La Nueva Dictadura
Asimetrías
I
Los mexicanos estamos viendo, como en un caleidoscopio de hechos ocurrentes en sucesión vertiginosa, la conformación de un entramado jurídico con visos nítidos de dictadura.
Hacia allá vamos. Camina México hacia una dictadura de la peor y, ergo, la más terrible laya histórica, sin parangón con los antecedentes más oscuros en nuestro devenir histórico.
Cierto. Antonio López de Santa Anna y Porfirio Díaz -dictadores emblemáticos del México republicano- quedan insertos como referentes pálidos de lo que está ocurriendo. ¡Qué peligroso!
Y lo que está ocurriendo es el desmantelamiento velocísimo de un entramado constitucional garante -por lo menos en lo formal- y la edificación de un nuevo orden legal que nos agrede para someternos.
Y nos agrede a contrapelo de las moralejas de nuestra historia -es decir, las luchas históricas del pueblo de México- y los imperativos del desarrollo del mexicano como ser social.
II
Y va esa rápida construcción del andamiaje legal de un nuevo orden sociopolítico opuesto a los intereses verdaderos -los estratégicos- de México. Este nuevo orden exhibe varios tintes monstruosos.
De entre esos tintes irrumpe, inequívocamente, el del fascismo. Un fascismo del siglo XXIl y, por ello, novísimo en morfología pero que, bajo el disfraz de razones de Estado, muestra su viejo cuño.
Un cuño brutal -de fiat indiscutido- diseñado bajo guisas de un simplismo patético: convertir a México en un Estado fascista para “salvar” a México. A los mexicanos. ¿Salvarnos? Sí, de nosotros mismos.
Ese es el sofisma silógico -que deviene de una concatenación tramposa y aviesa, perversa diríase, de premisas falsas- de lo ocurrente en México. Engaños.
Simulación. Socaliñas. Artilugios. Trucos.
Y baratos. Trucos corrientes, grotescos, rayanos en la memez y lo burdo. Un gobierno que tiene por telón de fondo y por subsuelo un vacío de autoridad moral y una oquedad sin alcance ético discernible.
III
El Presidente de Facto da pasos para el establecimiento de un Estado policiaco en México y tratar, de tal estilo, de legitimar su investidura y limpiar su factualidad espuria.
Y, así, acelera la entrega del país a los intereses de los rapiñescos entes trasnacionales de Estados Unidos -que de hecho se anexó ya a México- y España, en contubernio con la oligarquía local.
Mas el Estado mexicano acotado por la estupidez, corrupción y traiciones de los últimos cinco presidentes, es sólo un pelele de las trasnacionales y la oligarquía criolla. Sólo le queda la coacción.
Y la coacción militar, policaca, parapoliciaca y paramilitar, para ser una potestad efectiva requiere legalizar la violación sistémica de derechos humanos individuales y sociales. Y criminalizar disidencias.
Dicho de otro jaez: quedará prohibido, a partir de enero, sentir descontento por el estado de cosas brutal que prevalece. Y quedará prohibido traducir ese descontento en irritación y en protesta social.
Así, habrá paz del garrote y la represión. La paz fascista. La porfirista. Nadie osará protestar por el creciente desempleo, la inseguridad, secuestros -desapariciones forzadas y tortura- de disidentes.
Tampoco se osará protestar por el altísimo costo de la vida, la impunidad de los poderosos y otras manifestaciones modernas -la globalización- de opresión. Un orden dictatorial. El PRI quedó corto.
I
Los mexicanos estamos viendo, como en un caleidoscopio de hechos ocurrentes en sucesión vertiginosa, la conformación de un entramado jurídico con visos nítidos de dictadura.
Hacia allá vamos. Camina México hacia una dictadura de la peor y, ergo, la más terrible laya histórica, sin parangón con los antecedentes más oscuros en nuestro devenir histórico.
Cierto. Antonio López de Santa Anna y Porfirio Díaz -dictadores emblemáticos del México republicano- quedan insertos como referentes pálidos de lo que está ocurriendo. ¡Qué peligroso!
Y lo que está ocurriendo es el desmantelamiento velocísimo de un entramado constitucional garante -por lo menos en lo formal- y la edificación de un nuevo orden legal que nos agrede para someternos.
Y nos agrede a contrapelo de las moralejas de nuestra historia -es decir, las luchas históricas del pueblo de México- y los imperativos del desarrollo del mexicano como ser social.
II
Y va esa rápida construcción del andamiaje legal de un nuevo orden sociopolítico opuesto a los intereses verdaderos -los estratégicos- de México. Este nuevo orden exhibe varios tintes monstruosos.
De entre esos tintes irrumpe, inequívocamente, el del fascismo. Un fascismo del siglo XXIl y, por ello, novísimo en morfología pero que, bajo el disfraz de razones de Estado, muestra su viejo cuño.
Un cuño brutal -de fiat indiscutido- diseñado bajo guisas de un simplismo patético: convertir a México en un Estado fascista para “salvar” a México. A los mexicanos. ¿Salvarnos? Sí, de nosotros mismos.
Ese es el sofisma silógico -que deviene de una concatenación tramposa y aviesa, perversa diríase, de premisas falsas- de lo ocurrente en México. Engaños.
Simulación. Socaliñas. Artilugios. Trucos.
Y baratos. Trucos corrientes, grotescos, rayanos en la memez y lo burdo. Un gobierno que tiene por telón de fondo y por subsuelo un vacío de autoridad moral y una oquedad sin alcance ético discernible.
III
El Presidente de Facto da pasos para el establecimiento de un Estado policiaco en México y tratar, de tal estilo, de legitimar su investidura y limpiar su factualidad espuria.
Y, así, acelera la entrega del país a los intereses de los rapiñescos entes trasnacionales de Estados Unidos -que de hecho se anexó ya a México- y España, en contubernio con la oligarquía local.
Mas el Estado mexicano acotado por la estupidez, corrupción y traiciones de los últimos cinco presidentes, es sólo un pelele de las trasnacionales y la oligarquía criolla. Sólo le queda la coacción.
Y la coacción militar, policaca, parapoliciaca y paramilitar, para ser una potestad efectiva requiere legalizar la violación sistémica de derechos humanos individuales y sociales. Y criminalizar disidencias.
Dicho de otro jaez: quedará prohibido, a partir de enero, sentir descontento por el estado de cosas brutal que prevalece. Y quedará prohibido traducir ese descontento en irritación y en protesta social.
Así, habrá paz del garrote y la represión. La paz fascista. La porfirista. Nadie osará protestar por el creciente desempleo, la inseguridad, secuestros -desapariciones forzadas y tortura- de disidentes.
Tampoco se osará protestar por el altísimo costo de la vida, la impunidad de los poderosos y otras manifestaciones modernas -la globalización- de opresión. Un orden dictatorial. El PRI quedó corto.