EL LEGADO DE FOX
Destruida por el foxismo, la política exterior de México camina sin rumbo. Durante el sexenio anterior, la ausencia de profesionales de la diplomacia en la toma de decisiones internacionales modificó delicados equilibrios y condujeron al país a un aislamiento regional que resultó costoso por la ruptura de alianzas históricas. En sus vínculos con los países del área, Vicente Fox y sus dos cancilleres -Jorge G. Castañeda y Luis Ernesto Derbez- dejaron un tiradero. En particular destaca el poco profesionalismo exhibido en los casos de Cuba y Venezuela.
En noviembre pasado, Arturo Sarukhán, coordinador del área internacional del equipo de transición de Felipe Calderón y actual embajador en Washington, declaró que el nuevo gobierno "no repetirá la política exterior de Fox" y "buscará construir una relación de largo aliento, estratégica, con Cuba". También prometió una "normalización" de los vínculos con Venezuela. En el caso Cuba, añadió que las discrepancias o diferendos no deben contaminar la relación bilateral en su conjunto. Y citó, como ejemplos, la "molestia" cubana en relación con la política mexicana en materia de derechos humanos y el "problema serio" de México con La Habana, en el tema del adeudo con el Banco Nacional de Comercio Exterior -Bancomext- (La Jornada, 23/11/06).
Todos los pronósticos daban a Sarukhán como nuevo canciller de México. Pero Calderón nombró a Patricia Espinosa, diplomática de carrera que estuvo al frente de las representaciones diplomáticas en Alemania y Austria. En vísperas de asumir el cargo, formuló declaraciones negativas sobre Cuba, que en un rápido control de daños recompuso un día después. Su encomienda, dijo entonces, sería "fortalecer el diálogo al máximo" con la isla y "establecer una relación constructiva, respetuosa y de largo aliento" (La Jornada, 1/12/06). En enero, en su reunión con los embajadores y cónsules de México, Calderón afirmó que América Latina y el Caribe serían el eje de su política exterior y los instó a "recuperar los espacios de interlocución y cooperación en los principales factores regionales" y a profundizar las "alianzas estratégicas".
Sin embargo, la diplomacia paralela de Manuel Espino y Luis Ernesto Derbez, desde el comité ejecutivo del Partido Acción Nacional y la Organización Demócrata Cristiana de América, ha conspirado contra tal objetivo e impedido el reordenamiento de las relaciones con Cuba y Venezuela, países, ambos, que por su dinamismo diplomático e influencia regional constituyen, junto con Brasil, los factores reales de poder en América Latina y el Caribe.
La inacción de Patricia Espinosa contrasta con el activismo de Espino y Derbez, "padrinos" del exilio cubano con sede en Miami, quienes han dicho que están buscando un "encuentro respetuoso" con los presidentes Fidel Castro y Hugo Chávez.
Tal vez Espinosa está guiada por la prudencia. Pero su trabajo no se ve. Hay un tema, vinculado con la diplomacia, sobre el cual podría incidir y facilitar una negociación con Cuba en el ánimo de restablecer las relaciones a su máximo nivel. Sarukhán lo mencionó como un "problema serio": se trata del litigio con Cuba sobre el adeudo que la isla mantiene con Bancomext. Los orígenes del diferendo se remontan a 1989, cuando Cuba y México firmaron un acuerdo para consolidar diversos créditos. En 2001, el gobierno cubano pagó a México 36 millones de dólares como parte de las primeras amortizaciones de capital y cubrió 27 millones por concepto de intereses. En febrero de 2002, ambos países renegociaron un adeudo por 380 millones de dólares a 10 años, con la garantía del flujo de caja internacional de la Empresa Telefónica de Cuba (Etecsa). Pero en marzo sucedió el incidente entre Fidel Castro y Vicente Fox en la cumbre sobre financiamiento para el desarrollo de la ONU en Monterrey; el desaseado "comes y te vas". El gobierno cubano suspendió los pagos y el caso se fue a tribunales.
En noviembre de 2006, la Corte de Apelaciones de París emitió una sentencia definitiva en el expediente número 04/24238 que declaró la "nulidad arbitral" que había sido emitida dos años antes por un tribunal constituido de conformidad con el Reglamento de Arbitraje de la Cámara de Comercio Internacional bajo el número de expediente 12417/KGA. El laudo anulado había sido dictado en un procedimiento de arbitraje tramitado en París entre ambas partes: Bancomext, por un lado, y la Empresa de Telecomunicaciones de Cuba, SA y su socia local, Telefónica Antillana, por otro. En ese contexto, no existen bases para tratar de hacer efectivo el laudo arbitral de 2004. En todo caso, la "verdad legal" debe ser determinada por un tribunal arbitral en un nuevo procedimiento, distinto al que fue anulado.
El efecto de la anulación coloca el asunto como al inicio de la controversia. El gobierno de Felipe Calderón puede iniciar una nueva acción legal, que es la vía asumida por Bancomext. Pero eso mantendría las fricciones diplomáticas. Queda abierta la posibilidad de que las partes negocien sus diferencias. O, como sugirió en noviembre pasado el embajador mexicano en La Habana, José Ignacio Piña, "sería aconsejable buscar un compromiso político de alto nivel". Ahí es donde el oficio diplomático de Patricia Espinosa puede contribuir, en aras de establecer una relación "constructiva, respetuosa y de largo alcance" con Cuba.