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miércoles, 7 de febrero de 2007

INDICADOR POLITICO

Carlos Ramírez

* Salinas: ¿no con Chávez y sí con EU?

* Socialismo cubano agoniza con caudillo

Después de haber combatido fieramente durante medio siglo al imperialismo norteamericano, el drama de la agonía física y política de Fidel Castro fue revelado por el ex presidente mexicano Carlos Salinas: la única posibilidad de salvar a la Revolución Cubana se encuentra en manos de los Estados Unidos.

El ensayo de Salinas en la revista Milenio de esta semana puede ser leído como una llamada desesperada de auxilio de Castro hacia Washington. En este contexto, la cesión del liderazgo revolucionario socialista al populista y caudillo Hugo Chávez no es más que un juego de contrapesos tan conocido en el estilo castrista. Salinas pide a México jugar el papel diplomático de facilitador de la paz entre Washington y La Habana.

El punto clave del texto de Salinas radica en la fijación de la tesis de que Cuba forma parte de los intereses de seguridad nacional de México. El señalamiento es válido, sólo que con una variante no resuelta: México necesita una Cuba democrática, no una Cuba revolucionaria, dictatorial y aislada del mundo en una especie de Camelot caribeño.

A diferencia del discurso cubano, la necedad castrista de mantener un sistema socialista ineficiente y dependiente ha sido siempre un factor de inestabilidad regional. A la vuelta de cincuenta años, Cuba es cada día una dictadura más represiva y un país más empobrecido, en tanto que países de la región han buscado caminos por el lado de la izquierda democrática y electoral y con desarrollo social.

El grave problema de Castro es su caudillismo personal. Ahora mismo se consolidan evidencias de que su sola desaparición física del escenario activo ha distensionado las relaciones con los Estados Unidos. Inclusive, su sucesor designado con reglas monárquicas --su hermano-- ha buscado un acercamiento con Washington. La muerte de Castro será asimismo el fin histórico del socialismo castrista.

El ensayo de Salinas ignora el debate crítico en torno a Castro. Su revisión histórica --desde 1517-- termina en las relaciones de México con la revolución cubana. Pero el mito ha sobrevivido a la realidad. Ahí está, por ejemplo, el mejor análisis histórico México-Cuba en la era de Castro: México y la revolución cubana, de Olga Pellicer, publicado en 1972. La tesis central del libro radica en el dato mayor de que la relación de México con la revolución cubana fue de conveniencia y como un factor de control de la izquierda mexicana.

Salinas, por tanto, lanza quizá el último SOS o llamada de auxilio para salvar a Fidel Castro, no para ayudar a Cuba y a los cubanos. La permanencia de Castro en el poder se ha conseguido a costa de la profundización de un régimen militarista represivo y monárquico y en detrimento de las ideas del socialismo y el marxismo.

En el fondo, el futuro del socialismo cubano y de su revolución ya no depende de Fidel Castro sino de la revitalización de la clase política. En el mejor análisis desde la izquierda marxista que se ha hecho de Cuba, Heinz Dieterich concluye en Cuba después de Fidel. ¿Podrá sobrevivir la revolución? la más lúcida crítica: la disyuntiva cubana oscila entre el capitalismo o el “socialismo nuevo”.

Dieterich señala los tres obstáculos de la revolución cubana: “la falta de una teoría científica revolucionaria que permitiera vislumbrar el camino hacia el nuevo proyecto histórico, un partido anquilosado por el pragmatismo y el oportunismo y un Estado carente de facultades cibernéticas”. Sin estas tres condiciones de Dieterich, el futuro de la revolución cubana será el destino físico de Fidel Castro. “La dimensión de la crisis”, agrega Dieterich, “es estratégica, es la pérdida de un proyecto histórico”.

En este contexto, el papel de Cuba en el escenario geoestratégico y de seguridad nacional de México es diferente al visto por Salinas. Por eso Castro se ha negado a pedir el apoyo oficial de México y ha preferido echarse en los brazos del populismo caudillista de Hugo Chávez, cuyo socialismo a la venezolana tiene el mismo destino histórico de Cuba: depender de una persona.

La revolución cubana llega a su fin histórico con Castro. Hay varios hechos:

1.- Cuba acaba de firmar un acuerdo con Venezuela. Y los puntos concretos señalan apoyos económicos de Caracas a los planes de subsistencia de La Habana. Es decir, sólo subsidios a cambio de designar a Chávez como el jefe máximo del socialismo cubano.

2.- Cuba ha convertido las computadoras, las parabólicas, los fax y las fotocopiadoras en enemigos de la revolución cubana. A ese grado llega la represión en Cuba.

3.- Una encuesta publicada por el periódico oficial Juventud Rebelde reveló el sentimiento de los jóvenes cubanos: un país sin dictadura, con computadoras, mejor bienestar social y sin corrupción.

En este contexto, el ensayo de Salinas evidenció que hacia el final de su vida Fidel Castro llegó a la conclusión --como Mao al regresar a Confucio en sus días finales-- de que necesita pactar con los Estados Unidos, a pesar de depender de los dólares del petróleo venezolano. Triste tragedia de quien hizo de su vida una hazaña de resistencia al expansionismo norteamericano.