El México calderonista, “¿Estado financiero fracasado?”
Alfredo Jalife Rahme
Jim Willie vaticina la inminente crisis financiera de México (Financial Sense University, 20/6/08), al que cataloga de “Estado fracasado”, después de Stratfor y William S. Lind (ver Bajo la Lupa, 28/5 y 25/6/08).
Entramos a la caldera de Calderón y a las “emociones fuertes” que tanto le fascinan “a contracorriente” y en forma pueril cuando se intensifica la crisis multidimensional global en su aplicación local.
Muchos podrán fustigar al experto financiero Jim Willie, con un doctorado en análisis estadístico, de ser un fanático del oro, pero no se podrá negar que posee la virtud de tocar temas candentes que son eludidos por los especializados multimedia, sometidos a los intereses de la hoy atribulada plutocracia global que intenta ocultar el sol con sus dedos, manos y brazos amputados.
Considera que los “fundamentos económicos se encuentran en profunda perturbación al sur de Estados Unidos” y que el mítico superpeso está a punto de tropezar. Aborda tres teorías “entrelazadas entre sí” que explican su revaluación artificial:
1. El alza de las tasas de interés en México a 7.75 por ciento, cuando la Reserva Federal mantiene las suyas sin alterar, otorga un diferencial de 5.75 por ciento frente al rendimiento de corto plazo de los Bonos del Tesoro. Los cambistas ya lo sabían y se habían anticipado al alza muy cantada de Banxico, pero una de las consecuencias es que los “altos costos de empréstitos colocan a la economía en riesgo de una mayor desaceleración”. Agrega que el precio de la tortilla se ha triplicado debido, en parte, a los biocombustibles de Estados Unidos. No dice que el frívolo Congreso mexicano, sometido a los deseos unilaterales del régimen torturador bushiano, votó en favor del suicidio de los biocombustibles.
2. El dinero abandona la atribulada banca de Estados Unidos por temor a una bancarrota para retornar a México, lo cual incluye los “ahorros” de los cárteles de la droga temerosos “a quedar paralizados” o a ser “escudriñados durante el descubrimiento de una quiebra bancaria que exponga a los jugadores y sus relaciones de mayor nivel en el gobierno” bushiano.
3. “Una implosión está ocurriendo en México. El Estado fracasado mexicano requiere medidas protectoras que son muy difíciles de sopesar plenamente(…). Prevalece una mentalidad de búnker, mientras “se amplifica el desorden.”
“La situación de México se deteriora”, lo cual obliga a tres consideraciones cruciales: 1. El devenir del abastecimiento confiable de crudo a Estados Unidos, 2. El destino del ASPAN (SPP, por sus siglas en inglés, o el TLCAN Plus foxiano), y 3. El futuro de los derechos de minas en manos extranjeras que corren el riesgo de ser confiscados o de pagar mayores regalías.
No dice nada nuevo cuando asevera que la “riqueza del país está demasiado concentrada con los oligarcas, donde un pequeño grupo controla hasta 40 por ciento de la riqueza nacional”. Lo que calla es que tal expoliación doméstica se debe a la bendición de Estados Unidos que impuso su modelo neoliberal a Salinas y a la subsecuente cleptokakistocracia de “presidentes”.
Afirma que “los oligarcas mexicanos ejercen gran control sobre los políticos y usan al sistema para mantener poder y riqueza”, y advierte que los “ingresos petroleros de Pemex se encuentran en declive, un factor que obliga a cambios por la inmensa presión en las finanzas nacionales”. Peor aún: la industria petrolera nacional “es vista predominantemente como una fuente de ingresos del gobierno”.
Amonesta a los multimedia de Estados Unidos que rehúsan remarcadamente difundir las historias del horror al sur de la frontera. A su juicio, la principal característica del Estado fracasado mexicano “es evidente de arriba abajo, desde el deterioro financiero del gobierno federal”, y avizora que próximamente será presa de “déficits federales gigantescos (sic)”. Incluso se pregunta, en medio del caos creciente, “si puede ocurrir un ataque externo de origen sospechoso (sic)”. ¿Otro 11/9 bushiano, esta vez en México?
Hasta ahora el México calderonista “se ha beneficiado de una desinformación conjurada (sic)”, mientras sus “líderes y oligarcas explotan (sic) la situación para incrementar sus ganancias personales”.
Realiza un diagnóstico atroz de la industria petrolera mexicana, que enfrenta el dilema infranqueable de “surtir menos petróleo a Estados Unidos o a los consumidores mexicanos”: México “ha anunciado finalmente un notable recorte de abastecimiento de petróleo a Estados Unidos de casi 150 mil barriles al día, otra noticia totalmente ignorada por los multimedia de Estados Unidos”, lo que “ahonda la brecha comercial mexicana que será sometida a enormes déficits. El peso perderá su valor sustancialmente, lo que redundará en una grave inflación, mucho mayor que ahora”.
Si el gobierno decide surtir petróleo a Estados Unidos en detrimento de los usuarios locales, “entonces, la economía sufrirá carestía de gasolina y de productos petroquímicos (lubricantes, fibras sintéticas y fertilizantes). El precio de la gasolina se irá a las nubes, lo que puede desembocar en revueltas (sic). Se trata de una decisión perder-perder”.
Sostiene que el gobierno prefiere recortar la exportación de crudo a Estados Unidos (Nota: lo que pudiera explicar la paliza mediática del régimen torturador bushiano a Calderón, más proclive a los intereses de la pirata española Repsol).
Puntualiza que el importe de la gasolina aumentó 92.1 por ciento en el mes de junio del año pasado y que “ninguna refinería de gasolina ha sido construida en México en más de 20 años, situación mucho mejor que en Estados Unidos donde ninguna refinería ha sido construida en 35 años”.
El impacto financiero neto es que gran parte de las ganancias de reservas en divisas de Pemex se esfuma en importaciones de gasolina. Pero, ¿qué tal el locuaz Fox regalando refinerías en Centroamérica en el marco del fenecido Plan Puebla Panamá?
Sustenta, como buen venerador del oro, que las “condiciones pueden darse para un amplio movimiento de refugio en el oro, en caso de que México sea orillado a una inflación con masivos fondos federales de emergencia o a confrontar las extensas quiebras y la caída de sus bonos”.
Finalmente, arguye que la interrupción del abastecimiento petrolero de México a Estados Unidos podría descarrilar el militarizado ASPAN, al que califica como un secreto acuerdo cupular. Pues no estaría tan mal, de no ser por las ataduras financieras que legó la fauna neoliberal de De la Madrid, Salinas, Zedillo y Fox, y que pretende ahondar Calderón con su demencial entrega energética.
Jim Willie vaticina la inminente crisis financiera de México (Financial Sense University, 20/6/08), al que cataloga de “Estado fracasado”, después de Stratfor y William S. Lind (ver Bajo la Lupa, 28/5 y 25/6/08).
Entramos a la caldera de Calderón y a las “emociones fuertes” que tanto le fascinan “a contracorriente” y en forma pueril cuando se intensifica la crisis multidimensional global en su aplicación local.
Muchos podrán fustigar al experto financiero Jim Willie, con un doctorado en análisis estadístico, de ser un fanático del oro, pero no se podrá negar que posee la virtud de tocar temas candentes que son eludidos por los especializados multimedia, sometidos a los intereses de la hoy atribulada plutocracia global que intenta ocultar el sol con sus dedos, manos y brazos amputados.
Considera que los “fundamentos económicos se encuentran en profunda perturbación al sur de Estados Unidos” y que el mítico superpeso está a punto de tropezar. Aborda tres teorías “entrelazadas entre sí” que explican su revaluación artificial:
1. El alza de las tasas de interés en México a 7.75 por ciento, cuando la Reserva Federal mantiene las suyas sin alterar, otorga un diferencial de 5.75 por ciento frente al rendimiento de corto plazo de los Bonos del Tesoro. Los cambistas ya lo sabían y se habían anticipado al alza muy cantada de Banxico, pero una de las consecuencias es que los “altos costos de empréstitos colocan a la economía en riesgo de una mayor desaceleración”. Agrega que el precio de la tortilla se ha triplicado debido, en parte, a los biocombustibles de Estados Unidos. No dice que el frívolo Congreso mexicano, sometido a los deseos unilaterales del régimen torturador bushiano, votó en favor del suicidio de los biocombustibles.
2. El dinero abandona la atribulada banca de Estados Unidos por temor a una bancarrota para retornar a México, lo cual incluye los “ahorros” de los cárteles de la droga temerosos “a quedar paralizados” o a ser “escudriñados durante el descubrimiento de una quiebra bancaria que exponga a los jugadores y sus relaciones de mayor nivel en el gobierno” bushiano.
3. “Una implosión está ocurriendo en México. El Estado fracasado mexicano requiere medidas protectoras que son muy difíciles de sopesar plenamente(…). Prevalece una mentalidad de búnker, mientras “se amplifica el desorden.”
“La situación de México se deteriora”, lo cual obliga a tres consideraciones cruciales: 1. El devenir del abastecimiento confiable de crudo a Estados Unidos, 2. El destino del ASPAN (SPP, por sus siglas en inglés, o el TLCAN Plus foxiano), y 3. El futuro de los derechos de minas en manos extranjeras que corren el riesgo de ser confiscados o de pagar mayores regalías.
No dice nada nuevo cuando asevera que la “riqueza del país está demasiado concentrada con los oligarcas, donde un pequeño grupo controla hasta 40 por ciento de la riqueza nacional”. Lo que calla es que tal expoliación doméstica se debe a la bendición de Estados Unidos que impuso su modelo neoliberal a Salinas y a la subsecuente cleptokakistocracia de “presidentes”.
Afirma que “los oligarcas mexicanos ejercen gran control sobre los políticos y usan al sistema para mantener poder y riqueza”, y advierte que los “ingresos petroleros de Pemex se encuentran en declive, un factor que obliga a cambios por la inmensa presión en las finanzas nacionales”. Peor aún: la industria petrolera nacional “es vista predominantemente como una fuente de ingresos del gobierno”.
Amonesta a los multimedia de Estados Unidos que rehúsan remarcadamente difundir las historias del horror al sur de la frontera. A su juicio, la principal característica del Estado fracasado mexicano “es evidente de arriba abajo, desde el deterioro financiero del gobierno federal”, y avizora que próximamente será presa de “déficits federales gigantescos (sic)”. Incluso se pregunta, en medio del caos creciente, “si puede ocurrir un ataque externo de origen sospechoso (sic)”. ¿Otro 11/9 bushiano, esta vez en México?
Hasta ahora el México calderonista “se ha beneficiado de una desinformación conjurada (sic)”, mientras sus “líderes y oligarcas explotan (sic) la situación para incrementar sus ganancias personales”.
Realiza un diagnóstico atroz de la industria petrolera mexicana, que enfrenta el dilema infranqueable de “surtir menos petróleo a Estados Unidos o a los consumidores mexicanos”: México “ha anunciado finalmente un notable recorte de abastecimiento de petróleo a Estados Unidos de casi 150 mil barriles al día, otra noticia totalmente ignorada por los multimedia de Estados Unidos”, lo que “ahonda la brecha comercial mexicana que será sometida a enormes déficits. El peso perderá su valor sustancialmente, lo que redundará en una grave inflación, mucho mayor que ahora”.
Si el gobierno decide surtir petróleo a Estados Unidos en detrimento de los usuarios locales, “entonces, la economía sufrirá carestía de gasolina y de productos petroquímicos (lubricantes, fibras sintéticas y fertilizantes). El precio de la gasolina se irá a las nubes, lo que puede desembocar en revueltas (sic). Se trata de una decisión perder-perder”.
Sostiene que el gobierno prefiere recortar la exportación de crudo a Estados Unidos (Nota: lo que pudiera explicar la paliza mediática del régimen torturador bushiano a Calderón, más proclive a los intereses de la pirata española Repsol).
Puntualiza que el importe de la gasolina aumentó 92.1 por ciento en el mes de junio del año pasado y que “ninguna refinería de gasolina ha sido construida en México en más de 20 años, situación mucho mejor que en Estados Unidos donde ninguna refinería ha sido construida en 35 años”.
El impacto financiero neto es que gran parte de las ganancias de reservas en divisas de Pemex se esfuma en importaciones de gasolina. Pero, ¿qué tal el locuaz Fox regalando refinerías en Centroamérica en el marco del fenecido Plan Puebla Panamá?
Sustenta, como buen venerador del oro, que las “condiciones pueden darse para un amplio movimiento de refugio en el oro, en caso de que México sea orillado a una inflación con masivos fondos federales de emergencia o a confrontar las extensas quiebras y la caída de sus bonos”.
Finalmente, arguye que la interrupción del abastecimiento petrolero de México a Estados Unidos podría descarrilar el militarizado ASPAN, al que califica como un secreto acuerdo cupular. Pues no estaría tan mal, de no ser por las ataduras financieras que legó la fauna neoliberal de De la Madrid, Salinas, Zedillo y Fox, y que pretende ahondar Calderón con su demencial entrega energética.