “fraude”.
Es posible, aventura, que al iniciar el conteo la noche del 2 de julio, Calderón llevara la delantera “gracias a una generosa dádiva de las autoridades”, que al proseguir el recuento, esa ventaja se mantuvo por falta de reportes verídicos en los resultados, por lo que el propio Calderón sostuvo siempre ir a la cabeza durante el proceso de votación y que, al cierre final, se dieran los ajustes necesarios en beneficio de un aparente triunfo para Calderón.
“Sumados estos elementos, no existen motivos para creer en la razón generalmente aceptada de que fuese una votación cerrada. AMLO pudo ganar por mucho.”
Por ello, Ramonet apunta en Le Monde Diplomatique:
“En tal contexto, la victoria de López Obrador (el Tribunal Electoral resolverá el próximo 6 de septiembre) tendría consecuencias geopolíticas demasiado importantes. Y por lo tanto no la desean ni los empresarios, ni los grandes medios de comunicación mexicanos. Ni Washington. A riesgo de sacrificar la democracia.”
Y concluye:
“Pero López Obrador y el pueblo mexicano no han dicho su última palabra
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