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lunes, 8 de septiembre de 2008

Desde Los Pinos y desde la calle

En línea directa

Distrito Federal— El año pasado, imposibilitado en los hechos para presentar ante el Congreso –una porción del cual no admite su investidura– el primero de sus informes de labores, el presidente Calderón lo hizo al día siguiente ante invitados de su confianza, en Palacio nacional. Este año, aclarado que sólo es preciso que lo entregue por escrito, sin comparecer en san Lázaro, se previó una operación semejante a la de 2007: el primero de septiembre Calderón emitiría un mensaje desde Los Pinos, ante los medios de comunicación, que sería difundido en cadena nacional.

A última hora se omitió ese mensaje, sin que se explicara la causa. Ya antes se mostraron vacilaciones sobre su transmisión. Tras el aviso inicial de que se haría a las ocho de la mañana, se le aplazó a las trece, una vez que se cumpliera la entrega del informe escrito al Congreso. Nada de eso ocurrió. Pudo ser que el accidente sufrido por el Ejecutivo 48 horas antes lo dejara impresentable, a juicio de sus hacedores de imagen, pues un brazo en cabestrillo proyecta una sensación de baldamiento y aun de inutilidad, y fuera preferible su ausencia en la pantalla. Puede ser también que, por prudencia, se resolviera no cargar todavía más la multipresencia presidencial ya desarrollada días atrás y que concluiría anteayer viernes, lapso a cuya mitad el Presidente se prodigó en entrevistas a los medios electrónicos. Al derrapar mientras montaba en bicicleta, Calderón se fracturó el hombro izquierdo, lo que le impide usar la mano que utiliza para firmar. Puesto que el diagnóstico médico prevé que el impedimento se prologue entre seis y ocho semanas, Calderón no podrá la noche del Grito enarbolar la bandera nacional, gesto que es parte del rito del 15 de septiembre, lo que también podría determinar un cambio de planes respecto de esa fecha tradicional.

En vez de la unción al Presidente o la riña en su contra, en san Lázaro se instaló el tedio el lunes pasado. Al mediodía, en brevísima reunión, el secretario de Gobernación Juan Camilo Mouriño cumplió el precepto constitucional al entregar al diputado César Duarte el informe escrito que será analizado en fechas próximas. Por la tarde, en la apertura del periodo de sesiones ordinarias, tras el acuse de recibo oficial pronunciado por Duarte, ante la indiferencia general (que se percibió aun en el recinto parlamentario) los representantes de los ocho grupos presentes en san Lázaro expusieron su parecer sobre la situación nacional. Tan pronto den con las fórmulas del caso, llamarán a secretarios de estado a comparecer y les formularán, por escrito, preguntas que los interrogados responderán bajo protesta de decir verdad.

Eso no quiso decir que el Presidente fuera silenciado. Jamás carente de oportunidades de hacerse oír, Calderón las empleó al extremo –ad nauseam, dirían algunos de sus críticos—para suplir su presencia en el Palacio legislativo. En vez de un mensaje largo, emitió doce breves, en espacios pagados en la televisión, a las 9:45 de la noche. Luego, el día primero por la noche se hizo entrevistar por los conductores de los noticiarios del duopolio, Televisa y TV Azteca. Y al día siguiente se repitió la operación con varios conductores de programas informativos radiofónicos. Sus expertos en comunicación creen que de ese modo, llegando con su mensaje a públicos segmentados, su eficacia es mayor.

La estrategia de comunicación en torno al informe involucró también al gabinete. Calderón ha enviado a sus colaboradores a presentar mensajes en reuniones ante los medios en que los acompañan los gobernadores respectivos. Asi, Mouriño fue a Querétaro, donde explicó que esa estrategia responde a la necesidad de rendir cuentas. El secretario de salud, José ángel Córdoba, lo hizo en Coahuila y Morelos; el del Trabajo, Javier Lozano, en Tabasco; a Aguascalientes acudió el de la Función pública, Salvador Vega Casillas; el de seguridad pública presentó el informe en Guerrero; el de Hacienda Agustin Carstens lo hizo en Michoacán; en Veracruz Luis Téllez, de Comunicaciones; el procurador Eduardo Medina Mora en Sinaloa y Guanajuato, etc.

Calderón dedicó sus mensajes a los siguientes temas: seguridad, estado de derecho (asuntos a los que volvió el octavo mensaje, titulado Estado, derecho y seguridad pública), economía competitiva, igualdad de oportunidades, salud, educación, energía, infraestructura (que amerito dos intervenciones) y sustentabilidad ambiental. La duodécima emisión, anteanoche, fue una suerte de resumen: “En los últimos días, dijo, y en los términos que permite la ley, he tenido la oportunidad de compartir con ustedes algunos de los aspectos más importantes del estado que guarda la nación y la administración pública a mi cargo, con motivo del segundo informe de gobierno que presenté al Congreso como lo ordena la Constitución”.

Es por lo menos discutible que Calderón haya procedido así “en los términos que permite la ley”. Al contrario, la Constitución prohíbe realizar propaganda personalizada (como la que, por añadidura, lo presenta en medios impresos acompañado por su esposa en la difusión relativa a salud y desarrollo social) y sería absurdo sostener que figurar durante doce días consecutivos en espacios pagados de la televisión no corresponde a esa clase de propaganda, la personalizada. Probablemente no es cierto, además, que se le aplique la excepción que otorga el Código electoral respecto de la prohibición constitucional, porque acaso se refiere sólo a gobernadores y alcaldes, como se infiere de que puedan difundir su informe en medios de cobertura regional correspondientes al área de su responsabilidad. Aun si se acepta que también se concede ese privilegio al Presidente, al utilizarlo infringió sus términos, pues el texto legal es preciso al establecer que la difusión deba hacer por una sola vez, no una docena de veces.

El ritornelo de los mensajes de Calderón fue ¡Vivir mejor!, el lema publicitario adoptado no hace mucho por su gobierno. Todo cuando hace la administración, según su cabeza, va encaminado a que esa divisa se haga realidad y la población viva mejor. El optimismo caracterizó los maxispots presidenciales, al terminar los cuales dijo Calderón: “Tenemos problemas, sí, pero lo estamos enfrentando y los vamos a superar y a salir adelante”.

Esa esperanza, o convicción, no es compartida fuera de Los Pinos, en la calle. Desde luego, no la profesan los opositores políticos de López Obrador, buena parte de los cuales protagonizaron el lunes pasado una jornada de manifestaciones de protesta por la situación nacional, que incluyó una marcha desde el ángel de la independencia hasta el Zócalo, exactamente la misma ruta que 48 horas antes había recorrido una multitud diferente, y mayor, en reclamo de eficacia gubernamental en el combate a la inseguridad.

Por otros medios es dable conocer el estado de la opinión pública respecto de los temas dibujados con optimismo por el Presidente. “El índice que determina la confianza del consumidor, que elaboran de manera conjunta el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) y el Banco de México (Banxico), presentó una caída anual de 17.1 por ciento y sumó veinte meses consecutivos con retrocesos. Tal reducción fue la más elevada desde que se llevan registros del indicador y acumulan una pérdida de 18.3 por ciento desde que se percibieron los resultados negativos, en diciembre de 2006. Los datos muestran que de los indicadores parciales que integran el índice las mayores bajas se observaron en la perspectiva actual y futura de las condiciones económicas del país”. (El financiero, 5 de septiembre).

A semejante conclusión se llega cuando se revisan resultados de encuestas que evaluaron el desempeño gubernamental durante los 21 meses de la administración calderonista. La de Reforma concluye, en este tema, que “siete de cada diez mexicanos reportan que sus finanzas familiares están pasando por un mal momento. Una proporción similar dice que los precios de los productos que consumen cotidianamente en su hogar han subido mucho, y tres de cada diez informan que alguien en su hogar perdió el empleo o su fuente de ingresos en los últimos tres meses… el 38 por ciento de los mexicanos manifiesta que la economía del país ha empeorado, frente al 15 por ciento que percibe mejoras”. (Reforma, 1 de septiembre).

El pasado presente. El 5 de septiembre de 1994, el viernes hizo de ello 14 años, Víctor Hugo Rascón Banda conoció el infausto diagnóstico de que padecía leucemia. El 4 de septiembre de 2008, el jueves pasado, se le tributo en Bellas Artes un homenaje luctuoso, pues el dramaturgo y dirigente de los escritores de México murió el 31 de julio, un mes después de pronunciar su discurso de ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua.

Víctor Hugo nació en Santa Rosa de Lima Urúachic, en la sierra de Chihuahua, en 1950. Se hizo profesor de primaria en la escuela normal de su estado natal, y licenciado en derecho en la Universidad Nacional. Hacia 1982 ingresó al departamento jurídico de Banca Cremi, donde hizo carrera: llegó a ser director general adjunto de administración. Pero ya antes en su camino se habían interpuesto las letras (no las de cambio, que los abogados hacen efectivas en un juicio ejecutivo mercantil), sino las que sirven para la creación literaria, en las que se interesó desde niño, y en especial las que se pronuncian en voz alta en un escenario. De modo que en sus ratos libres aprendió a escribir para el teatro (al comienzo en el taller de Vicente Leñero) y en paralelo con su carrera bancaria recorrió la de dramaturgo. En 1999 fue elegido presidente de la Sociedad General de Escritores de México, que encabezó hasta su muerte y cuya sucesora participó en el homenaje que se le ofreció el jueves pasado.

Cuando la leucemia que lo mataba hizo crisis, Rascón Banda pasó largo tiempo hospitalizado. Al ser dado de alta de ese momento crítico escribió un libro titulado ¿Por qué a mi?, en que narra su terrible experiencia como enfermo. En el capítulo “Dios castiga”, el autor se preguntó de qué lo estará castigando a él (si es que esto ocurría) lo cual hace al cabo de una sabrosa narración sobre su inicial convicción acerca de la existencia de la divinidad:
“Dios no existe, nos dijo el profesor Barrañeda el primer día de clases en la secundaria de la Normal de Chihuahua, escuela socialista, cuna de guerrilleros, cuando yo tenía once años”.

En los laboratorios de física y química nos explicaron el origen de la vida, según el libro de Eugenio Oparin, y cómo fue pintada la Virgen de Guadalupe en un ayate.

Según Oparin, todas las estrellas, incluso las más calientes, que tienen temperaturas superficiales cercanas a los 20 mil grados centígrados, contienen en disociación átomos de carbono e hidrógeno, que son los elementos esenciales de la vida. Se estableció, además, que grandes planetas, como Júpiter, contienen en la atmósfera compuestos cercanos a los orgánicos, como el metano y el amoniaco y que éstos mismos compuestos estuvieron presentes en la atmósfera de la Tierra hace millones de años, en el momento en que aparecieron las primeras formas de vida.

Estos elementos, al combinarse por medio de una descarga eléctrica, como hubiese podido ser un rayo, dieron lugar a los primeros microorganismos…

En el autobús Concordia por Juárez y 53, mi compañerita Victoria Gil Centeno, muñeca de cabello rubio y de grandes ojos azules, detrás de sus anteojos lloraba sin consuelo al saber que Dios no existía y que las apariciones de la Virgen eran un mito.

No les hagas caso, la consolaba yo, aunque tenía mis dudas. Sigue creyendo en todo. Nomás no lo digas en voz alta ni en los exámenes.
Nuestros profesores son ateos porque son comunistas, por eso hay esas revistas de la URSS en la biblioteca. Era el boletín de información de la embajada de la Unión Soviética, una revista de lujo, a color, que circulaba por pueblos y ranchos, que yo leía de niño en la sierra, revista de propaganda que hablaba de koljós, sovjós, sonrientes niños pioneros y exitosos planes quinquenales y de la perrita Laika en una nave espacial.

A los pocos meses, el profesor Alberto Ramírez, muy serio, entró a clase una mañana y nos dijo: Lamento comunicarles que el profesor Barrañeda acaba de morir. Nos quedamos impactados porque el profesor Barrañeda se veía sano y joven. No recuerdo si cayó fulminado en otro salón de clase en o su casa, pero me acerqué a Victoria, que se sentaba junto a mí, y le dije: ¿Ya ves?, Dios sí existe y así castiga a los que lo ofenden.

Nunca he sido hombre de religión, ni he cumplido con los mandamientos de la Santa Iglesia, aunque de niño en la sierra estaba destinado a ser sacerdote, porque me iban a mandar al seminario de Sisoguichi, pero al obispo de la Tarahumara se le adelantó el inspector Apolinar Frías, que convenció a mis padres de enviarme a la Normal, escuela donde tuve de compañeros de banca a los guerrilleros que asaltaron el cuartel Madera en 1964.

Dios castiga sin palo y sin cuarta, dice mi mamá cuando a un maloso le pasa una desgracia. Ese es el temible dios vengativo del Antiguo Testamento, el que amenaza y sentencia. ¿De qué me estará castigando a mí, con mi enfermedad en este hospital? ¿Habrá un Dios bueno