La Doble Moral del Gobierno

machetearte

En estos últimos días de vacaciones y de competencias olímpicas, más allá de que si los atletas mexicanos ganan o no medallas (aunque sea de bronce), el tema por excelencia (desgraciadamente) del que todos escuchamos y hablamos es el secuestro.

Lamentablemente, en nuestro país la inseguridad ha llegado a unos niveles demasiado elevados. Hoy por hoy los titulares de los noticiarios y las cabezas de los periódicos hablan de la delincuencia en una proporción que va en aumento. Y es que claro, como sucede siempre en este país, la mecha fue encendida el día que encontraron el cadáver de Fernando Martí, un joven de 14 años miembro de la familia que da nombre a una conocida cadena de tiendas deportivas, quien fue una víctima más de la impunidad y de los vínculos que existen entre las fuerzas judiciales de nuestro país y la delincuencia.

Evidentemente, este caso salió a la luz debido a la “importancia” de la familia, e incluso el presidente espurio Felipillo Calderón y el Congreso de la República manifestaron su apoyo a la familia, en un hecho que es en verdad lamentable, pero que no es más que el reflejo de los tiempos actuales, y que, en realidad, es un caso más de los que día a día ocurren en nuestro país (y de los cuales no todo México se entera porque no todos tenemos las influencias de la familia). Recientemente, un estudio arrojó como resultado que México es el país donde se cometen la mayor cantidad de secuestros, ubicándose aún por encima de países como Irak o Israel. En una respuesta muy al estilo calderonista (rápida, pero poco pensada), varios diputados y miembros de las altas cúpulas políticas de nuestro país se manifestaron a favor de la pena capital para los secuestradores (bueno hasta en la tragedia es importante politizar las declaraciones… vaya gobernadores cachapanes busca huesos que tenemos…).

Sin embargo, lo que llamó la atención de muchas personas es que esos mismos diputados que ensalzaron sus comentarios pro pena de muerte, son los mismos que buscaron por todos los medios obtener la clemencia para el mexicano preso y condenado en Estados Unidos José Ernesto Medellín, quien en pleno uso de sus facultades mentales violó y asesinó a dos jovencitas junto a los miembros de una banda para poder cumplir con su rito de “iniciación”. Claro está, Medellín cometió los delitos y fue condenado por ello. Entonces, ¿por qué se ponen la careta moralina de la justicia? ¿por qué defender a un asesino? ¿sólo porque es mexicano y está condenado en otro país? Si Medellín hubiera cometido sus delitos aquí seguro hubiera salido libre seis meses después de que hubiera sido enjuiciado, además de que le hubiera tocado estar recluso en un sistema judicial, penal y carcelario que vale para dos cosas: para nada y para lo mismo.

No es ponerse del lado de unos ni de otros, es simplemente ser justos. La persona que se toma el derecho de poner en sus manos la vida y/o el sufrimiento de otro(s) no puede ni debe ser considerado un sujeto con derechos. Pero el sistema penitenciario en nuestro país encarcela personas que roban para conseguir alimento, mientras que los grandes ladrones, los del cuello blanco, viven tranquilamente en otros países. Entonces, ¿a qué estamos jugando?

El derecho a la vida y a la libertad es y debe de ser garantizado por el Estado, quien debería de tener las facultades y las posibilidades de ofrecerle a este pueblo de México la seguridad con la que merecemos vivir. Pero al parecer, el Estado mísero y egoísta, espurio y trácala, lo único por lo que se preocupa es por como se va a repartir PEMEX.