ALTA TRAICIÓN EN LOS PINOS

Línea Directa

Siguiendo la tónica de los exquisitos gustos de esa casta de traidores, por los acuerdos secretos, realizados a espaldas de las mayorías sociales mexicanas, la cúpula del poder Ejecutivo llevó a cabo el acto de cesión de soberanía que alcanzó los límites de la traición a la patria.

Qué se podía esperar del “insigne” hijo de alguien que fungió como “honroso” correo de las fuerzas rebeldes de los cristeros durante la guerra religiosa de la primera mitad del siglo XX en México.

Otra vez, a espaldas del pueblo, Felpe Calderón Hinojosa, traicionando el juramento con el cual en forma espuria participó, para hacerse investir en el Congreso con la Banda Presidencial, pidió la ayuda de un gobierno extranjero para que con la fuerza de sus instituciones militares y policíacas, el Imperio viniera a tomar el mando de los sectores estratégicos de la seguridad nacional.

Con esa acción ya no es necesario esperar el juicio de la historia. Ya, desde ese nefasto día, Felipe Calderón es un traidor y así merece ser denominado y escarnecido. Así se resume el mensaje que la señora Napolitano reveló a un medio de comunicación estadounidense, en un mensaje en el que explicó la presencia en nuestro país de las primeras fuerzas encubiertas de ocupación actuando en nuestro territorio. Según ella las fuerzas encubiertas de ocupación están aquí a petición directa de Calderón y, lo más grave, por parte del Gobierno federal no ha habido ningún desmentido oficial a las palabras de la señora Janet Napolitano.

Calderón, que se sepa, no obtuvo ningún consenso del resto del Gobierno mexicano para tomar tan trascendental decisión. Ni el Congreso, ni la Suprema Corte de Justicia fueron enterados de la decisión que atañe hasta el último de los ciudadanos mexicanos, e incluso de los habitantes de Latinoamérica. Solo Calderón, porque sintió que se le acababa el último raigón del poder legítimo que le restaba, vendió por unas migajas su dignidad, la de sus hijos y la del resto de una familia, la que nunca debió haber llegado a gobernar nuestra patria.

Sin embargo, todos sabemos que no llegó solo a la Presidencia. El grupo de la élite empresarial que impulsó a Calderón y aportó los recursos para poder sentarlo en la silla presidencial, esta formado por personas tan traidoras como él. Sus socios, los dueños de los poderes fácticos del Estado mexicano, una mafia que ha venido usufructuando el poder económico e, incluso el político, y que son los nuevos dueños de las multimillonarias concesiones de comunicación electrónica, también merecen ser tratados como traidores.

Acaso alguien puede presumir de tanta ingenuidad cuando, casi simultáneamente a las declaraciones de la Napolitano, el presidente Obama anunció oficialmente, la apertura de amplias zonas fronterizas de Texas y del Golfo de México, justo en los linderos de nuestro país que curiosamente son susceptibles de ser explotadas para la extracción petrolera. Fronteras que se diluirán o modificarán a conveniencia de los modernos invasores. ¿Acaso a los mexicanos no nos mueve a la sospecha, que esa sea la justificación y el precio que México habrá de pagar por la que gracias a Calderón y sus testaferros, nos resultará muy costosa ayuda del imperio para que vengan a poner en orden al país, geopolíticamente, más importante para ellos? Cuando nos referimos s sus testaferros incluimos a los secretarios de la SEDENA y de Mariana, antiguos garantes de la soberanía.

Con esta venta de soberanía que realizó Calderón, el Pentágono puso en jaque mate a un México engañado, socialmente semidestruido y mayoritariamente sojuzgado.