DIAS EXTRAÑOS
Hay quienes miden sus vidas por años, otros por lágrimas y hay incluso quienes las cuantifican en función de las cosas que han acumulado a lo largo de éstas.
Personalmente, cuando me preguntan cuántos años tengo, suelo contestar en términos sexenales. Y no crean que lo hago por querer disimular mi edad, sino porque los sexenios –más que los años– nos pueden dar una idea mucho más clara del desgaste al que se han sometido determinados organismos vivientes y murientes (no es lo mismo haber sobrevivido al sexenio de Ruiz Cortines que al de Salinas).
Según algunos estudios una persona común y corriente (incluso más corriente que común) puede llegar a vivir unos doce o trece sexenios, así que si usted nació durante el régimen de Ávila Camacho es probable que ya esté viviendo horas extras.
En mi caso he sobrevivido a seis sexenios (ligeramente incompletos, pero seis al fin). Es decir: estoy a la mitad de mi vida sexenal: seis ciclos de seis años que se cierran en 2006. A algunos escépticos les puede parecer que seis no es demasiado (hay gente a la que nada le parece), pero el desgaste sufrido en ese tiempo es científicamente equivalente a cumplir 70 años.
Créanme, no es fácil nacer en tiempos de Echeverría, disfrutar tu infancia viendo llorar a López Portillo, descubrir el amor mientras De la Madrid se pasea por los escombros de tu ciudad, empezar a ver el futuro pelón bajo la sombra de Salinas, casarte con Zedillo… bueno, en los tiempos de Zedillo, y convertirte en padre y en pobre en el sexenio de Martita y Vicente Fox.
No busco su compasión como lectores, después de todo ustedes también han estado aquí y saben de lo que hablo, pero si hubiera podido escoger, me hubiera gustado estar… no sé, en el periodo de Lázaro Cárdenas o en el de López Paseos, una cosa un poco más relajada. Luego andan diciendo: “¡Ay!, es que los jóvenes de hoy son indiferentes con su país”. ¡Pues es que cuál país! Todavía a los que nacieron en la era de Ruiz Cortines les tocó ver algo, pero ahora por más que uno se talle los ojos no aparece nada. Con decirles que desde que nací el país está en crisis.
Y lo más terrible es que me quedan seis sexenios. Para cuando se cumplan las expectativas del proyecto 20-30 que anda presumiendo Felipe Calderón, voy a ser un vegetal anónimo, una pasa con patas al borde del precipicio y Calderón igual, o peor, tal vez ya ni haya chance de reclamarle.
Cuando era niño le mandé una carta a López Portillo para que hiciera algo contra la contaminación, me acuerdo que hasta le dibujé un pajarito muerto para que tuviera noción de la magnitud del problema; cinco sexenios después volví a escribirle al presidente de México, pero ahora para despedirlo de su cargo por inepto; la carta me la sellaron en Los Pinos y dijeron que me darían respuesta en 30 días.
Ni la primera ni la última vez que les escribí a los presidentes me hicieron caso. No me frustro, los entiendo. Uno vive su vida sexenio tras sexenio, pero para un presidente un sexenio es toda su vida, dudo que en ese periodo les dé tiempo para pensar en los demás.
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emeequis