EL FFRAUDE
El fraude: las piezas del rompecabezas
Durante décadas el Partido Revolucionario Institucional (PRI) desarrolló una compleja alquimia para ganar elecciones. Esos saberes se pusieron el 2 de julio al servicio del Partido Acción Nacional (PAN). Los mapaches tricolores se volvieron mapaches blanquiazules. ¿Cómo lo hicieron? La organización del fraude electoral tiene una estructura piramidal: en el vértice superior se encuentran los gobernadores, en la parte más baja una célula integrada por movilizadores, responsables de las secciones electorales y "casas amigas".
El movilizador se encarga de llevar a las casillas a grupos de ciudadanos que previamente han comprometido su sufragio con un partido. En ocasiones, sobre todo en regiones rurales o barrios urbanos pobres, él es el encargado de trasladar a las personas leales a los centros de votación. Frecuentemente tiene ya en su posesión las credenciales de elector del grupo, que obtuvo tras la promesa de dar solución a alguna gestión.
El movilizador es el primero en ir a votar, pero, en lugar de depositar la boleta, la esconde y la saca de la casilla. El entrega su boleta cruzada por un candidato a la persona que se ha comprometido a apoyarlo. Al entrar a la casilla, esa persona recibe una nueva papeleta que debe conservar en blanco, depositando el voto ya cruzado que le dio el movilizador. Al salir entrega la boleta sin cruzar al movilizador que, a cambio, le da entre 50 y 100 pesos. A continuación el movilizador cruza a favor de su candidato la papeleta que le entregan y le da el voto a un nuevo ciudadano para que repita la operación. El mecanismo se repite sin interrupción hasta que el último integrante del grupo leal sufraga. Se engarzan así los eslabones que integran esta cadena humana.
Cuando en el operativo cuentan, además, con boletas adicionales distintas a las entregadas originalmente en las casillas, las van depositando sigilosamente. De esa manera embarazan las urnas.
Las personas que ya han votado son trasladadas a una "casa amiga", donde les dan de desayunar menudo o birria o barbacoa y cerveza. Al terminar se les regala un pequeño obsequio: bolsas para mandado, gorras, camisetas.
Los movilizadores y las "casas amigas" son coordinados, a su vez, por un responsable seccional que tiene bajo su responsabilidad varias casillas. El es quien recibe los recursos económicos que sirven para traslados, comidas y compras de voto.
No es inusual que los funcionarios de casilla, los representantes del partido al que se pertenece y los representantes de los otros partidos formen parte de esta cadena humana. Muchos son maestros pertenecientes al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE). Al término de la jornada electoral, con ellos se pueden incrementar los votos a favor del candidato que se apoya y restárselos a los otros, sea anulándolos o contándolos mal. Cuando la vigilancia de la oposición es deficiente o ha sido sobornada se pueden alterar las actas del escrutinio con facilidad.
No es necesario, ni conveniente, alterar la votación en todas las casillas, sino que hay que concentrarse en algunas. Nada se deja al azar. Las casillas donde se centraliza el fraude son seleccionadas previamente, a partir de los informes de los promotores del Instituto Federal Electoral (IFE), de los padrones de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedeso) y de seguridad nacional.
Los gobernadores priístas son los responsables últimos de organizar esta cadena. Varios de ellos, sobre todo del norte del país, también lo fueron en esta ocasión, pero no para apoyar a Roberto Madrazo, sino a Felipe Calderón. En lugar de entregar los recursos económicos a los operadores de su partido, le dieron largas al asunto y terminaron otorgándoselos a la red paralela organizada por Elba Esther Gordillo y el SNTE.
Como mostró Enrique Galván (La Jornada, 1º de agosto de 2006), para este trabajo de alquimia Gordillo contó con mil 350 millones de pesos proporcionados por el gobierno federal al sindicato: 900 millones de pesos para "estímulos al magisterio" y 450 millones de pesos para computadoras, manejados a través de un fideicomiso al frente del cual se encuentra Fernando González, yerno de la maestra e íntimo amigo de Luis Carlos Ugalde. Tuvo, además, el apoyo de los gobernadores del norte del país que pertenecen al PRI. El operativo involucró, según el sindicato magisterial, a cerca de 200 mil maestros. Chuy Zúñiga, el responsable de operar en Guanajuato, recibió una calurosa felicitación de la profesora Gordillo por su eficaz desempeño.
La falta de recursos económicos por parte de la coalición Por el Bien de Todos, las pugnas entre los dirigentes partidarios y las redes ciudadanas, y la debilidad del trabajo en el cuidado de las casillas y la defensa del voto, favorecieron el trabajo de los mapaches blanquiazules.
El fraude contó también con la ayuda de dirigentes de la coalición Por el Bien de Todos, que ofrecieron credenciales de elector de sus integrantes a cambio de programas de vivienda o solución de demandas de sus afiliados. Esas credenciales no le dieron más sufragios a Felipe Calderón, pero impidieron que López Obrador los tuviera. A ellos se le sumaron multitud de simpatizantes del Peje que fueron rasurados del padrón electoral por el IFE.
Estas son algunas de las piezas del rompecabezas del fraude electoral del 2 de julio. El que algunos intelectuales dicen que no existió. Son las piezas del piso inferior de la pirámide. No muestran el papel que otros actores tuvieron en su organización. Algunos han sido explicados por Julio Hernández López en las páginas de este diario. Otros han sido expuestos por la coalición. Algunos más aún están a la espera de una explicación más detallada.
LA JORNADA
Durante décadas el Partido Revolucionario Institucional (PRI) desarrolló una compleja alquimia para ganar elecciones. Esos saberes se pusieron el 2 de julio al servicio del Partido Acción Nacional (PAN). Los mapaches tricolores se volvieron mapaches blanquiazules. ¿Cómo lo hicieron? La organización del fraude electoral tiene una estructura piramidal: en el vértice superior se encuentran los gobernadores, en la parte más baja una célula integrada por movilizadores, responsables de las secciones electorales y "casas amigas".
El movilizador se encarga de llevar a las casillas a grupos de ciudadanos que previamente han comprometido su sufragio con un partido. En ocasiones, sobre todo en regiones rurales o barrios urbanos pobres, él es el encargado de trasladar a las personas leales a los centros de votación. Frecuentemente tiene ya en su posesión las credenciales de elector del grupo, que obtuvo tras la promesa de dar solución a alguna gestión.
El movilizador es el primero en ir a votar, pero, en lugar de depositar la boleta, la esconde y la saca de la casilla. El entrega su boleta cruzada por un candidato a la persona que se ha comprometido a apoyarlo. Al entrar a la casilla, esa persona recibe una nueva papeleta que debe conservar en blanco, depositando el voto ya cruzado que le dio el movilizador. Al salir entrega la boleta sin cruzar al movilizador que, a cambio, le da entre 50 y 100 pesos. A continuación el movilizador cruza a favor de su candidato la papeleta que le entregan y le da el voto a un nuevo ciudadano para que repita la operación. El mecanismo se repite sin interrupción hasta que el último integrante del grupo leal sufraga. Se engarzan así los eslabones que integran esta cadena humana.
Cuando en el operativo cuentan, además, con boletas adicionales distintas a las entregadas originalmente en las casillas, las van depositando sigilosamente. De esa manera embarazan las urnas.
Las personas que ya han votado son trasladadas a una "casa amiga", donde les dan de desayunar menudo o birria o barbacoa y cerveza. Al terminar se les regala un pequeño obsequio: bolsas para mandado, gorras, camisetas.
Los movilizadores y las "casas amigas" son coordinados, a su vez, por un responsable seccional que tiene bajo su responsabilidad varias casillas. El es quien recibe los recursos económicos que sirven para traslados, comidas y compras de voto.
No es inusual que los funcionarios de casilla, los representantes del partido al que se pertenece y los representantes de los otros partidos formen parte de esta cadena humana. Muchos son maestros pertenecientes al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE). Al término de la jornada electoral, con ellos se pueden incrementar los votos a favor del candidato que se apoya y restárselos a los otros, sea anulándolos o contándolos mal. Cuando la vigilancia de la oposición es deficiente o ha sido sobornada se pueden alterar las actas del escrutinio con facilidad.
No es necesario, ni conveniente, alterar la votación en todas las casillas, sino que hay que concentrarse en algunas. Nada se deja al azar. Las casillas donde se centraliza el fraude son seleccionadas previamente, a partir de los informes de los promotores del Instituto Federal Electoral (IFE), de los padrones de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedeso) y de seguridad nacional.
Los gobernadores priístas son los responsables últimos de organizar esta cadena. Varios de ellos, sobre todo del norte del país, también lo fueron en esta ocasión, pero no para apoyar a Roberto Madrazo, sino a Felipe Calderón. En lugar de entregar los recursos económicos a los operadores de su partido, le dieron largas al asunto y terminaron otorgándoselos a la red paralela organizada por Elba Esther Gordillo y el SNTE.
Como mostró Enrique Galván (La Jornada, 1º de agosto de 2006), para este trabajo de alquimia Gordillo contó con mil 350 millones de pesos proporcionados por el gobierno federal al sindicato: 900 millones de pesos para "estímulos al magisterio" y 450 millones de pesos para computadoras, manejados a través de un fideicomiso al frente del cual se encuentra Fernando González, yerno de la maestra e íntimo amigo de Luis Carlos Ugalde. Tuvo, además, el apoyo de los gobernadores del norte del país que pertenecen al PRI. El operativo involucró, según el sindicato magisterial, a cerca de 200 mil maestros. Chuy Zúñiga, el responsable de operar en Guanajuato, recibió una calurosa felicitación de la profesora Gordillo por su eficaz desempeño.
La falta de recursos económicos por parte de la coalición Por el Bien de Todos, las pugnas entre los dirigentes partidarios y las redes ciudadanas, y la debilidad del trabajo en el cuidado de las casillas y la defensa del voto, favorecieron el trabajo de los mapaches blanquiazules.
El fraude contó también con la ayuda de dirigentes de la coalición Por el Bien de Todos, que ofrecieron credenciales de elector de sus integrantes a cambio de programas de vivienda o solución de demandas de sus afiliados. Esas credenciales no le dieron más sufragios a Felipe Calderón, pero impidieron que López Obrador los tuviera. A ellos se le sumaron multitud de simpatizantes del Peje que fueron rasurados del padrón electoral por el IFE.
Estas son algunas de las piezas del rompecabezas del fraude electoral del 2 de julio. El que algunos intelectuales dicen que no existió. Son las piezas del piso inferior de la pirámide. No muestran el papel que otros actores tuvieron en su organización. Algunos han sido explicados por Julio Hernández López en las páginas de este diario. Otros han sido expuestos por la coalición. Algunos más aún están a la espera de una explicación más detallada.
LA JORNADA