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miércoles, 7 de febrero de 2007

DESAFIO

Rafael Loret de Mola


*La Nueva Burocracia
*El Negocio Electoral
*Testigos Especiales


A los políticos mexicanos les avergüenzan que les descubran como malos demócratas.

Así fue durante la larga noche del priísmo hegemónico y así es ahora con los panistas refugiados en el inmaculado azul de la Virgen para parecer tan buenos como Juan Diego. El estigma de la “dictadura casi perfecta”, recordado hace unos días por Vicente si bien equivocadamente –la referencia era a México y no a América Latina como subrayó el imbécil-, impulsó a los mandatarios mexicanos a generar reformas políticas con las que, claro, exaltaron su perfil “renovador” en pro del gradualismo. ¿El resultado? En cada ocasión se amplió la estructura y se encareció la democracia.

Una muestra: lo invertido en la realización de los manoseados comicios de 2006, nada menos 11 mil 892 millones 136 mil pesos con veintiún centavos –la precisión confirma el absurdo del trato burocrático-, excedió al conjunto de las partidas destinadas para el mismo ciclo al Legislativo, en el orden de 6 mil 914 millones de pesos, la Presidencia de la República, mil 621 millones de pesos y la Suprema Corte de Justicia, dos mil 939 millones de pesos; en total, once mil 475 millones 806 mil pesos. Esto es el sostenimiento de las cúpulas de los tres poderes de la Unión equivalen a la derrama electoral.

El exceso no requiere de mayores ilustraciones si bien es imperativo apuntar el alza galopante en apenas doce años como señalé en “Escenarios” –Océano, 2006-. En 1994, cada sufragio –dividiendo lo erogado en el proceso entre el número de votos- tuvo un costo de tres pesos con noventa y dos centavos; en 1997, el encarecimiento fue patente: diecisiete pesos con 56 centavos por voto; y en 2000, bajo la euforia del cambio, el disparo fue espectacular: doscientos treinta y un peso por cada boleta emitida. La cruzada de la alternancia fue, en esencia, un detonante para el gasto político. En 2006, cada voto, aproximadamente, tuvo un costo de doscientos cincuenta y siete pesos si creemos en las estadísticas oficiales.

Lo anterior sirve de introducción para explicar el porqué de la moción legislativa para reducir el gigantismo electoral. Menos mal, aun cuando sea a toro pasado, que exista alguna voluntad para no volver a andar por las mismos infectados pantanos que irremisiblemente pueden ahogarnos bajo el lodo de la impudicia política. Para los protagonistas de la vida institucional es, por tanto, casi una razón de supervivencia así como la reforma política de 1977, la reyesheroliana, significó garantizar la hegemonía priísta precisamente hasta 2000 mediando concesiones significativas a la oposición.

Pese a ello, no deja de ser por demás significativo un hecho incontrovertible: Fox, quien tanto se dijo demócrata y como tal ponente de un cambio estructural para atajar la simulación política entre otras cosas, no promovió reforma alguna en materia electoral y optó por seguir las reglas del juego legadas por el priísmo al que había calificado como corrupto y tramposo. Y, además, estimó que el Instituto Federal Electoral, porque le alzó la mano en 2000, era poco menos que una institución infalible, como lo es el Papa en cuestión de fe y dogma para los católicos, y por ende insondable, perfecta, garante de la limpieza electoral per se. Hasta que la ciudadanía, incluyendo a los propios promotores de la continuidad que ejercen su propia inteligencia sobre las consignas, descubrió las fracturas que prohijaron la larga, desgastante, costosa parodia poselectoral.

En fin, el IFE, bajo los auspicios del adormilado Luis Carlos Ugalde Ramírez -observarlo da sueño-, perdió todo sustento de autoridad moral.

Debate

Los diputados, salvo los panistas institucionales -¡le han quitado su apellido a los priístas y son por tanto usurpadores!-, hicieron notar que el considerado “arbitro” en materia comicial gasta mucho. Por ejemplo, trascendió que la adjudicación de bonos variopintos no tienen sustento alguno: por ejemplo, el señor Ugalde cobró una elevada suma por concepto de prerrogativa “matrimonial” en las vísperas de su enlace con la sobrina del ex secretario de Educación Pública, Miguel Limón Rojas, uno de los más distinguidos discípulos del legendario Fernando Gutiérrez Barrios. El bono en cuestión sirvió para maldita la cosa: cubierto el expediente, Luis Carlos optó por el divorcio apenas cumplidos unos meses de santa unión. (La información completa y precisa podrán encontrarla en “Confesiones y Penitencias”, bajo los auspicios de Océano y con mi autoría, próxima a aparecer).

El señor Ugalde, quien fue siempre muy cercano a Felipe Calderón lo que demuestra el peso tremendo de su autonomía, replicó con una velada advertencia a los legisladores: si le reducen el presupuesto, como se pretende, se empantanará la distribución de recursos a los partidos políticos.

Esto es, que paguen los actores políticos no los burócratas electorales enquistados en el organismo intocable, infalible, perfecto. Una falacia digna de encabezar la antología del cambio.

Pataletas infantiles para solicitar el dulce del presupuesto libre. El IFE, capaz de auditar a los partidos, multarlos por sus excesos y determinar cuando afrentan la salud democrática con sus mensajes mediáticos, debe estar libre de sospecha.

Por eso es autónomo, para evitar fiscalizaciones de más, salvo las internas sesgadas a los criterios de los sabios que lo manejan. Ugalde debe ser propuesto, faltaba más, para integrar también el santoral mexicano.

¡Qué martirio el suyo, sobre todo en la larga y negra noche de la jornada electoral última! Por eso se fue a pasar las festividades navideñas a París para recuperarse de tantas injustas presiones.

Los dineros del IFE son sagrados: sin ellos, derramados generosamente, no podremos jamás decirnos demócratas. Las instituciones, primero; los intocables, también.

El Reto

No estaría de más insistir en que los excesos también se dan en la conformación del Legislativo.

¿De verdad requerimos tantos y tantos diputados y senadores plurinominales y de representación proporcional?¿Para qué, si podría saberse? De entre todos, esta corroborado que sólo trabajan, en comisiones, el diez por ciento; los demás son levanta-dedos nada más.

Ya va siendo hora de hacer madurar a nuestra democracia cancelando las tales concesiones a la oposición para exaltar sólo la voluntad mayoritaria expresada en las urnas, esto es sin complicados repartos sectarios de curules y escaños. Una cosa por la otra.

El hecho es que los protagonistas no sueltan los hilos del erario. Es lo que, de verdad, les interesa aunque se propongan como sacrificados mexicanos deseosos de servir a la patria. Por cierto, ¡cómo viajan los panistas y cómo gastan!

Recientemente, en Madrid, la amplia comitiva de Calderón se perdió por la calle Preciados en busca desesperada de las “rebajas” de las grandes firmas. Todos, con sus esposas, ávidas de integrar el selecto grupo de nuevos ricos sexenales. Sin diferencia, vamos, con cuanto ocurría en el pasado. ¿Y los contralores? Rezando, al lado de Germán Martínez Cázares, el flamante monaguillo designado como secretario de la Función Pública.

Y no digo más para que no vayan a acusarme por disolución social o faltas a la seguridad del Estado, tal y como procede la eficiente Secretaría de Gobernación.

¿Será que por democracia debemos entender ahora al fascismo?

La Anécdota

Los esponsales de Luis Carlos Ugalde con Lía Limón García se celebraron el sábado 6 de diciembre de 2003 en la finca Pilzintli, muy cerca de Tepoztlán, Morelos. (Remito nuevamente a los amables lectores a “Confesiones y Penitencias”).

Al evento asistieron figuras relevantes de la vida nacional, entre ellos, en primerísimos planos, el entonces secretario de Energía, Felipe Calderón, su esposa Margarita, y la insustituible “maestra” Elba Esther Gordillo, amen del ex secretario de Energía, Jesús Reyes Heroles González Garza, ahora director general de PEMEX. Los hilos conductores son múltiples y merecerían, por sí, un acucioso análisis.
Amistades estrechas, acaso complicidades también.

Calderón ya había manifestado su propósito de cursar hacia la candidatura presidencial de su partido y asegurar con ello... la continuidad del proyecto energético trazado por las administraciones de Carlos Salinas y, sobre todo, Ernesto Zedillo. No se olvide que Luis Téllez Kuenzler, quien también fue titular de Energía durante la segunda fase de la administración zedillista, es igualmente integrante del gabinete calderonista.

¿Sólo puras coincidencias?