Medio siglo sin obras hidráulicas
Por Kristian Antonio Cerino
“Esto no es una prueba de Dios”, dijo en medio de la tragedia una mujer. “Esto es natural…”, agregó, porque a los tabasqueños se les ha hecho “natural” que las inundaciones puedan llegar cada vez que las aguas bajan. Sí, porque en Tabasco, en cada temporada de lluvias, la gente espera un desastre. Sabe que con las aguas no sólo puede llegar la prosperidad, sino también el desbordamiento de ríos, la ruptura de diques, el colapso, la muerte. Pero no es gratuito. Desde hace 50 años los tabasqueños han solicitado al gobierno federal obras hidráulicas para prevenir las inundaciones.
Nadie les ha hecho caso. Y hoy, “naturalmente”, la tragedia ha vuelto…
I. Villahermosa, Tab.- Desde el cielo se ve que Villahermosa dejó de ser ese verde que se amotina y vive en un estado permanente de locura. Ahora es un pantano. Una vil ciénega. Fue como si de pronto, en un pestañeo, los ríos se desbordaran para reclamarle al hombre los agravios a la tierra. No se sabe dónde acaba o dónde empieza el mazazo de agua. Pero, como los perros con rabia, está desatado.
Ahora hay que descender. Introducirse a esa ciudad bajo el agua. Ahí hay historias qué contar. Acá arriba sólo hay una infinita soledad.
II. La noche del domingo 28 de octubre, doña Francisca Hernández decidió acostarse temprano. Tumbada en el catre, escuchó por la televisión que alguien alertaba: “¡Cuidado con las lluvias!”. Curtida en este trópico con un cielo proclive a la tempestad, lo ignoró.
Se cubrió con la sábana y, a lo lejos, escuchó a la terca lluvia, el principio del frente frío que había sido pronosticado por la Comisión Nacional del Agua.
“No pasa nada”, se dijo para sus adentros, con la cara cubierta.
Durmió siete horas.
Cuando despertó, pensó terminar los pendientes de la casa. Cinco minutos más. Y siguió recostada. Lo malo es que otra vez escuchó el empecinamiento de la lluvia, pero ahora venía mezclado con gritos. Se le hizo extraño.
Habrán sido las ocho de la mañana cuando se levantó. No encontró sus sandalias. Tampoco el suelo de su vivienda.
“Esto no es una prueba de Dios”, dijo en medio de la tragedia una mujer. “Esto es natural…”, agregó, porque a los tabasqueños se les ha hecho “natural” que las inundaciones puedan llegar cada vez que las aguas bajan. Sí, porque en Tabasco, en cada temporada de lluvias, la gente espera un desastre. Sabe que con las aguas no sólo puede llegar la prosperidad, sino también el desbordamiento de ríos, la ruptura de diques, el colapso, la muerte. Pero no es gratuito. Desde hace 50 años los tabasqueños han solicitado al gobierno federal obras hidráulicas para prevenir las inundaciones.
Nadie les ha hecho caso. Y hoy, “naturalmente”, la tragedia ha vuelto…
I. Villahermosa, Tab.- Desde el cielo se ve que Villahermosa dejó de ser ese verde que se amotina y vive en un estado permanente de locura. Ahora es un pantano. Una vil ciénega. Fue como si de pronto, en un pestañeo, los ríos se desbordaran para reclamarle al hombre los agravios a la tierra. No se sabe dónde acaba o dónde empieza el mazazo de agua. Pero, como los perros con rabia, está desatado.
Ahora hay que descender. Introducirse a esa ciudad bajo el agua. Ahí hay historias qué contar. Acá arriba sólo hay una infinita soledad.
II. La noche del domingo 28 de octubre, doña Francisca Hernández decidió acostarse temprano. Tumbada en el catre, escuchó por la televisión que alguien alertaba: “¡Cuidado con las lluvias!”. Curtida en este trópico con un cielo proclive a la tempestad, lo ignoró.
Se cubrió con la sábana y, a lo lejos, escuchó a la terca lluvia, el principio del frente frío que había sido pronosticado por la Comisión Nacional del Agua.
“No pasa nada”, se dijo para sus adentros, con la cara cubierta.
Durmió siete horas.
Cuando despertó, pensó terminar los pendientes de la casa. Cinco minutos más. Y siguió recostada. Lo malo es que otra vez escuchó el empecinamiento de la lluvia, pero ahora venía mezclado con gritos. Se le hizo extraño.
Habrán sido las ocho de la mañana cuando se levantó. No encontró sus sandalias. Tampoco el suelo de su vivienda.