BIEN POR LA EX-MINISTRA DE JUSTICIA DE BOLIVIA
Casimira Rodríguez, contra el colonialismo y la servidumbre
CN cimacnoticias
México DF, 10 abril 07 (CIMAC).- Si la llegada del indígena Evo Morales a la presidencia de Bolivia causó sorpresa, no menos estupor causó el nombramiento de Casimira Rodríguez Romero, indígena quechua y lidereza de las trabajadoras del hogar, como Ministra de Justicia.
Y aunque su estancia en el poder duró apenas un año, constituyó un logro no sólo para la población indígena, sino también para las mujeres, que constituyen la mitad de quienes habitan ese país.
Su camino hacia el Ministerio de Justicia es visto por ella misma como un camino de maduración, que no termina ahí, pues su propósito político no es lograr otro cargo, sino preparar nuevos perfiles entre mujeres que, como ella, provienen del trabajo en el hogar.
Durante su visita a México, ocurrida la semana pasada, Casimira Rodríguez contó a Cimacnoticias sobre su trayectoria en la política y sus nuevos proyectos.
Sentada en el recibidor de una casa en el sur de la Ciudad de México, la ex ministra boliviana escucha con atención, quietamente, las intenciones de Cimac, sin que sus ojos quiten la vista de sus manos, que descansan sobre sus rodillas, cubiertas por la falda, que en su país llaman pollera.
Viste sencillamente, sin afeites y sin más adorno que un par de aretes largos plateados. Dos trenzas reposan en su espalda y sus pies, muy juntos, calzan huaraches de finas correas.
- ¿Cómo inició su participación política?
- En lo personal, por la propia lucha que hemos emprendido por la organización, primero por el Sindicato de Trabajadoras del Hogar en Cochabamba. Luego, al haber sido secretaria ejecutiva del sindicado, en donde se ha luchado más con la denuncia de violación a derechos humanos. Y, en el país, la lucha por lograr una ley de trabajadoras del hogar.
“Hemos salido del anonimato, de la invisibilidad -dice con voz firme, modulada, pero dulce y sin titubear una sola vez durante las casi dos horas en que nos dio su testimonio- y los propios liderazgos han salido de ahí, a través de mi persona. De una creativa lucha, porque sólo los domingos podíamos participar, debido a que era el único día en que descansábamos del trabajo”.
“Esto permitió conformar la Confederación Latinoamericana y del Caribe de Trabajadoras del Hogar, donde he estado desde 2001 hasta 2005. Nuestro logro político fue la ley para trabajadoras del hogar (promulgada el 9 de abril de 2003) e internacionalmente se conoció sobre su situación, que sufren discriminación y explotación”, continúa la mujer, mientras voltea a verme, con una mirada tan simple como serena.
¿Cómo conoció y se vinculó con el presidente Evo Morales?
- Nos conocimos en el camino de la lucha, en 2002. Construimos una solidaridad con él.
- ¿Y su entrada a las posiciones políticas?
- En el 2000 fui invitada para ser candidata a diputada. Dije no, por mi compromiso con las organizaciones. Pero ya entre diciembre de 2005 y enero de 2006 todo había madurado. Y acepté entrar en la política también porque mis compañeras me habían cuestionado en el 2000 que no haya aceptado participar en la diputación, así que decidí ya participar.
- ¿Cuál es su lucha, Casimira?
- Una lucha -responde con énfasis- contra el sistema colonialista que conserva condiciones de servidumbre. La ley lo cuestiona. Y mi llegada al Ministerio de Justicia lo consideré como un paso hacia la descolonización, a través de mi persona.
- Tradicionalmente, la política se relaciona más con el sexo masculino, ¿cómo se vinculó con este grupo de hombres, que lideraba el ahora presidente Morales?
- Nos vinculamos a través de la Central Obrera Boliviana. Ha costado trabajo, a la propia organización, al movimiento cocalero de Evo, por el machismo. Pero el hermano Evo, siendo diputado, luchó por nuestra ley de trabajadoras. Como diputado nos orientó. Y nosotras lo apoyamos en su lucha también, porque ellos siempre han hecho caminatas y las mujeres les apoyamos llevándoles refrescos, comidas... Es la solidaridad. Le cuento una anécdota de cómo Evo nos apoyaba cuando, por ejemplo, iba yo a la bancada del Movimiento al Socialismo (MAS): “La compañera tiene que ser entrevistada –les decía a los periodistas- porque si no, no hay entrevista conmigo”.
Le hablo sobre algunos artículos publicados en donde se critica la visión de Evo sobre las mujeres y el papel que socialmente cumplen en Bolivia, particularmente le pregunto acerca de una reunión en donde él habría encargado a las mujeres la elaboración del alimento para los asistentes. Escucha atenta y responde:
- Ellos hacen muchas caminatas. Muchas veces hemos tenido que hacer caminatas, no para reivindicarnos con ellos, sino para ganar el espacio. Era necesario, porque nuestra propuesta de ley estaba hasta el final, hasta la cola de todas las demás propuestas. Por eso era tan importante que hiciéramos presencia. Hoy, las organizaciones han empezado a reconocer la importancia de las trabajadores del hogar. Hay una mutua solidaridad con los cocaleros y con la Coordinadora del Agua. Nosotras no servimos a alguien, hacemos trabajo comunitario y en las reuniones trabajábamos todas.
- ¿Existe un distanciamiento con Evo, antes o a raíz de su salida del Ministerio de Justicia?
- Cuando entramos al Ministerio es porque fuimos invitadas. Simpatizo con el proyecto del presidente Evo. Es un movimiento histórico. Siendo o no militantes (del MAS), dimos nuestro voto y nos identificamos con el proyecto. Mi salida no es distancia. Los cambios fueron más por presiones políticas. La tradición de los gobiernos es así, la renovación de gabinetes. Pero no implica ninguna ruptura, porque se nos ha dado la oportunidad de participar en otros espacios, como en el extranjero. Pero de quienes salimos del gabinete, una parte nos quedamos en el país, incluso en nuestra región y otro se fueron.
- ¿Por qué se quedó en Bolivia? –le pregunto, al tiempo que recuerdo que 3 millones de bolivianos viven en el extranjero y un millón de éstos se encuentran en Argentina.
- Era para mí confuso ir a otro país. Estaba la invitación para que me fuera a Argentina. Pero eso implicaba apartarnos de los sectores. Irse del país no era bueno, era preferible quedarse. Así que acepté otras oportunidades. El proceso político me necesitaba ahí, dentro del país. No sólo para luchar por las trabajadoras del hogar, sino por todos los trabajadores de base.
- ¿Qué planea para usted para el futuro?
- Estoy más dedicada a la organización y en otro espacio que nos permita integrar a más mujeres. Queremos preparar perfiles para el liderazgo, dando instrumentos, insumos para el espacio de diálogo. Queremos promover a trabajadoras de hogar para espacios políticos. Ahora estoy todavía en vacación de estudio –responde con una sonrisa casi infantil.
“La política es complicada, pero no imposible”, me explica, queremos hacer una construcción latinoamericana de liderazgos. Planteamos una red latinoamericana de trabajadoras de hogar para que ocupen espacios de poder. Ya hubo 6 trabajadoras del hogar como candidatas para puestos políticos, pero eran espacios “de relleno”. Nuestro problema es que no sabemos negociar porque confiamos en los compañeros de lucha, en su honestidad. Yo no he negociado mi equipo, mis viceministros. Pero nadie te enseña el camino para trabajar en la política y sobrevivir adentro. Por eso uno se arma de un buen equipo. Así empieza a trabajar una. Yo me he replanteado como desafío una nueva alternativa de justicia, que responda. No hacerlo hubiese sido un error histórico, un pecado”.
- ¿Cómo vislumbra la oposición al proyecto nacional del presidente Evo?
- Se ha regionalizado. Se trata de una resistencia al presidente indígena. Eso denota el racismo y la discriminación. Les cuesta mucho aceptar a un presidente indígena. Ellos consideran “hay que pedir todo al presidente, pero no hay que respetarlo”. Eso se da sobre todo en las tierras bajas.
Casimira hace una breve pausa, busca mi mirada y continúa sobre uno de los temas que le son más cercanos:
- El racismo es algo que se trataba de tapar, pero se destapó porque los privilegios se han empezado a acabar.
Pero hay un bloque grande que apoya a la Asamblea Constituyente. Se dan discusiones terribles y los votos a favor de la Asamblea aumentan la resistencia y la petición de autonomías. Es la resistencia con mirada separatista. Es un espacio del peor encuentro de la historia. La Asamblea también está manejada por mujeres. Hay resistencia y enfrentamientos ideológicos. Por un lado, los viejos políticos y por el otro los nuevos asambleístas, jóvenes, indígenas, la clase media. Pero hartas puertas que nos ha abierto. Los grupos campesinos hacen propuestas. Pero nos falta la titulación de tierras propias para las mujeres, el derecho de igualdad económica, de igualdad de salarios entre hombres y mujeres. Falta también incluir leyes de violencia como una garantía constitucional. Leyes contra la discriminación...