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domingo, 7 de noviembre de 2010

La crueldad como regla

María Teresa Jardí

Los señores Senadores de la República se preparan para estrenar el día 20 de noviembre el nuevo edificio que como sede para ese Poder se han construido a un costo millonario, es de suponer, viendo el inmueble. Quieren, ese día, por aquello de la fracasada Revolución mexicana, también es de suponer, tomarse una foto para el recuerdo sobre la fachada que da a la calle de Reforma donde se ubica el inmueble, colindando con las calles de París y de Madrid, en la colonia Juárez, en la Delegación Cuauhtémoc, de la ciudad capital del país.

Y le exigen a la delegación —o incluso al jefe de gobierno— que quite de las calles laterales que ocupa el inmueble los puestos de comida establecidos con los respectivos permisos de trabajo y lo hacen sin, al menos, negociar para los afectados una alternativa. Eso a ellos no les corresponde. Simplemente no quieren que esos lugares de trabajo de otros, que son sus semejantes, “les afeen la vista”.

Se trata de una serie de puestos de metal debidamente establecidos y con los permisos en regla, repito, en los que se venden: tacos de guisado, comida japonesa, comida corrida, tortas y hamburguesas. Comida barata en una zona llena de oficinas.

Puestos en los que incluso los empleados de los señores senadores, a los que no les alcanza para comer los manjares de los que sus jefes disfrutan a diario, encontrarían la comida que para pagar les alcanza con el ridículo salario que en México tienen los empleados que no disfrutan de las prebendas de los jefes y altos jefes, a los que, como la mafia que detenta el poder quiere mantenerlos contentos, comparte como limosna con ellos.

No importa a los legisladores la cancelación de la forma de vida lo mismo de invidentes, que madres solteras, que de otros jefes de familia; el argumento, repito, es “que les afean la vista”.

A los señores representantes del Poder Legislativo no les importa que se queden sin forma de sustento unos cuantos jefes de familia más.

¿Qué tanto es tantito más en un lugar donde de un plumazo se deja sin trabajo a cuarenta y cuatro mil trabajadores para enriquecer más a empresas extranjeras y a la telebasura?

Que la pobreza no les afee la vista, sí, es lo que exigen los que hace tiempo que han dejado de ser representantes legítimos de un pueblo condenado a estar en manos de individuos de la calaña de los representantes ¿populares? No, qué va. A la basura chatarra no le prohíben los mentirosos anuncios ofertando lo que no son sus productos, los mismos señores, maiceados por las empresas chatarra, que son las únicas que en México se van a quedar, como alerta el intervencionista embajador yanqui, debido a la violencia inaudita instaurada para asesinar con saña a los jóvenes ¿futuro de la patria? Ya se sabe que aquí cancelado tiene el futuro la nación mexicana condenada a no ser quizá nunca más soberana.

La impunidad como regla, la crueldad como arma contra los pobres y la pobreza decidida, también por el Legislativo, tan usurpador, por otro lado, como el actual Ejecutivo emanado de la derecha panista.

Un amigo de la infancia, que coquetea con la idea de irse a vivir a otro lugar, le pregunta a mi sobrina, de vacaciones unos días por Cancún, en Puerto Morelos donde él vive, hasta dónde está dispuesta ella a permitir que se nos siga cancelando el derecho irrenunciable a disfrutar de una vida digna. No quiere nietos enjaulados, cuando sus padres, como nuestra familia, perdieron la patria luchando por una España republicana, libre y soberana. Y sí, esa es la pregunta que todos nos tendríamos que empezar a hacer. El Estado mexicano ha sido cancelado y el pacto social no funciona ya ni siquiera fingiendo guardar las formas.