Juventud narca: Matar para vivir
Revista Proceso
A los habitantes de Ciudad Juárez ya se les torció la existencia. En su cruenta guerra por la plaza, La Línea y el cártel de Sinaloa reclutan como sicarios a menores de edad y destrozan cientos de vidas. Proceso recorrió las colonias más peligrosas para obtener el testimonio de algunos adolescentes que han aprendido a sobrevivir matando en el implacable mundo del narcotráfico.
A los 12 años, J. enfrentó un juicio en el Tribunal para Menores debido a que portaba un arma de uso exclusivo del Ejército; después de un año de estar encerrado o "torcido", volvió a su colonia, de donde salió como uno de los pandilleros más temerarios. Tres años después, en una batalla callejera disparó contra un par de jóvenes iguales a él pero de otros barrios.
J. siempre lo tiene presente. Eran las cuatro de la tarde. Los chavos contra los que usó su pistola tipo escuadra calibre .380 estaban en el suelo y pedían que los perdonara, pero al verlos tirados, con el terror en sus caras, los ejecutó. Todavía, cuando llega a dormir, sueña con esas caras, sobre todo con la de uno de ellos: ese tenía 16 años, acaba de llegar a Juárez y no tenía ningún conflicto con él.
Lo detuvieron e iba a ingresar por segunda vez al Consejo Tutelar, pero fue rescatado antes por los narcos que controlan colonias de la zona Poniente de Ciudad Juárez.
"Ahora trabajas para nosotros", le dijeron a J. Tenía que pagar su libertad. Ahora tiene 17 años y es uno de los sicarios de La Línea, uno de los cárteles que lucha por controlar el trasiego de droga por esta ciudad fronteriza.
En el barrio se le mira tranquilo. Habla de futbol y a veces de música, pero de pronto recibe llamadas en su teléfono celular. "Vente, hay un 'evento'", le dicen. Y J. deja lo que está haciendo, oculta su escuadra entre la ropa y espera a que pasen por él para ir al "jale", a ejecutar a quien le indiquen, con la certeza de que, si la policía lo agarra otra vez, los jefes arreglarán su liberación para que él siga en deuda con ellos.
Muchos menores de edad que viven en los barrios pobres de Ciudad Juárez tienen historias similares y en los últimos tres años han sido reclutados por las bandas del narcotráfico, que necesitan un ejército para librar la guerra interminable en las calles. Según un reporte de la Procuraduría General de Justicia de Chihuahua, este año, del 1 de enero al 6 de diciembre la violencia ligada al narco ha cobrado mil 443 vidas en esta ciudad, casi el 30% de las poco más de 5 mil ejecuciones en todo el país.
"Son la carne de cañón del crimen organizado", señala al respecto Teresa Almada Mijares, directora del Centro de Asesoría y Promoción Juvenil, que ha seguido con detalle cómo aumenta la participación de los jóvenes en delitos graves y, en consecuencia, cómo al menos en el último año y medio engrosan las cifras de fallecidos.
De las mil 443 víctimas registradas por la procuraduría estatal, 742 tenían 30 años o menos; 18 de ellos eran menores de 15 años, 174 tenían de 15 a 20, y 279 estaban en el rango de 21 a 25 años.
Este es un adelanto del reportaje principal que en su edición 1676 publica la revista Proceso.
A los habitantes de Ciudad Juárez ya se les torció la existencia. En su cruenta guerra por la plaza, La Línea y el cártel de Sinaloa reclutan como sicarios a menores de edad y destrozan cientos de vidas. Proceso recorrió las colonias más peligrosas para obtener el testimonio de algunos adolescentes que han aprendido a sobrevivir matando en el implacable mundo del narcotráfico.
A los 12 años, J. enfrentó un juicio en el Tribunal para Menores debido a que portaba un arma de uso exclusivo del Ejército; después de un año de estar encerrado o "torcido", volvió a su colonia, de donde salió como uno de los pandilleros más temerarios. Tres años después, en una batalla callejera disparó contra un par de jóvenes iguales a él pero de otros barrios.
J. siempre lo tiene presente. Eran las cuatro de la tarde. Los chavos contra los que usó su pistola tipo escuadra calibre .380 estaban en el suelo y pedían que los perdonara, pero al verlos tirados, con el terror en sus caras, los ejecutó. Todavía, cuando llega a dormir, sueña con esas caras, sobre todo con la de uno de ellos: ese tenía 16 años, acaba de llegar a Juárez y no tenía ningún conflicto con él.
Lo detuvieron e iba a ingresar por segunda vez al Consejo Tutelar, pero fue rescatado antes por los narcos que controlan colonias de la zona Poniente de Ciudad Juárez.
"Ahora trabajas para nosotros", le dijeron a J. Tenía que pagar su libertad. Ahora tiene 17 años y es uno de los sicarios de La Línea, uno de los cárteles que lucha por controlar el trasiego de droga por esta ciudad fronteriza.
En el barrio se le mira tranquilo. Habla de futbol y a veces de música, pero de pronto recibe llamadas en su teléfono celular. "Vente, hay un 'evento'", le dicen. Y J. deja lo que está haciendo, oculta su escuadra entre la ropa y espera a que pasen por él para ir al "jale", a ejecutar a quien le indiquen, con la certeza de que, si la policía lo agarra otra vez, los jefes arreglarán su liberación para que él siga en deuda con ellos.
Muchos menores de edad que viven en los barrios pobres de Ciudad Juárez tienen historias similares y en los últimos tres años han sido reclutados por las bandas del narcotráfico, que necesitan un ejército para librar la guerra interminable en las calles. Según un reporte de la Procuraduría General de Justicia de Chihuahua, este año, del 1 de enero al 6 de diciembre la violencia ligada al narco ha cobrado mil 443 vidas en esta ciudad, casi el 30% de las poco más de 5 mil ejecuciones en todo el país.
"Son la carne de cañón del crimen organizado", señala al respecto Teresa Almada Mijares, directora del Centro de Asesoría y Promoción Juvenil, que ha seguido con detalle cómo aumenta la participación de los jóvenes en delitos graves y, en consecuencia, cómo al menos en el último año y medio engrosan las cifras de fallecidos.
De las mil 443 víctimas registradas por la procuraduría estatal, 742 tenían 30 años o menos; 18 de ellos eran menores de 15 años, 174 tenían de 15 a 20, y 279 estaban en el rango de 21 a 25 años.
Este es un adelanto del reportaje principal que en su edición 1676 publica la revista Proceso.