Más que un alfil… (Solamente es un ESPAÑOL DE MIERDA)
Revista Proceso
El gobierno de Felipe Calderón se reencuentra con un pasado de ominosa memoria. El mandatario decidió colocar a Juan Camilo Mouriño como jefe de la Oficina de la Presidencia, un despacho que fue eliminado desde la administración de Ernesto Zedillo y que durante la gestión de Carlos Salinas fue ocupado por José María Córdoba Montoya, de quien se decía que era el número dos del país. Lo mismo se asegura hoy de Mouriño, también de origen extranjero, en quien el presidente confía las decisiones más importantes.
En la estructura burocrática, Juan Camilo Mouriño aparece como jefe de la Oficina de la Presidencia, pero en los hechos se desempeña como un vicepresidente. Tiene tanto poder que fiscaliza al gabinete y mueve piezas dentro del PAN. Todos los asuntos pasan por sus manos.
A los 36 años de edad y con una carrera partidista de 10 años, Mouriño es ahora el número dos en México, como lo describe la prensa de Vigo, España, sede del emporio empresarial de su padre, Carlos Mouriño Atanes, cuyo valor se tasa en millones de euros.
Este madrileño nacionalizado mexicano tiene un solo jefe: Felipe Calderón. Llegó a ese puesto mediante un decreto publicado en el Diario Oficial de la Federación el 4 de diciembre de 2006. Su amplio margen de maniobra le permitió, por ejemplo, clasificar como reservado por ocho años el Acuerdo para la Seguridad de América del Norte.
Sus amigos celebran su astucia, destacan su olfato político y rinden tributo a su agilidad para solucionar problemas. Quienes no lo son, lo tildan de autoritario, maquiavélico y dueño de una vasta red de influencia que incluye a legisladores, acaudalados empresarios, dueños de medios de comunicación, líderes partidistas y gobernadores.
Dentro de la cofradía calderonista destacan la habilidad de Mouriño para negociar sin exponer al jefe, como sucedió durante el conflicto con las televisoras en la aprobación del nuevo Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (Cofipe).
El pasado 11 de septiembre, Mouriño presionó al coordinador de la bancada del PAN en el Senado, Santiago Creel, para que eliminaran de la ley la prohibición de que los particulares paguen y difundan spots. Aunque sus gestiones no dieron resultado, a partir de esa coyuntura pudo cultivar una estrecha relación con el vicepresidente de Televisa, Bernardo Gómez, y con el director general de TV Azteca, Pedro Padilla.
Apagafuegos
La segunda semana de febrero de 2007, un grupo de 10 senadores del PAN exigió a su coordinador, Santiago Creel, una reunión con Mouriño para reclamarle los cambios en las delegaciones federales. Estaban quitando, dijeron, a personas provenientes del servicio profesional de carrera para colocar a los amigos de Calderón. El caso más drástico, según ellos, estaba en Durango.
El funcionario aceptó reunirse con estos legisladores media hora. Durante los primeros 20 minutos, en una de las salas de juntas de la torre de El Caballito, les mostró los resultados de una encuesta sobre cómo Calderón recuperó su imagen pública, a pesar del desajuste en el precio de la tortilla. Segundo a segundo les hizo sentir el nivel de información clasificada en su poder. Cuando se prendió la luz de la sala, no hubo más reclamos.
Mouriño fue el encargado de supervisar durante el Grito de Independencia –el 15 de septiembre pasado–, que el Estado Mayor Presidencial tuviera aceitado el operativo para tapar de la vista de Calderón y de las cámaras de televisión a los seguidores de Andrés Manuel López Obrador dispuestos a increparlo.
El 12 de abril de 2007, la empresa Imaginería Casa de Publicidad ganó un contrato en Los Pinos por 240 mil pesos para desarrollar estrategias de difusión. En una de sus cláusulas puede leerse: “Se cuenta con la autorización del jefe de la Oficina de la Presidencia”.
Lo mismo sucedió con otras asesorías, como la brindada por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey para el proyecto México: Visión 2030, que costó 1 millón de pesos. El propio Mouriño palomeó la remodelación del sótano de la casa Miguel Alemán por 69 mil pesos.
En 2008, su oficina contará con un presupuesto de 50 millones de pesos, de los cuales alrededor de 87% se canalizará en sueldos y el resto podrá utilizarse en asesorías, comidas y viajes.
Orígenes políticos
En 1997, Mouriño se incorporó al PAN de Campeche impulsado por su padre, un acaudalado empresario español, dueño del equipo de futbol Celta de Vigo, quien se empeñaba en verlo como diputado. Juan Camilo ganó los comicios por el V Distrito en esa entidad. A partir de ese momento inició una vertiginosa carrera que ningún otro miembro del PAN ha logrado, ni siquiera Calderón. En 2000, llegó a la Cámara de Diputados por la vía plurinominal.
Aunque era poco conocido entre los panistas, contaba con el poderío económico de su familia. “No sean gachos, invítenme”, suplicaba Mouriño al grupo de amigos de Calderón cuando salían a comer juntos luego de sesionar en San Lázaro. Durante esa etapa, el ahora mandatario era coordinador de los diputados panistas. En esta cofradía estaban Cuauhtémoc Cardona, Francisco Blake, Rodolfo Dorador, César Nava, Jordi Herrera y Alejandro Zapata. Todos ellos ocupan hoy cargos públicos.
Una vez incorporado a los amigos de Calderón, el diputado por Campeche se hizo de todas las confianzas de su coordinador. Versiones obtenidas por Proceso dentro de ese círculo indican que no tuvo mejor carta de presentación que su dinero.
Un emporio
En el sureste mexicano, la familia Mouriño es propietaria del corporativo Grupo Energético del Sureste (GES), el cual cuenta con 38 gasolinerías. Dentro de la Organización Nacional de Expendedores de Petróleo se calcula que para obtener ganancias relevantes se requieren cuando menos cinco estaciones de servicio. La familia Mouriño tiene seis veces más.
Otro de sus brazos financieros es Transportes Especializados Invancar –a Juan Camilo sus amigos lo apodan Iván–, la cual cuenta con una flota de vehículos con permisos para suministrar productos de Pemex. En las páginas de transparencia de Pemex Refinación y en el sistema de compras gubernamentales (Compranet) no existen rastros sobre el número de contratos asignados a esta empresa. Tampoco cotiza en la Bolsa Mexicana de Valores.
En la década de los noventa, Juan Camilo fue secuestrado. Su familia pagó millones de dólares por liberarlo. Acerca de este episodio, no existe mayor información.
El olfato empresarial de la familia Mouriño la ha llevado a embarcarse en nuevas inversiones. De acuerdo con un comunicado emitido por GES, a partir de 2008 el consorcio fabricará, junto con una empresa española, torres eólicas de última generación para atender, principalmente, el mercado estadunidense.
Apenas el pasado 29 de marzo, Calderón puso en marcha una central eólica en Juchitán, Oaxaca, que con un costo de mil millones de pesos forma parte del Programa de Energías Renovables a Gran Escala. El mandatario no habló de inversiones privadas, pero su gobierno quiere que en 2008 se aprueben las reformas estructurales para que los particulares puedan participar plenamente en la generación de energía.
“El staff de Los Pinos no da entrevistas”, informó Miguel Monterrubio, funcionario de la Coordinación de Comunicación Social, cuando Proceso solicitó un encuentro con Mouriño.
Sin embargo, este criterio no siempre se aplica. En su agenda de actividades –obtenida por este semanario mediante la Ley de Transparencia– consta que el 19 de diciembre de 2006 concedió una entrevista al diario Faro de Vigo.
“El número dos del Gobierno de México”, es una frase recurrente en ese periódico para referirse a él. “Hijo de padre gallego será la mano derecha del presidente de México”, es otra de las expresiones.
En la entrevista –publicada el 26 de diciembre de 2006–, Mouriño ensalzó la decisión del gobierno para enfrentar al narcotráfico por medio del Ejército, y presumió la detención del “líder de un grupo radical que estaba poniendo en jaque a Oaxaca”. Desde entonces, Flavio Sosa, líder de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) sigue tras las rejas.
Faro de Vigo le preguntó a Mouriño si tenía alguna inquietud en ser el próximo candidato presidencial del PAN. “Pues mira, la verdad es que no me marco techos así. Las cosas se han ido dando. La política es un tanto de voluntad y de objetivos propios, pero también de mucho de circunstancias. No siempre está en la decisión de uno, depende de muchas cosas”, respondió.
Antes de que terminara su período como diputado –gestión cuestionada por su papel al frente de la Comisión de Energía– intentó ser alcalde de Campeche, pero en esa segunda aventura por las urnas perdió ante el priista Fernando Ortega. La carrera política de Mouriño no terminó ahí, aunque no volvió a competir en las urnas. Poco a poco adquirió mayor notoriedad dentro del PAN, aunque siempre discreto, a la sombra de Calderón.
Cuando el presidente Fox designó a Calderón como titular de la Secretaría de Energía (Sener), éste a su vez llamó a Mouriño para nombrarlo coordinador general de Asesoría y Enlace Institucional. Tiempo más tarde, ascendió a subsecretario de Electricidad en esa dependencia, pero su paso por el gobierno sólo duró ocho meses.
Como funcionario de la Sener, Mouriño presentó su declaración patrimonial en la que da a conocer que tiene dos casas, ocho cuentas bancarias –cuyos montos van de los 41 mil pesos a los 25 mil euros– y que usa una camioneta Grand Cherokee modelo 1999, con un costo de 230 mil pesos, así como un BMW X5 modelo 2004, con un valor estimado en 655 mil 856 pesos.
Pasado redivivo
Cuando Calderón llegó a la Presidencia decidió colocar a Mouriño en un despacho que había sido eliminado desde la administración de Ernesto Zedillo. El anterior jefe de la Oficina de la Presidencia fue el controvertido José María Córdoba Montoya. Entre el papel que jugó este último en el sexenio de Carlos Salinas y las atribuciones de Mouriño prácticamente no existen diferencias.
Un reportaje de Proceso publicado en su edición 805, del 6 de abril de 1992, describió así las funciones del salinista:
“Formalmente, Córdoba Montoya coordina, asesora y supervisa las actividades de la Presidencia y controla todo lo que rodea y surge de ella. Su campo de acción es más que amplio; abarca todo.
“Desde asesorar al presidente, hacer seguimiento del cumplimiento de acuerdos y órdenes presidenciales, verificar los programas e instrucciones del titular del Poder Ejecutivo, coordinar y hacer el seguimiento de los acuerdos del gabinete especializado (económico, agropecuario, bienestar social, política exterior y seguridad nacional), atender, tramitar y responder a las solicitudes de audiencias presidenciales, recibir quejas e informar de ellas al presidente, hasta preparar y coordinar, con el Estado Mayor, las giras nacionales e internacionales”, se apuntó.
El catálogo de funciones de la oficina encabezada por Córdoba fue reeditado por Calderón. Pero no sólo son similares en sus tareas. Según las crónicas del sexenio, Córdoba era un hombre callado. Escuchaba, observaba, tomaba notas. Pero sobre todo, miraba. Hablaba con quien tenía que hablar. Su palabra pesaba.
Mouriño se comporta de la misma manera. Atento siempre hacia su jefe sabe qué hacer cuando éste alza una ceja. Mira con detenimiento a los secretarios cuando hablan. A veces llega con el presidente a los actos, pero luego se separa sigiloso.
Es el alfil de Calderón cuando se requiere una operación discreta. En el primer año de gobierno fue quien propuso al entonces líder nacional del PAN, Manuel Espino, que se fuera de México como embajador. También ordenó la integración de una lista negra de los miembros de El Yunque, quienes intentaron sabotear la candidatura de Calderón e intervino en los procesos electorales en Yucatán y Michoacán, como lo refiere el reportero Álvaro Delgado en su libro El engaño. Prédica y práctica del PAN.
Ahí mismo el autor documenta cómo Mouriño impuso delegados federales y manejó a la dirigencia del PAN de Campeche a conveniencia de su familia. El capítulo, “Campeche; Mouriño el cacique” inicia con la reconstrucción de una escena en la cual Carlos Mouriño –hermano del jefe de la Oficina de la Presidencia– exige la renuncia al presidente estatal panista, Jorge Nordhausen.
“En el momento más áspero de la discusión, Carlos Mouriño –hablando siempre en plural– intentó negociar posiciones en la Cámara de Diputados local a cambio de que Nordhausen dimitiera. Encendido, este último le gritó: ¡Todavía no toman el poder y ya quieren ejercerlo! ¡Ahora sí que está jodida la cosa, que un cabrón que ni siquiera es miembro activo venga a pedirme a mí, al presiente del partido, que renuncie! ¡Pues no!”
Cinco meses después, Nordhausen fue destituido.
Mouriño trabaja alejado de los medios y cerrando la puerta a todo aquello que pueda afectar la imagen de su jefe y la suya propia. Desde su oficina han impedido que se divulguen resultados de las encuestas hechas antes de que asumieran el poder. En respuestas a solicitudes de acceso a la información, reservó los resultados, los cuestionarios, el número de preguntas y hasta los temas.
Uno de los primeros sondeos, realizados antes del 1 de diciembre de 2006, consistió en pulsar el estado en que Fox dejó la imagen presidencial. Los resultados, de acuerdo con una versión obtenida por Proceso, fueron demoledores. Los calderonistas calculan siempre. Miden obsesivamente.
Este tipo de trabajos, aun cuando se realizan con recursos públicos, están reservados, toda vez que desde la Oficina de la Presidencia se consideraron “vitales” para la toma de decisiones. Esto fue ratificado por el IFAI.
Mouriño se cubre las espaldas para que no trascienda con quiénes se entrevista. Al verse obligado a entregar una copia de su agenda de trabajo, mediante la Ley de Transparencia, registró la mayor parte de sus reu-niones como “privadas”. La discreción con la que ahora se maneja en Los Pinos implicó cerrar su declaración patrimonial. Es decir, podrán calcularse sus ingresos antes de convertirse en jefe de la Oficina de la Presidencia, pero no podrá saberse con cuánto contará al cierre del sexenio.
El gobierno de Felipe Calderón se reencuentra con un pasado de ominosa memoria. El mandatario decidió colocar a Juan Camilo Mouriño como jefe de la Oficina de la Presidencia, un despacho que fue eliminado desde la administración de Ernesto Zedillo y que durante la gestión de Carlos Salinas fue ocupado por José María Córdoba Montoya, de quien se decía que era el número dos del país. Lo mismo se asegura hoy de Mouriño, también de origen extranjero, en quien el presidente confía las decisiones más importantes.
En la estructura burocrática, Juan Camilo Mouriño aparece como jefe de la Oficina de la Presidencia, pero en los hechos se desempeña como un vicepresidente. Tiene tanto poder que fiscaliza al gabinete y mueve piezas dentro del PAN. Todos los asuntos pasan por sus manos.
A los 36 años de edad y con una carrera partidista de 10 años, Mouriño es ahora el número dos en México, como lo describe la prensa de Vigo, España, sede del emporio empresarial de su padre, Carlos Mouriño Atanes, cuyo valor se tasa en millones de euros.
Este madrileño nacionalizado mexicano tiene un solo jefe: Felipe Calderón. Llegó a ese puesto mediante un decreto publicado en el Diario Oficial de la Federación el 4 de diciembre de 2006. Su amplio margen de maniobra le permitió, por ejemplo, clasificar como reservado por ocho años el Acuerdo para la Seguridad de América del Norte.
Sus amigos celebran su astucia, destacan su olfato político y rinden tributo a su agilidad para solucionar problemas. Quienes no lo son, lo tildan de autoritario, maquiavélico y dueño de una vasta red de influencia que incluye a legisladores, acaudalados empresarios, dueños de medios de comunicación, líderes partidistas y gobernadores.
Dentro de la cofradía calderonista destacan la habilidad de Mouriño para negociar sin exponer al jefe, como sucedió durante el conflicto con las televisoras en la aprobación del nuevo Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (Cofipe).
El pasado 11 de septiembre, Mouriño presionó al coordinador de la bancada del PAN en el Senado, Santiago Creel, para que eliminaran de la ley la prohibición de que los particulares paguen y difundan spots. Aunque sus gestiones no dieron resultado, a partir de esa coyuntura pudo cultivar una estrecha relación con el vicepresidente de Televisa, Bernardo Gómez, y con el director general de TV Azteca, Pedro Padilla.
Apagafuegos
La segunda semana de febrero de 2007, un grupo de 10 senadores del PAN exigió a su coordinador, Santiago Creel, una reunión con Mouriño para reclamarle los cambios en las delegaciones federales. Estaban quitando, dijeron, a personas provenientes del servicio profesional de carrera para colocar a los amigos de Calderón. El caso más drástico, según ellos, estaba en Durango.
El funcionario aceptó reunirse con estos legisladores media hora. Durante los primeros 20 minutos, en una de las salas de juntas de la torre de El Caballito, les mostró los resultados de una encuesta sobre cómo Calderón recuperó su imagen pública, a pesar del desajuste en el precio de la tortilla. Segundo a segundo les hizo sentir el nivel de información clasificada en su poder. Cuando se prendió la luz de la sala, no hubo más reclamos.
Mouriño fue el encargado de supervisar durante el Grito de Independencia –el 15 de septiembre pasado–, que el Estado Mayor Presidencial tuviera aceitado el operativo para tapar de la vista de Calderón y de las cámaras de televisión a los seguidores de Andrés Manuel López Obrador dispuestos a increparlo.
El 12 de abril de 2007, la empresa Imaginería Casa de Publicidad ganó un contrato en Los Pinos por 240 mil pesos para desarrollar estrategias de difusión. En una de sus cláusulas puede leerse: “Se cuenta con la autorización del jefe de la Oficina de la Presidencia”.
Lo mismo sucedió con otras asesorías, como la brindada por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey para el proyecto México: Visión 2030, que costó 1 millón de pesos. El propio Mouriño palomeó la remodelación del sótano de la casa Miguel Alemán por 69 mil pesos.
En 2008, su oficina contará con un presupuesto de 50 millones de pesos, de los cuales alrededor de 87% se canalizará en sueldos y el resto podrá utilizarse en asesorías, comidas y viajes.
Orígenes políticos
En 1997, Mouriño se incorporó al PAN de Campeche impulsado por su padre, un acaudalado empresario español, dueño del equipo de futbol Celta de Vigo, quien se empeñaba en verlo como diputado. Juan Camilo ganó los comicios por el V Distrito en esa entidad. A partir de ese momento inició una vertiginosa carrera que ningún otro miembro del PAN ha logrado, ni siquiera Calderón. En 2000, llegó a la Cámara de Diputados por la vía plurinominal.
Aunque era poco conocido entre los panistas, contaba con el poderío económico de su familia. “No sean gachos, invítenme”, suplicaba Mouriño al grupo de amigos de Calderón cuando salían a comer juntos luego de sesionar en San Lázaro. Durante esa etapa, el ahora mandatario era coordinador de los diputados panistas. En esta cofradía estaban Cuauhtémoc Cardona, Francisco Blake, Rodolfo Dorador, César Nava, Jordi Herrera y Alejandro Zapata. Todos ellos ocupan hoy cargos públicos.
Una vez incorporado a los amigos de Calderón, el diputado por Campeche se hizo de todas las confianzas de su coordinador. Versiones obtenidas por Proceso dentro de ese círculo indican que no tuvo mejor carta de presentación que su dinero.
Un emporio
En el sureste mexicano, la familia Mouriño es propietaria del corporativo Grupo Energético del Sureste (GES), el cual cuenta con 38 gasolinerías. Dentro de la Organización Nacional de Expendedores de Petróleo se calcula que para obtener ganancias relevantes se requieren cuando menos cinco estaciones de servicio. La familia Mouriño tiene seis veces más.
Otro de sus brazos financieros es Transportes Especializados Invancar –a Juan Camilo sus amigos lo apodan Iván–, la cual cuenta con una flota de vehículos con permisos para suministrar productos de Pemex. En las páginas de transparencia de Pemex Refinación y en el sistema de compras gubernamentales (Compranet) no existen rastros sobre el número de contratos asignados a esta empresa. Tampoco cotiza en la Bolsa Mexicana de Valores.
En la década de los noventa, Juan Camilo fue secuestrado. Su familia pagó millones de dólares por liberarlo. Acerca de este episodio, no existe mayor información.
El olfato empresarial de la familia Mouriño la ha llevado a embarcarse en nuevas inversiones. De acuerdo con un comunicado emitido por GES, a partir de 2008 el consorcio fabricará, junto con una empresa española, torres eólicas de última generación para atender, principalmente, el mercado estadunidense.
Apenas el pasado 29 de marzo, Calderón puso en marcha una central eólica en Juchitán, Oaxaca, que con un costo de mil millones de pesos forma parte del Programa de Energías Renovables a Gran Escala. El mandatario no habló de inversiones privadas, pero su gobierno quiere que en 2008 se aprueben las reformas estructurales para que los particulares puedan participar plenamente en la generación de energía.
“El staff de Los Pinos no da entrevistas”, informó Miguel Monterrubio, funcionario de la Coordinación de Comunicación Social, cuando Proceso solicitó un encuentro con Mouriño.
Sin embargo, este criterio no siempre se aplica. En su agenda de actividades –obtenida por este semanario mediante la Ley de Transparencia– consta que el 19 de diciembre de 2006 concedió una entrevista al diario Faro de Vigo.
“El número dos del Gobierno de México”, es una frase recurrente en ese periódico para referirse a él. “Hijo de padre gallego será la mano derecha del presidente de México”, es otra de las expresiones.
En la entrevista –publicada el 26 de diciembre de 2006–, Mouriño ensalzó la decisión del gobierno para enfrentar al narcotráfico por medio del Ejército, y presumió la detención del “líder de un grupo radical que estaba poniendo en jaque a Oaxaca”. Desde entonces, Flavio Sosa, líder de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) sigue tras las rejas.
Faro de Vigo le preguntó a Mouriño si tenía alguna inquietud en ser el próximo candidato presidencial del PAN. “Pues mira, la verdad es que no me marco techos así. Las cosas se han ido dando. La política es un tanto de voluntad y de objetivos propios, pero también de mucho de circunstancias. No siempre está en la decisión de uno, depende de muchas cosas”, respondió.
Antes de que terminara su período como diputado –gestión cuestionada por su papel al frente de la Comisión de Energía– intentó ser alcalde de Campeche, pero en esa segunda aventura por las urnas perdió ante el priista Fernando Ortega. La carrera política de Mouriño no terminó ahí, aunque no volvió a competir en las urnas. Poco a poco adquirió mayor notoriedad dentro del PAN, aunque siempre discreto, a la sombra de Calderón.
Cuando el presidente Fox designó a Calderón como titular de la Secretaría de Energía (Sener), éste a su vez llamó a Mouriño para nombrarlo coordinador general de Asesoría y Enlace Institucional. Tiempo más tarde, ascendió a subsecretario de Electricidad en esa dependencia, pero su paso por el gobierno sólo duró ocho meses.
Como funcionario de la Sener, Mouriño presentó su declaración patrimonial en la que da a conocer que tiene dos casas, ocho cuentas bancarias –cuyos montos van de los 41 mil pesos a los 25 mil euros– y que usa una camioneta Grand Cherokee modelo 1999, con un costo de 230 mil pesos, así como un BMW X5 modelo 2004, con un valor estimado en 655 mil 856 pesos.
Pasado redivivo
Cuando Calderón llegó a la Presidencia decidió colocar a Mouriño en un despacho que había sido eliminado desde la administración de Ernesto Zedillo. El anterior jefe de la Oficina de la Presidencia fue el controvertido José María Córdoba Montoya. Entre el papel que jugó este último en el sexenio de Carlos Salinas y las atribuciones de Mouriño prácticamente no existen diferencias.
Un reportaje de Proceso publicado en su edición 805, del 6 de abril de 1992, describió así las funciones del salinista:
“Formalmente, Córdoba Montoya coordina, asesora y supervisa las actividades de la Presidencia y controla todo lo que rodea y surge de ella. Su campo de acción es más que amplio; abarca todo.
“Desde asesorar al presidente, hacer seguimiento del cumplimiento de acuerdos y órdenes presidenciales, verificar los programas e instrucciones del titular del Poder Ejecutivo, coordinar y hacer el seguimiento de los acuerdos del gabinete especializado (económico, agropecuario, bienestar social, política exterior y seguridad nacional), atender, tramitar y responder a las solicitudes de audiencias presidenciales, recibir quejas e informar de ellas al presidente, hasta preparar y coordinar, con el Estado Mayor, las giras nacionales e internacionales”, se apuntó.
El catálogo de funciones de la oficina encabezada por Córdoba fue reeditado por Calderón. Pero no sólo son similares en sus tareas. Según las crónicas del sexenio, Córdoba era un hombre callado. Escuchaba, observaba, tomaba notas. Pero sobre todo, miraba. Hablaba con quien tenía que hablar. Su palabra pesaba.
Mouriño se comporta de la misma manera. Atento siempre hacia su jefe sabe qué hacer cuando éste alza una ceja. Mira con detenimiento a los secretarios cuando hablan. A veces llega con el presidente a los actos, pero luego se separa sigiloso.
Es el alfil de Calderón cuando se requiere una operación discreta. En el primer año de gobierno fue quien propuso al entonces líder nacional del PAN, Manuel Espino, que se fuera de México como embajador. También ordenó la integración de una lista negra de los miembros de El Yunque, quienes intentaron sabotear la candidatura de Calderón e intervino en los procesos electorales en Yucatán y Michoacán, como lo refiere el reportero Álvaro Delgado en su libro El engaño. Prédica y práctica del PAN.
Ahí mismo el autor documenta cómo Mouriño impuso delegados federales y manejó a la dirigencia del PAN de Campeche a conveniencia de su familia. El capítulo, “Campeche; Mouriño el cacique” inicia con la reconstrucción de una escena en la cual Carlos Mouriño –hermano del jefe de la Oficina de la Presidencia– exige la renuncia al presidente estatal panista, Jorge Nordhausen.
“En el momento más áspero de la discusión, Carlos Mouriño –hablando siempre en plural– intentó negociar posiciones en la Cámara de Diputados local a cambio de que Nordhausen dimitiera. Encendido, este último le gritó: ¡Todavía no toman el poder y ya quieren ejercerlo! ¡Ahora sí que está jodida la cosa, que un cabrón que ni siquiera es miembro activo venga a pedirme a mí, al presiente del partido, que renuncie! ¡Pues no!”
Cinco meses después, Nordhausen fue destituido.
Mouriño trabaja alejado de los medios y cerrando la puerta a todo aquello que pueda afectar la imagen de su jefe y la suya propia. Desde su oficina han impedido que se divulguen resultados de las encuestas hechas antes de que asumieran el poder. En respuestas a solicitudes de acceso a la información, reservó los resultados, los cuestionarios, el número de preguntas y hasta los temas.
Uno de los primeros sondeos, realizados antes del 1 de diciembre de 2006, consistió en pulsar el estado en que Fox dejó la imagen presidencial. Los resultados, de acuerdo con una versión obtenida por Proceso, fueron demoledores. Los calderonistas calculan siempre. Miden obsesivamente.
Este tipo de trabajos, aun cuando se realizan con recursos públicos, están reservados, toda vez que desde la Oficina de la Presidencia se consideraron “vitales” para la toma de decisiones. Esto fue ratificado por el IFAI.
Mouriño se cubre las espaldas para que no trascienda con quiénes se entrevista. Al verse obligado a entregar una copia de su agenda de trabajo, mediante la Ley de Transparencia, registró la mayor parte de sus reu-niones como “privadas”. La discreción con la que ahora se maneja en Los Pinos implicó cerrar su declaración patrimonial. Es decir, podrán calcularse sus ingresos antes de convertirse en jefe de la Oficina de la Presidencia, pero no podrá saberse con cuánto contará al cierre del sexenio.