Tirofijo, Jelipillo, Uribe y la suerte de Mouriño
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Estaba a punto de celebrar con bombo y platillo los 70 años del PRI como las cuatro derrotas al hilo del América cuando, de pronto, me quedé genuinamente asombrado porque, gracias a la globalización, siempre tenemos a un mexicano en los grandes eventos. Ahora una compatriota, Lucía Morett, estudiante de Filosofía y Letras de la UNAM, estuvo metida en las FARC y tuvo el privilegio de atestiguar el bombardeo quirúrgico del Ejército colombiano al campamento guerrillero enquistado en Ecuador.
Ahora sí que somos cosmopolitas. Tanto que Calderón, para no ser menos que Fox en el conflicto de las dos Coreas, se ofreció como mediador entre Ecuador, Venezuela y Colombia. Digo, con lo bien que ha resuelto el embrollo minero, el lío de los maestros oaxaqueños y la kahwachización de Mouriño (el próximo ex secretario de Gobernación trae el santo de cabeza, pues hasta los del PAN lo quieren poner a disposición de las hienas del resentimiento que le quieren aplicar el fabiruchazo), seguramente se va a ganar el Nobel de la Paz.
Pero lo que es todavía más alucinante es que los colombianos, en medio de aquel espectáculo dantesco, hayan localizado intactas las computadoras donde los rebeldes tenían todos los datos de la organización sobre complós, crímenes sin castigo, relaciones peligrosas con Chávez, tráfico de uranio y los detalles de sus planes de secuestros, terrorismo y maldad para los próximos trienios, perfectamente detallados en carpetitas muy bien rotuladas en orden alfabético. O sea, ni Fidel Herrera, que casualmente le ha pegado dos veces al gordo de la Lotería, tiene tanta fortuna. Lo mejor es que todos esos datos fundamentales, necesarísimos para confirmar que este grupo subversivo está metido en el narco, no estaban encriptados y, lo más extraño, que no se autodestruyeran en cinco segundos como dictan los cánones del espionaje internacional.
O sea que Raúl Reyes, el número dos de las FARC, no había visto muchas películas de Tom Cruise en Misión imposible o, para no molestar al enemigo en caso de ser bombardeado, ni siquiera se le ocurrió ponerle a todo ese bonche informático ultrasecreto, aunque fuera un password inspirado en alguna canción de Shakira. Qué fortuna la del presidente colombiano, Álvaro Uribe. Sólo le faltó hallar el GPS especial para agarrar a Manuel Marulanda, Tirofijo, en un jacuzzi con Hugo Chávez y Naomi Campbell repartiéndose Texas y el Chamizal.
Peladito y a la boca, para beneplácito de Washington.
Estaba a punto de celebrar con bombo y platillo los 70 años del PRI como las cuatro derrotas al hilo del América cuando, de pronto, me quedé genuinamente asombrado porque, gracias a la globalización, siempre tenemos a un mexicano en los grandes eventos. Ahora una compatriota, Lucía Morett, estudiante de Filosofía y Letras de la UNAM, estuvo metida en las FARC y tuvo el privilegio de atestiguar el bombardeo quirúrgico del Ejército colombiano al campamento guerrillero enquistado en Ecuador.
Ahora sí que somos cosmopolitas. Tanto que Calderón, para no ser menos que Fox en el conflicto de las dos Coreas, se ofreció como mediador entre Ecuador, Venezuela y Colombia. Digo, con lo bien que ha resuelto el embrollo minero, el lío de los maestros oaxaqueños y la kahwachización de Mouriño (el próximo ex secretario de Gobernación trae el santo de cabeza, pues hasta los del PAN lo quieren poner a disposición de las hienas del resentimiento que le quieren aplicar el fabiruchazo), seguramente se va a ganar el Nobel de la Paz.
Pero lo que es todavía más alucinante es que los colombianos, en medio de aquel espectáculo dantesco, hayan localizado intactas las computadoras donde los rebeldes tenían todos los datos de la organización sobre complós, crímenes sin castigo, relaciones peligrosas con Chávez, tráfico de uranio y los detalles de sus planes de secuestros, terrorismo y maldad para los próximos trienios, perfectamente detallados en carpetitas muy bien rotuladas en orden alfabético. O sea, ni Fidel Herrera, que casualmente le ha pegado dos veces al gordo de la Lotería, tiene tanta fortuna. Lo mejor es que todos esos datos fundamentales, necesarísimos para confirmar que este grupo subversivo está metido en el narco, no estaban encriptados y, lo más extraño, que no se autodestruyeran en cinco segundos como dictan los cánones del espionaje internacional.
O sea que Raúl Reyes, el número dos de las FARC, no había visto muchas películas de Tom Cruise en Misión imposible o, para no molestar al enemigo en caso de ser bombardeado, ni siquiera se le ocurrió ponerle a todo ese bonche informático ultrasecreto, aunque fuera un password inspirado en alguna canción de Shakira. Qué fortuna la del presidente colombiano, Álvaro Uribe. Sólo le faltó hallar el GPS especial para agarrar a Manuel Marulanda, Tirofijo, en un jacuzzi con Hugo Chávez y Naomi Campbell repartiéndose Texas y el Chamizal.
Peladito y a la boca, para beneplácito de Washington.