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domingo, 15 de abril de 2007

EL DESTINO INCIERTO DE LOS JUBILADOS Y PENSIONADOS DE MEXICO

Jubilados: Sentenciados a Muerte

Por Alberto Híjar.

Ahora lo dijo el director del Seguro Social como hace un año lo afirmaron diputados y senadores, esos que dicen representarnos. El problema para ellos es que en unos años más será imposible pagar pensiones y jubilaciones, entre otras cosas, porque ha aumentado la esperanza de vida entre quienes gozan de sueldo y prestaciones, habría que precisar. La minoría de derechohabientes clasemedieros es irresponsable porque sobrevive a las crisis de todo tipo a la que lo somete el gobierno, cualquiera que éste sea, con un afán de sobrevivencia realmente sorprendente. De aquí resulta un promedio de vida atentatorio contra el pago de pensiones. Por más que se aumente la edad para jubilarse y se pongan mil trabas a las pensiones, los trabajadores no mueren y sobreviven a los 65 años, cuando es obvio que deberán morir cuando mucho, de sesenta años.

El estado contribuye a que así sea al mantener en estado de desastre la salud pública, reducir la alimentación a los dañinos conservadores y edulcorantes trasnacionales, a los experimentos transgénicos de consecuencias imprevistas y propiciar la devastación ambiental con la concesión de playas, bosques y selvas al saqueo turístico. Pero los derechohabientes resisten y encuentran en la medicina tradicional el remedio a sus males. Su resistencia a la muerte tiene que ser vencida porque si no, ISSSTE y Seguro Social perecerán y todo mundo deberá entender que es más importante mantener financiariamente sanas a las instituciones y sus beneficiarios bancarios, que salvan vidas al fin de cuentas despreciables.

El Presidente espurio proclama por radio las facilidades para préstamos y vivienda de los derechohabientes. Lo contradicen los trámites que agotan la paciencia de los solicitantes y los someten a juegos de azar obligatorios al refiarles las solicitudes para ejercer sus derechos ciertamente conculcados. Si caen enfermos en algún hospital, instituto o centro de salud pierden esperanzas en la medida de los altos costos de los medicamentos usualmente inexistentes en las farmacias públicas. Hay que comprarlos afuera al igual que los artefactos para aplicar tratamientos necesarios. El diagnóstico de una enfermedad grave resulta una condena a muerte no tanto por la secuela del mal, son por las dificultades económicas para su tratamiento. Por esto los funcionarios, los diputados, los senadores, los magistrados, tienen seguros médicos y cuotas especiales para tratarse en Estados Unidos. Raro es el ingreso de alguno de ellos a un hospital público y cuando es así, se le da tratamiento especial fuera de filas a la madrugada para obtener la ficha o de las incomodidades de las esperas largas. Para ellos, la esperanza de vida con atenciones especiales, para los demás, la sentencia de muerte.

Las protestas de los sindicalizados no alcanzan a los usuarios de la salud pública, no hay correas de transmisión entre los conformistas en las salas de espera en espera de atención y los contestatarios. Pareciera triunfar así una cultura del conformismo, del sometimiento, pese a la certeza de la conversión de la salud en mercancía característica de los centros médicos privados. Ahí se trata de garantizar el pago con tarjetas de crédito y la firma de bauchers con otro conformismo en marcha: el pago de excesos de atención, de operaciones innecesarias, de análisis inútiles. En los pasillos y restaurantes como de hotel de lujo, los familiares presumen de la estancia del enfermo en cuartos con televisión con Cablevisión y otros servicios así de indispensables. El fetichismo de la mercancía y el dinero en todo su esplendor. La muerte ronda.

La Igualadora parece serlo. La devastación planetaria avanza día con día: miles de focas bebes mueren ante el calentamiento de sus hielos disueltos. Ballenas extraviadas al perder las pistas que las conducían al lugar seguro, mueren en aguas bajas. Los manglares protectores de las costas pobladas por numerosas especies, los arrecifes contaminados, los derrames constantes y eventuales de porquería y media en tierras, ríos, lagos y mares, parece afectarnos a todos por igual. La Igualadora parece natural y hasta necesaria para el progreso, ese mito esencial de la acumulación capitalista. Poderosos consorcios alegan todo lo contrario y se hacen acompañar por toda suerte de predicadores para convencernos de que los responsables de la devastación planetaria somos todos. Los mismos que autorizan y protegen la devastación, encabezan la siembra de unas decenas de arbolitos abandonados a su suerte precaria o llaman a la inútil separación de residuos orgánicos e inorgánicos. Por esta hipocresía son acallados los denunciantes de problemas históricos de fondo que exigen soluciones sociales y políticas anticapitalistas y por un orden distinto de la explotación a toda costa, a la ganancia en cadena característica de la acumulación extrema de riquezas en la fase de mayor desigualdad de toda la historia. Leonardo Boff, por ejemplo, fue condenado al silencio en 1985 por quien ahora es Papa y entonces dirigía la Prefectura de la Doctrina de la Fe. Afirmó Boff en marzo de 2007 al inaugurar los cursos de la Universidad de Costa Rica: “desde hace 300 años vivimos en un sistema que explota sistemáticamente todos los recursos de la tierra y esta ya no aguanta más”. Contra la sentencia de muerte, la lucha por la vida de todas las especies, exige por tanto, oposición radical a la explotación asociada a la devastación planetaria.

En Semana de Pascua es bueno y necesario estar por la vida con todas sus consecuencias y en el sentido aclarado por el teólogo de la liberación Gustavo Gutiérrez. Dice el sacerdote peruano: “todo lo que queda hoy en América Latina es dar vida a un pueblo que muere de hambre y que es asesinado por las balas, eso es dar testimonio de la Resurrección. Dar vida quiere decir toda la vida: dar pan al pobre, ayudar a la organización de un pueblo, luchar por sus derechos, atender la salud de los marginados, predicar, perdonar al hermano, orar, celebrar la eucaristía, entregar la propia vida”. La afirmación en El Dios de la Vida (1981) vale para religiosos y laicos que de maneras distintas oponen a la sentencia a muerte del capitalismo globalizado la beligerancia necesaria de la defensa a la vida plena. Ama a tu prójimo como a ti mismo, suele decir el director de POR ESTO!