LOS ECOS CRITICOS DE YUCATAN
jenaro villamil
México, D.F., 6 de febrero (apro).- A poco más de dos meses de las elecciones en Yucatán, el estado peninsular se ha convertido en una síntesis de la crisis que atraviesa a los tres principales partidos políticos, en una muestra de la confusión entre transición y alternancia que ha dominado en los últimos diez años nuestro panorama político, y también refleja la persistencia del uso y abuso de las prácticas clientelares en demérito de la construcción de ciudadanía.
La situación en Yucatán también tiene otro trasfondo, no menos delicado que el que se espera en los comicios de Baja California, la otra península del país: las muestras crecientes del crimen organizado, sus ramificaciones en los partidos y su interés por desestabilizar para ganar territorios. Bajo este trasfondo, en Yucatán los partidos se juegan por adelantado los escenarios para la sucesión del 2012, y la recomposición de sus grupos de interés.
Un análisis somero de los aires políticos que soplan en el Mayab arrojan los siguientes elementos:
1. Crisis de los partidos. La fractura más visible y noticiosa ha sido la de Ana Rosa Payán, dos veces alcaldesa de Mérida y exmilitante del gobernante Partido Acción Nacional (PAN) durante más de dos décadas. La salida de Payán Cervera, producto de un proceso de selección interno desaseado –por decirlo de manera amable--, no es el único elemento crítico del panismo peninsular.
Desde hace años, esta corriente política no es homogénea ni uniforme. Este dato no sería problemático si al interior del blanquiazul yucateco se procesaran los conflictos de manera democrática y de frente a la ciudadanía.
La lucha de las camarillas panistas, bajo reglas no escritas, negocios no explícitos y con ramificaciones regionales y nacionales, es muy similar a la que también se produce en el PRI de la era posterior a Cervera Pacheco, y en el PRD yucateco que no alcanza a construir una identidad propia.
En el priismo, la fractura es de facto. La exgobernadora y exdirigente nacional de ese partido, Dulce María Sauri, sin haber renunciado como Payán Cervera a su partido, prácticamente se mantiene distante, e incluso hizo una propuesta que finalmente no fructificó: que ambas mujeres políticas renunciaran a su interés por la candidatura para unir fuerzas en un frente ciudadano común que incorporara al propio PRD. Esta posibilidad simplemente se abortó.
En contraparte, lo que existe es un frente priista cuyo epicentro parece ser la promoción del gobernador de Quintana Roo, Félix González Canto, como adelantado precandidato presidencial del PRI. Recursos, apoyos logísticos y negocios están inmersos en este panorama.
Yucatán puede convertirse en la plataforma de este joven gobernador que pretende sumarse a la lista adelantada de personalidades, como el mexiquense Enrique Peña Nieto, que también se ha convertido en un producto político más mercadológico que real.
Y en el caso del PRD, la ausencia de liderazgos locales y su apuesta por romper a toda costa el bipartidismo prevaleciente, lo ha llevado a sumarse a la candidatura de Payán Cervera y a depender prácticamente del carisma de su excandidato presidencial Andrés Manuel López Obrador, que ha realizado en menos de un mes dos giras a la entidad.
El riesgo para el PRD es el mismo que en el 2000, cuando apoyó la candidatura de Patricio Patrón Laviada y no pudo influir en ningún contenido de las políticas públicas: desdibujarse como propuesta política a cambio de “posiciones” periféricas –alcaldías, diputaciones locales, etcétera-- que acaban por ser cuentas de vidrio.
2. La alternancia no es transición. El caso yucateco demuestra que no basta la alternancia de los partidos en el poder para impulsar una transición a la democracia. Peor aún. La alternancia ha servido de pretexto para reinventar fórmulas y prácticas autoritarias, pero ahora con signo blanquiazul. No pocos panistas reconocen que existe un “cerverismo interiorizado” o un “cacicazgo de varias cabezas”, que se ha incubado durante el periodo de Patrón Laviada.
En el caso del PRI, su dependencia a la figura de Cervera Pacheco llegó a su fin con la derrota de éste como candidato a alcalde de Mérida en el 2004. Sin embargo, no se crearon liderazgos alternativos ni nuevas generaciones con prácticas distintas. Por el contrario, para los priistas la batalla electoral es casi sinónimo de mercadotecnia política.
Y frente a este vacío en los dos partidos que han polarizado el panorama yucateco, el PRD no ha logrado emerger como una alternativa. Por el contrario, sigue concentrado en captar las deserciones y no en construir sus propias figuras, a pesar de la añeja tradición de la izquierda peninsular.
Por supuesto, una transición en cualquier sociedad no puede depender sólo de los partidos. Las organizaciones sociales, las universidades, los grupos intermedios y los intelectuales en la entidad peninsular han quedado al margen de una agenda más amplia que no se limite sólo al calendario electoral.
3. Clientelas sin ciudadanía. Esta excesiva partidización de Yucatán ha pospuesto la construcción de una ciudadanía fuerte, autónoma, crítica. En contraposición, el clientelismo es la norma. Basta con revisar el uso de los recursos públicos (en especial los del Fonden) y de los proyectos productivos para observar que en esta entidad, como en la mayor parte del territorio nacional, el clientelismo es un mal que aqueja a toda la sociedad política.
En esencia, este es el resultado de un empobrecimiento crónico. Yucatán expulsa a sus mejores cuadros profesionales ante la falta de un desarrollo propio en la entidad y la fuerte concentración de la riqueza. La vida intelectual, como la universitaria y la artística, se ha reducido a pequeños núcleos sobrevivientes. ¿Cómo construir ciudadanía si las demandas más importantes para las nuevas generaciones, como son aquellos relacionados con los derechos humanos, los derechos sexuales y reproductivos, los derechos laborales y el respeto a la diversidad cultural, se empantanan frente a la polarización partidista?
Si la crisis yucateca trasciende esa cultura clientelar, es probable que de la entidad peninsular surja una nueva dinámica política. De lo contrario, los aires del Mayab seguirán enrarecidos.