TRISTEZA ENTRE LOS MEXICANOS AL VER A LOS INTELECTUALES ARRASTRANDOSE CON EL ESPURIO
Otra de intelectuales
Javier Flores
Algunos intelectuales son partícipes de lo que viene. Un gobierno que surge de un fraude, de un engaño a todos. Cada quien se coloca en el lugar que decide. Pero la retórica hoy poco ayuda ante la responsabilidad de indagar la verdad, al empleo del pensamiento crítico, a mantener distancia frente al poder. En México hay tristeza, pues mucha gente se pregunta: ¿y dónde están nuestros intelectuales? Pues ahí están, varios tomados de la mano de Felipe Calderón... ojalá les vaya muy bien.
Quiero recordar a Octavio Paz, quien planteó una pregunta muy simple sobre la relación entre los intelectuales y el poder. Su respuesta fue muy clara: hay un abismo entre los dos espacios. La independencia del pensamiento es la cualidad de los intelectuales. El poder va por un lado y el pensamiento libre por otro. Entonces resulta difícil entender la asociación que ahora se da entre un poder con una legitimidad fracturada o inexistente y algunos de nuestros intelectuales.
Las elecciones del 2 de julio tuvieron una virtud al revelar cosas que permanecían ocultas. Aparecieron los intelectuales al servicio del poder. Surgieron los defensores de la imposición de Felipe Calderón, con argumentos muy pobres por cierto, desde la defensa de las instituciones (si el IFE y el TEPJF ya dijeron que ganó debemos aceptarlo), promoviendo con ello una renuncia al pensamiento crítico. También exigiendo evidencias sobre el fraude, cuando los votos quedan fuera del escrutinio ciudadano y van a ser destruidos, es decir, ni siquiera estarán disponibles para realizar estudios sobre la realidad de nuestro país, que es una de las tareas de los intelectuales.
Algunas personas optimistas que conozco piensan que está bien que existan esos intelectuales integrados al poder, pues afirman que funcionarán como una "bisagra" que va a permitir que algunas políticas públicas tomen un sentido correcto. O sea que esos intelectuales van a cobrar su factura a Felipe Calderón, como ha hecho anticipadamente la maestra Elba Esther Gordillo. Me parece muy penoso.
El papel de los intelectuales mexicanos debe basarse en la libertad de pensamiento que no puede estar sujeta a los arreglos con el poder. Es el sector de la sociedad responsable de ejercer un pensamiento crítico, lo que implica examinar sin ataduras toda la realidad de nuestro país y proponer los caminos más adecuados para avanzar, aunque éstos no les gusten a algunos, así sean los más poderosos. Son los responsables de indagar la verdad sobre los hechos que afectan a nuestro país y al mundo. Resulta difícil aceptar que algunos estén entregados al poder.
Realmente extraño a Octavio Paz, nos hace mucha falta. Era un crítico tremendo del poder y al mismo tiempo de los intelectuales. Lo mismo criticaba sin piedad a los más poderosos que a la izquierda o a los profesores de las universidades. Nadie podía con él. Pero nunca se entregó al poder. Su fidelidad era para el pensamiento, para las ideas. Renunció a un cargo público, la embajada de México en India, cuando ocurrió la represión de 1968. Ahí marcó una línea divisoria y nos enseñó a todos (o a casi todos) que la labor de los intelectuales no es compatible con el poder. Se trata de dos universos diferentes.
La fuerza de los intelectuales radica en su independencia. En el caso de las elecciones del 2 de julio cada quien puede tener y difundir su propio juicio, que no tiene que ser unánime. Las diferencias aquí no importan. Pero lo que sí resulta preocupante es la distorsión calculada y consciente del sentido crítico, la complicidad con el control de la información, la transferencia de la neurona al poder.
Todos los datos están a la vista (con excepción de los votos). Algunos han desarrollado un sentido crítico hacia un solo lado, a lo que podría llamarse "hipertrofia crítica unilateral". Cuando uno los escucha, Felipe Calderón parecería un ser perfecto, no porque lo sea, sino porque prefieren omitir cualquier juicio que pudiera resultarle adverso. Ninguno de los intelectuales asociados al poder se queja del control descarado que se hace de la información en los medios, especialmente en la televisión, aunque sea evidente para ellos. Los análisis se construyen desde la parcialidad de los datos impuesta por el poder, unas cosas existen... otras no. Pero, eso sí, están disponibles para poner su inteligencia al servicio del presidente electo.
Regatean más o menos su identidad. Por eso ha sido tan difícil que se realice una convivencia de intelectuales con Calderón. Les cuesta mucho trabajo exhibirse. De realizarse esta reunión, no pocos se van a excusar.
El momento que vive el país, y especialmente lo que ocurrió alrededor de las elecciones, hacen obligatorio examinar el papel de los intelectuales. Este sector no tiene por qué quedar al margen de la mirada de la sociedad.
La Jornada
Javier Flores
Algunos intelectuales son partícipes de lo que viene. Un gobierno que surge de un fraude, de un engaño a todos. Cada quien se coloca en el lugar que decide. Pero la retórica hoy poco ayuda ante la responsabilidad de indagar la verdad, al empleo del pensamiento crítico, a mantener distancia frente al poder. En México hay tristeza, pues mucha gente se pregunta: ¿y dónde están nuestros intelectuales? Pues ahí están, varios tomados de la mano de Felipe Calderón... ojalá les vaya muy bien.
Quiero recordar a Octavio Paz, quien planteó una pregunta muy simple sobre la relación entre los intelectuales y el poder. Su respuesta fue muy clara: hay un abismo entre los dos espacios. La independencia del pensamiento es la cualidad de los intelectuales. El poder va por un lado y el pensamiento libre por otro. Entonces resulta difícil entender la asociación que ahora se da entre un poder con una legitimidad fracturada o inexistente y algunos de nuestros intelectuales.
Las elecciones del 2 de julio tuvieron una virtud al revelar cosas que permanecían ocultas. Aparecieron los intelectuales al servicio del poder. Surgieron los defensores de la imposición de Felipe Calderón, con argumentos muy pobres por cierto, desde la defensa de las instituciones (si el IFE y el TEPJF ya dijeron que ganó debemos aceptarlo), promoviendo con ello una renuncia al pensamiento crítico. También exigiendo evidencias sobre el fraude, cuando los votos quedan fuera del escrutinio ciudadano y van a ser destruidos, es decir, ni siquiera estarán disponibles para realizar estudios sobre la realidad de nuestro país, que es una de las tareas de los intelectuales.
Algunas personas optimistas que conozco piensan que está bien que existan esos intelectuales integrados al poder, pues afirman que funcionarán como una "bisagra" que va a permitir que algunas políticas públicas tomen un sentido correcto. O sea que esos intelectuales van a cobrar su factura a Felipe Calderón, como ha hecho anticipadamente la maestra Elba Esther Gordillo. Me parece muy penoso.
El papel de los intelectuales mexicanos debe basarse en la libertad de pensamiento que no puede estar sujeta a los arreglos con el poder. Es el sector de la sociedad responsable de ejercer un pensamiento crítico, lo que implica examinar sin ataduras toda la realidad de nuestro país y proponer los caminos más adecuados para avanzar, aunque éstos no les gusten a algunos, así sean los más poderosos. Son los responsables de indagar la verdad sobre los hechos que afectan a nuestro país y al mundo. Resulta difícil aceptar que algunos estén entregados al poder.
Realmente extraño a Octavio Paz, nos hace mucha falta. Era un crítico tremendo del poder y al mismo tiempo de los intelectuales. Lo mismo criticaba sin piedad a los más poderosos que a la izquierda o a los profesores de las universidades. Nadie podía con él. Pero nunca se entregó al poder. Su fidelidad era para el pensamiento, para las ideas. Renunció a un cargo público, la embajada de México en India, cuando ocurrió la represión de 1968. Ahí marcó una línea divisoria y nos enseñó a todos (o a casi todos) que la labor de los intelectuales no es compatible con el poder. Se trata de dos universos diferentes.
La fuerza de los intelectuales radica en su independencia. En el caso de las elecciones del 2 de julio cada quien puede tener y difundir su propio juicio, que no tiene que ser unánime. Las diferencias aquí no importan. Pero lo que sí resulta preocupante es la distorsión calculada y consciente del sentido crítico, la complicidad con el control de la información, la transferencia de la neurona al poder.
Todos los datos están a la vista (con excepción de los votos). Algunos han desarrollado un sentido crítico hacia un solo lado, a lo que podría llamarse "hipertrofia crítica unilateral". Cuando uno los escucha, Felipe Calderón parecería un ser perfecto, no porque lo sea, sino porque prefieren omitir cualquier juicio que pudiera resultarle adverso. Ninguno de los intelectuales asociados al poder se queja del control descarado que se hace de la información en los medios, especialmente en la televisión, aunque sea evidente para ellos. Los análisis se construyen desde la parcialidad de los datos impuesta por el poder, unas cosas existen... otras no. Pero, eso sí, están disponibles para poner su inteligencia al servicio del presidente electo.
Regatean más o menos su identidad. Por eso ha sido tan difícil que se realice una convivencia de intelectuales con Calderón. Les cuesta mucho trabajo exhibirse. De realizarse esta reunión, no pocos se van a excusar.
El momento que vive el país, y especialmente lo que ocurrió alrededor de las elecciones, hacen obligatorio examinar el papel de los intelectuales. Este sector no tiene por qué quedar al margen de la mirada de la sociedad.
La Jornada