Otra vez la guerra sucia
José Gil Olmos
MÉXICO, D.F., 4 de febrero (apro).- Apenas se dio el banderazo a la campaña electoral de este año y empezó la famosa guerra sucia. Entre la dirigencia del PRI se ha detectado ya a dos personajes a quienes el PAN encomendó la tarea de filtrar en los medios escándalos de priistas reconocidos: el español José Antonio Solá y Juan Ignacio Zavala, cuñado de Felipe Calderón.
Según información de la cúpula priista, desde hace semanas se ha filtrado que Solá y Zavala tienen listos varios expedientes de personajes famosos dentro del PRI, que tienen que ver con casos de corrupción, presunta vinculación con negocios ilegales y hasta solapamiento de homicidios.
La idea sería orquestar una campaña negra o sucia contra gobernadores, legisladores y figuras prominentes del Revolucionario Institucional, a fin de golpearlos en su imagen y de esa manera recuperar algo del voto que al PAN se le ha ido por sus pugnas internas y la mala administración de Felipe Calderón en la Presidencia de la República.
La tarea del militante del Partido Popular español, José Antonio Solá, sería la misma que se siguió en 2006 en contra de Andrés Manuel López Obrador: sembrar la duda en el electorado y manchar la imagen del adversario, siguiendo aquella idea de "difama que algo quedara". Este trabajo no sólo lo hizo en México en aquella elección presidencial, sino que intentó hacerlo, con resultados negativos, en la elección de España, donde trató de menoscabar la imagen de Rodríguez Zapatero.
Para la labor de ambos personajes ha sido fundamental trabajar detrás de los escenarios, donde las luces no llegan y donde luce el fino trabajo de la filtración.
A Solá se le ha visto en la sede nacional del PAN al lado de Juan Ignacio Zavala, quien desde 1994, con aquel caso de La Paca, se ha especializado en filtrar cierta información a los medios a través de reporteros y columnistas.
En 1995, como vocero de la PGR, fue quien difundió las imágenes y la versión oficial de la identidad del subcomandante Marcos, Rafael Guillén Vicente, con lo que encabezó la propaganda oficial en contra del movimiento zapatista.
Juan Ignacio Zavala, hermano de Margarita, la esposa de Calderón, ejerce un poder que no se ve, pero se siente en los medios. Desde su lugar en el PAN, donde es asesor de la presidencia, jala los hilos de la información y se contacta con algunos líderes de opinión.
Y en una estrategia electoral iniciada el 31 de enero, Solá y Zavala hacen la mancuerna. El primero diseña la campaña sucia y el segundo la difunde.
De acuerdo con la versión de los priistas, el gobierno de Calderón es el que está detrás de la pareja Solá-Zavala, desesperado ante los nulos resultados de Germán Martínez al frente del PAN.
La estrategia supuestamente estaría diseñada para golpear la imagen de algunos gobernadores como Enrique Peña Nieto, Fidel Herrera y Humberto Moreira, entre otros, así como algunos legisladores, entre ellos Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa.
De ser cierta esta presunción, se explica la utilización mediática que se ha hecho del reportaje de Diego Osorno sobre el asesinato del argentino Mario Palacios, en noviembre de 2003, quien tuvo una relación con Maude Versini, esposa de Arturo Montiel. El asunto no fue investigado en su momento y tampoco ahora, con el actual gobernador Enrique Peña Nieto.
Este caso deja muy mal parado a Peña Nieto, ya que golpea precisamente su imagen de candidato presidencial y al mismo tiempo, por extensión, la imagen de un PRI que pretende dejar atrás un pasado de corrupción e impunidad.
Contrario a quienes piensan que es un candidato a la Presidencia muy fuerte, por la campaña de imagen que la ha dado Televisa desde hace tres años, en realidad Peña Nieto tiene muchos puntos de debilidad, uno de ellos, quizá el más profundo, es la protección que le dio y le sigue dando a Montiel por sus negocios oscuros y la riqueza inexplicable de toda su familia.
En realidad no es difícil golpear la imagen de los priistas. Su pasado los traiciona y, por más dinero que inviertan en su cambio de look político, no puede borrarse.
Pero los panistas tampoco se salvan. Las oscuras relaciones del exgobernador de Morelos, Sergio Estrada Cajigal, con la hija del narcotraficante Juan José Esparragoza; los negocios inmobiliarios de Diego Fernández de Cevallos en Punta Diamante; la riqueza de Vicente Fox y su familia; los contratos de Hildebrando Zavala, el cuñado incómodo de Calderón, y las relaciones del exembajador Emilio Goicoechea con los Arellano forman parte de una larga historia de personajes que también tienen antecedentes negativos y que son algunos de los puntos débiles que podrían aprovechar priistas y perredistas a lo largo de la campaña electoral.
Así, la guerra electoral, que se prevé para los próximos meses, no es solamente sucia, sino impúdica, pues los partidos no se detendrán ante nada con tal de conseguir los votos necesarios para tener la mayoría en la Cámara de Diputados.
Y, al final, lo único que lograrán los partidos es reafirmar su imagen manchada por la corrupción, las negociaciones ocultas y el desinterés por la ciudadanía.
MÉXICO, D.F., 4 de febrero (apro).- Apenas se dio el banderazo a la campaña electoral de este año y empezó la famosa guerra sucia. Entre la dirigencia del PRI se ha detectado ya a dos personajes a quienes el PAN encomendó la tarea de filtrar en los medios escándalos de priistas reconocidos: el español José Antonio Solá y Juan Ignacio Zavala, cuñado de Felipe Calderón.
Según información de la cúpula priista, desde hace semanas se ha filtrado que Solá y Zavala tienen listos varios expedientes de personajes famosos dentro del PRI, que tienen que ver con casos de corrupción, presunta vinculación con negocios ilegales y hasta solapamiento de homicidios.
La idea sería orquestar una campaña negra o sucia contra gobernadores, legisladores y figuras prominentes del Revolucionario Institucional, a fin de golpearlos en su imagen y de esa manera recuperar algo del voto que al PAN se le ha ido por sus pugnas internas y la mala administración de Felipe Calderón en la Presidencia de la República.
La tarea del militante del Partido Popular español, José Antonio Solá, sería la misma que se siguió en 2006 en contra de Andrés Manuel López Obrador: sembrar la duda en el electorado y manchar la imagen del adversario, siguiendo aquella idea de "difama que algo quedara". Este trabajo no sólo lo hizo en México en aquella elección presidencial, sino que intentó hacerlo, con resultados negativos, en la elección de España, donde trató de menoscabar la imagen de Rodríguez Zapatero.
Para la labor de ambos personajes ha sido fundamental trabajar detrás de los escenarios, donde las luces no llegan y donde luce el fino trabajo de la filtración.
A Solá se le ha visto en la sede nacional del PAN al lado de Juan Ignacio Zavala, quien desde 1994, con aquel caso de La Paca, se ha especializado en filtrar cierta información a los medios a través de reporteros y columnistas.
En 1995, como vocero de la PGR, fue quien difundió las imágenes y la versión oficial de la identidad del subcomandante Marcos, Rafael Guillén Vicente, con lo que encabezó la propaganda oficial en contra del movimiento zapatista.
Juan Ignacio Zavala, hermano de Margarita, la esposa de Calderón, ejerce un poder que no se ve, pero se siente en los medios. Desde su lugar en el PAN, donde es asesor de la presidencia, jala los hilos de la información y se contacta con algunos líderes de opinión.
Y en una estrategia electoral iniciada el 31 de enero, Solá y Zavala hacen la mancuerna. El primero diseña la campaña sucia y el segundo la difunde.
De acuerdo con la versión de los priistas, el gobierno de Calderón es el que está detrás de la pareja Solá-Zavala, desesperado ante los nulos resultados de Germán Martínez al frente del PAN.
La estrategia supuestamente estaría diseñada para golpear la imagen de algunos gobernadores como Enrique Peña Nieto, Fidel Herrera y Humberto Moreira, entre otros, así como algunos legisladores, entre ellos Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa.
De ser cierta esta presunción, se explica la utilización mediática que se ha hecho del reportaje de Diego Osorno sobre el asesinato del argentino Mario Palacios, en noviembre de 2003, quien tuvo una relación con Maude Versini, esposa de Arturo Montiel. El asunto no fue investigado en su momento y tampoco ahora, con el actual gobernador Enrique Peña Nieto.
Este caso deja muy mal parado a Peña Nieto, ya que golpea precisamente su imagen de candidato presidencial y al mismo tiempo, por extensión, la imagen de un PRI que pretende dejar atrás un pasado de corrupción e impunidad.
Contrario a quienes piensan que es un candidato a la Presidencia muy fuerte, por la campaña de imagen que la ha dado Televisa desde hace tres años, en realidad Peña Nieto tiene muchos puntos de debilidad, uno de ellos, quizá el más profundo, es la protección que le dio y le sigue dando a Montiel por sus negocios oscuros y la riqueza inexplicable de toda su familia.
En realidad no es difícil golpear la imagen de los priistas. Su pasado los traiciona y, por más dinero que inviertan en su cambio de look político, no puede borrarse.
Pero los panistas tampoco se salvan. Las oscuras relaciones del exgobernador de Morelos, Sergio Estrada Cajigal, con la hija del narcotraficante Juan José Esparragoza; los negocios inmobiliarios de Diego Fernández de Cevallos en Punta Diamante; la riqueza de Vicente Fox y su familia; los contratos de Hildebrando Zavala, el cuñado incómodo de Calderón, y las relaciones del exembajador Emilio Goicoechea con los Arellano forman parte de una larga historia de personajes que también tienen antecedentes negativos y que son algunos de los puntos débiles que podrían aprovechar priistas y perredistas a lo largo de la campaña electoral.
Así, la guerra electoral, que se prevé para los próximos meses, no es solamente sucia, sino impúdica, pues los partidos no se detendrán ante nada con tal de conseguir los votos necesarios para tener la mayoría en la Cámara de Diputados.
Y, al final, lo único que lograrán los partidos es reafirmar su imagen manchada por la corrupción, las negociaciones ocultas y el desinterés por la ciudadanía.