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jueves, 7 de junio de 2007

DETRAS DE LA NOTICIA

Ricardo Rocha


El "ombudsPAN"

La voz popular comienza a llamarlo así. Y es una lástima, porque pocas veces un personaje de la vida pública se ha desmoronado tan estrepitosamente. Resulta difícil creer cómo alguien que al inicio de su labor hace ocho años inspiró tanto respeto ahora genere burla y rechazo.

Yo, como muchos, creí en José Luis Soberanes y en sus capacidades sobre todo después de un intenso trabajo académico a cargo del Instituto de Investigaciones Jurídicas de nuestra UNAM. Pero ha sido asombroso cómo al paso de los años -quizá ya demasiados- al frente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos su imagen se ha venido deteriorando, primero paulatinamente y luego a pasos agigantados en los meses recientes. Lo que en un principio fue indiscutible pasó a ser cuestionable y terminó execrable. Para nadie es ya un secreto que los casos de Ernestina Ascensio en Zongolica y el recurso de acción de inconstitucionalidad de la despenalización del aborto ante la Suprema Corte han terminado de desenmascarar a quien se suponía comprometido con las mejores causas de los hombres y mujeres de este país.

En el caso de doña Ernestina, bastó un comentario del presidente Felipe Calderón, "Murió por gastritis no atendida", para que Soberanes arremetiera furioso contra los primeros peritajes de la Procuraduría veracruzana -que evidenciaban violación y golpiza como causas de muerte- y se convirtiera en mastiniano defensor del Ejército, como si en ello se le fuera la vida. Y es precisamente su actitud la que agravia y ofende. Es un entreguismo que no ha podido disimular. Por eso se ha expuesto al ridículo de las explicaciones forzadas y por tanto increíbles sobre un caso que evidentemente se manipuló políticamente para exculpar al Ejército que es hoy por hoy el aliado estratégico e indispensable del Presidente. Así que no hay duda de que Soberanes prestó al gobierno panista en turno un servicio inestimable.

Tratándose del aborto, Soberanes actuó de modo idéntico. Bastó con que en abril el Presidente dijera que la legislación es "en este momento adecuada" y que su esposa advirtiera que "el despenalizar el aborto es contrario a principios humanos y democráticos" para que don José Luis se alineara y pusiera a trabajar a sus abogados de la CNDH y ahora en mayo presentara su recurso ante la Corte. Aquí tampoco hubo el menor recato. La simultaneidad con la PGR por supuesto que no fue casual, sino una acción concertada para fortalecer el trámite. Así que también en este caso el servicio a los panistas en el poder es invaluable. Pero sí pagable. Por ejemplo con un ministerio en la Suprema Corte que pronto podría ofrecer esa vacante. Si así es, no tardará mucho en evidenciarse la maniobra. Y sería imperdonable, porque Soberanes obtendría un premio por haber debilitado como nunca una institución que tanto nos tocó forjar a todos los mexicanos.

Y es que, por desgracia, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos atraviesa por su peor momento en su historia. Nunca como ahora se encuentra tan disminuida su fuerza moral y jamás como hoy se ha diluido tanto su requisito fundamental: la credibilidad. Y nadie puede negar que cada vez menos confían en una CNDH que en manos de Soberanes ha desvirtuado su condición esencial de defensora de los más débiles, para convertirse en una aliada del poder temporal. Es decir, la productividad política por encima de los principios. El desprestigio ha sido brutal y el daño considerable. Irrita además la grosera ansiedad por la obsecuencia.

Por eso debiera irse. Pero no lo hará. Sobre todo si sus ambiciones se siguen evidenciando. No quebrará las máximas de Séneca de que el poder corrompe siempre y que no hay quien resista tres años su ejercicio. Lástima, porque Soberanes ha renunciado a la trascendencia y se queda con la temporalidad.

Lo malo es el daño que infligió a una institución que debió haber engrandecido. Cierto, las instituciones son más que los hombres. Así que el perjuicio es reversible. Pero hay algo, sí, extraordinariamente valioso y por ello irrecuperable: el tiempo. Y es lo que Soberanes nos ha quitado a todos en el viejo anhelo de que en este país se haga justicia.

Y eso es lo que la historia no le va a perdonar.