INFLUENZA: Los incrédulos
Javier Solorzano
No son casuales las dudas. Estamos ante un fenómeno grave, atípico, sorpresivo e inédito: virus de influenza humana; sin embargo, no todos lo ven igual. La incredulidad y las suposiciones han aparecido y tienen su buena dosis de razón. Hemos vivido innumerables experiencias desastrosas las cuales al final del camino han tenido explicaciones que a nadie satisfacen. Digamos que la suma de situaciones de toda índole que hemos padecido en automático ha construido nuestra incredulidad. Suponemos que, al igual que muchos, quien escribe ha escuchado una buena cantidad de hipótesis de por qué nos andan “asustando con eso de la enfermedad”.
Muchas de las interpretaciones tienen una lógica y no vienen precisamente de la clase política o de la oposición, aunque por ahí uno que otro se haya lanzado al ruedo. Lo que se dice viene de la calle. Es cosa de subirse a un taxi para escuchar todo tipo de historias que, si bien pueden rayar en el absurdo, tienen que ver con la percepción social de lo que se vive y del gobierno, sea panista o priísta. Existe una interpretación de los hechos con base en una experiencia, y en la memoria colectiva surgen situaciones que se vivieron en otro tiempo que, por más que hoy parezcan hasta de risa, en los días en que se hablaba de ellas se convirtieron en tema de conversación e inclusive de creencia irracionales, como el caso del afamado “chupacabras”. Lo que se percibe y se cree en la mayoría de los casos es, y más aún en una sociedad que se va inventando la vida y que se la ha pasado acompañada de la desconfianza y la incredulidad.
No es para verse tan a la ligera lo que la gente en la calle anda viendo o inventándose. Al interpretar que el virus de la influenza humana como algo menor, lo que produce es que se tomen a la ligera las indicaciones de las autoridades, lo que puede dejarnos entre la vida y la muerte. Han sido tantos años de engaños que no puede pasarse por alto que se interpreten estos días como una farsa más.
Se escucha de todo. “Yo no he visto a ningún infectado”; “en mi cuadra y en mi casa no hay ningún enfermo”; “¿por qué no dan los nombres de los infectados?”; “lo que quieren es distraernos de nuevo”; “es una pantalla para vender el petróleo”, “lo que pasa es que nos quieren evadir la crisis económica”, hay mucho más pero aquí le paramos. No le vendría mal a los que están directamente en la intensa y hasta ahora bien librada batalla contra el virus que se den un tiempo para conocer lo que se piensa en la calle, sobre todo porque la incredulidad en una situación de excepción como ésta puede llevar al desánimo y, sobre todo, a la falta de atención ante un virus que nos ha acorralado y que no se anda con bromas. Lo que se percibe muchas veces acaba siendo lo que se cree
No son casuales las dudas. Estamos ante un fenómeno grave, atípico, sorpresivo e inédito: virus de influenza humana; sin embargo, no todos lo ven igual. La incredulidad y las suposiciones han aparecido y tienen su buena dosis de razón. Hemos vivido innumerables experiencias desastrosas las cuales al final del camino han tenido explicaciones que a nadie satisfacen. Digamos que la suma de situaciones de toda índole que hemos padecido en automático ha construido nuestra incredulidad. Suponemos que, al igual que muchos, quien escribe ha escuchado una buena cantidad de hipótesis de por qué nos andan “asustando con eso de la enfermedad”.
Muchas de las interpretaciones tienen una lógica y no vienen precisamente de la clase política o de la oposición, aunque por ahí uno que otro se haya lanzado al ruedo. Lo que se dice viene de la calle. Es cosa de subirse a un taxi para escuchar todo tipo de historias que, si bien pueden rayar en el absurdo, tienen que ver con la percepción social de lo que se vive y del gobierno, sea panista o priísta. Existe una interpretación de los hechos con base en una experiencia, y en la memoria colectiva surgen situaciones que se vivieron en otro tiempo que, por más que hoy parezcan hasta de risa, en los días en que se hablaba de ellas se convirtieron en tema de conversación e inclusive de creencia irracionales, como el caso del afamado “chupacabras”. Lo que se percibe y se cree en la mayoría de los casos es, y más aún en una sociedad que se va inventando la vida y que se la ha pasado acompañada de la desconfianza y la incredulidad.
No es para verse tan a la ligera lo que la gente en la calle anda viendo o inventándose. Al interpretar que el virus de la influenza humana como algo menor, lo que produce es que se tomen a la ligera las indicaciones de las autoridades, lo que puede dejarnos entre la vida y la muerte. Han sido tantos años de engaños que no puede pasarse por alto que se interpreten estos días como una farsa más.
Se escucha de todo. “Yo no he visto a ningún infectado”; “en mi cuadra y en mi casa no hay ningún enfermo”; “¿por qué no dan los nombres de los infectados?”; “lo que quieren es distraernos de nuevo”; “es una pantalla para vender el petróleo”, “lo que pasa es que nos quieren evadir la crisis económica”, hay mucho más pero aquí le paramos. No le vendría mal a los que están directamente en la intensa y hasta ahora bien librada batalla contra el virus que se den un tiempo para conocer lo que se piensa en la calle, sobre todo porque la incredulidad en una situación de excepción como ésta puede llevar al desánimo y, sobre todo, a la falta de atención ante un virus que nos ha acorralado y que no se anda con bromas. Lo que se percibe muchas veces acaba siendo lo que se cree