MEXICO Y EL EJEMPLO DE UCRANIA
Aceptemos, sin conceder, que en las diferencias de resultados entre las boletas y las actas, en éstas mismas al asentar los resultados y entre los datos en las actas y el cómputo distrital no hubo dolo ni mala fe, sino sólo errores humanos. Si esto fuera cierto, la respuesta a quienes se oponen a contar los votos (Calderón, IFE y otros) sería muy sencilla: sólo se podrán enmendar los errores "involuntarios" contando los votos, corrigiendo las actas que están mal y los datos del cómputo distrital no registrados correctamente. No hay de otra. Si no se hace, el margen de las posibles decisiones del tribunal electoral se reduce, peligrosamente, a los escenarios posibles mencionados en todos los medios: 1) declarar a Felipe ganador (sin contar los votos), 2) declarar a Andrés Manuel ganador (sin contar los votos), y 3) declarar nula la elección de presidente (sin contar los votos).
Este último escenario no implica, para que esa decisión del tribunal sea válida, que necesariamente los votos se cuenten, pues si analiza el proceso de campaña y no sólo la elección en sí misma, podría encontrar que hubo inequidad en muchos sentidos y que ésta sesgó la voluntad libre y soberana de muchos ciudadanos a la hora de votar. Los ejemplos sobran y sólo mencionaré los más evidentes: la erogación de mil 709 millones de pesos de la Presidencia de la República en 470 mil 457 espots en favor de la continuidad (es decir, de la candidatura de Calderón); el voto corporativo de los afiliados al SNTE en favor de Calderón por instrucciones de Gordillo; la también millonaria propaganda del Consejo Coordinador Empresarial en favor de Calderón; los espots que violaron el artículo 38 fracción p del Cofipe y que no prohibió oportunamente el IFE.
Sin embargo, aunque la inequidad en el proceso sea causal posible de anulación, no parece ser políticamente la mejor opción. Mi amigo Rolando Dromundo, actualmente en Ucrania, me recordó que en ese país, cuando Leonid Kuchma (presidente) quiso imponer a Yanukovich como su sucesor, tanto Estados Unidos como la Unión Europea dijeron que había habido fraude. Se hizo una nueva elección, a pesar de que hubo menos pruebas de irregularidades que en México, y ganó Yushenko, neoliberal. Dos años después (marzo de 2006), dice Rolando, el flamante presidente sufrió el desprestigio y en las elecciones su partido obtuvo menos de 15 por ciento de los votos en tanto que el de Yanukovich se convirtió en la primera fuerza parlamentaria (186 asientos de 450). Vale añadir que la Suprema Corte de Ucrania invalidó la elección por la "gran cantidad" de irregularidades: 11 mil denuncias (Juan Pablo Duch, La Jornada, 25/11/04).
El ejemplo de Ucrania sólo es parecido al de México en algunos aspectos, no en la orientación política de los candidatos, puesto que aquí es, en lo fundamental, al revés. Uno de los aspectos parecidos es que el candidato supuestamente perdedor (Yushenko) en las cuestionadas elecciones de noviembre de 2004 convocó a la población a la Plaza de la Independencia de Kiev (la capital) y ahí dijo, según nota de Duch ya citada: "Quieren ponernos de rodillas y doblegar la voluntad del pueblo, pero somos muchos y no podrán con nosotros" y, añadió el corresponsal, tras calificar de "ilegal" la decisión de la Comisión Electoral de legitimar la "victoria" de Yanukovich (el candidato oficial), fijó los primeros pasos a seguir. Más adelante, Duch cita de nuevo al opositor: "Las autoridades cancelaron la última posibilidad de negociar una solución política. La única salida del conflicto actual es que el pueblo demuestre su voluntad y, por ello, creamos el Comité de Salvación Nacional, que convoca a una huelga política general en defensa de la democracia en Ucrania y contra las arbitrariedades del régimen (del presidente saliente)".
El aludido mandatario --señaló Duch- endosó a los seguidores de Yushenko la culpa de "haber puesto el país al borde de la guerra civil" (no es el caso de México) y los acusó de tener "un plan para hacerse con el poder por la fuerza, de querer realizar un golpe de Estado", que tampoco es la situación en México a pesar de que no pocos defensores de Calderón ya han insinuado algo semejante al insistir en que López Obrador es "un peligro para México".
Interesa resaltar que el candidato del neoliberalismo en Ucrania, actual presidente, usó el expediente de la resistencia civil y de congregar en "el zócalo" de la capital de Ucrania a sus seguidores. Interesa porque lo que ahora critican a AMLO es lo que ha hecho el PAN desde los comicios de Chihuahua en 1986. Pero que lo mismo haga el candidato del centroizquierda en México es, para la derecha, inaceptable y "prueba" de que "trata de ganar en las calles lo que no pudo lograr en las urnas". El mundo al revés, no cabe duda, además de amnesia total y conveniente.
El escenario de la anulación de las elecciones (sin contar los votos) llevaría a que el Congreso de la Unión (mayoritariamente panista y priísta) nombrara a un presidente interino. La propuesta no es descabellada, pero debemos ser conscientes de los riesgos: 1) quedaría la duda entre los mexicanos de quién en realidad ganó la elección; 2) el interino y la mayoría de los diputados podrían limitar severamente las posibilidades de acción del presidente electo bajo la convocatoria del interino, con lo cual tendríamos no sólo un águila mocha, sino dos presidentes mochos: el interino, porque independientemente de quién sea deberá su cargo a la mayoría parlamentaria y no a la mayoría del pueblo; el electo en nuevos comicios, porque sólo tendrá alrededor de cuatro años y medio de gobierno y bien podría ser heredero de medidas tomadas por su antecesor y de candados impuestos por éste y la mayoría parlamentaria que lo eligió. En este escenario no deberá pasarse por alto que muchos priístas, en varias entidades, dieron consigna de votar por Calderón y de hacer alianza con el PAN para que no se abrieran los paquetes. Tampoco deberá desdeñarse el riesgo de que el IFE esté conformado por los mismos consejeros que ahora han defendido, a todas luces, el triunfo de Calderón.
LA JORNADA
Este último escenario no implica, para que esa decisión del tribunal sea válida, que necesariamente los votos se cuenten, pues si analiza el proceso de campaña y no sólo la elección en sí misma, podría encontrar que hubo inequidad en muchos sentidos y que ésta sesgó la voluntad libre y soberana de muchos ciudadanos a la hora de votar. Los ejemplos sobran y sólo mencionaré los más evidentes: la erogación de mil 709 millones de pesos de la Presidencia de la República en 470 mil 457 espots en favor de la continuidad (es decir, de la candidatura de Calderón); el voto corporativo de los afiliados al SNTE en favor de Calderón por instrucciones de Gordillo; la también millonaria propaganda del Consejo Coordinador Empresarial en favor de Calderón; los espots que violaron el artículo 38 fracción p del Cofipe y que no prohibió oportunamente el IFE.
Sin embargo, aunque la inequidad en el proceso sea causal posible de anulación, no parece ser políticamente la mejor opción. Mi amigo Rolando Dromundo, actualmente en Ucrania, me recordó que en ese país, cuando Leonid Kuchma (presidente) quiso imponer a Yanukovich como su sucesor, tanto Estados Unidos como la Unión Europea dijeron que había habido fraude. Se hizo una nueva elección, a pesar de que hubo menos pruebas de irregularidades que en México, y ganó Yushenko, neoliberal. Dos años después (marzo de 2006), dice Rolando, el flamante presidente sufrió el desprestigio y en las elecciones su partido obtuvo menos de 15 por ciento de los votos en tanto que el de Yanukovich se convirtió en la primera fuerza parlamentaria (186 asientos de 450). Vale añadir que la Suprema Corte de Ucrania invalidó la elección por la "gran cantidad" de irregularidades: 11 mil denuncias (Juan Pablo Duch, La Jornada, 25/11/04).
El ejemplo de Ucrania sólo es parecido al de México en algunos aspectos, no en la orientación política de los candidatos, puesto que aquí es, en lo fundamental, al revés. Uno de los aspectos parecidos es que el candidato supuestamente perdedor (Yushenko) en las cuestionadas elecciones de noviembre de 2004 convocó a la población a la Plaza de la Independencia de Kiev (la capital) y ahí dijo, según nota de Duch ya citada: "Quieren ponernos de rodillas y doblegar la voluntad del pueblo, pero somos muchos y no podrán con nosotros" y, añadió el corresponsal, tras calificar de "ilegal" la decisión de la Comisión Electoral de legitimar la "victoria" de Yanukovich (el candidato oficial), fijó los primeros pasos a seguir. Más adelante, Duch cita de nuevo al opositor: "Las autoridades cancelaron la última posibilidad de negociar una solución política. La única salida del conflicto actual es que el pueblo demuestre su voluntad y, por ello, creamos el Comité de Salvación Nacional, que convoca a una huelga política general en defensa de la democracia en Ucrania y contra las arbitrariedades del régimen (del presidente saliente)".
El aludido mandatario --señaló Duch- endosó a los seguidores de Yushenko la culpa de "haber puesto el país al borde de la guerra civil" (no es el caso de México) y los acusó de tener "un plan para hacerse con el poder por la fuerza, de querer realizar un golpe de Estado", que tampoco es la situación en México a pesar de que no pocos defensores de Calderón ya han insinuado algo semejante al insistir en que López Obrador es "un peligro para México".
Interesa resaltar que el candidato del neoliberalismo en Ucrania, actual presidente, usó el expediente de la resistencia civil y de congregar en "el zócalo" de la capital de Ucrania a sus seguidores. Interesa porque lo que ahora critican a AMLO es lo que ha hecho el PAN desde los comicios de Chihuahua en 1986. Pero que lo mismo haga el candidato del centroizquierda en México es, para la derecha, inaceptable y "prueba" de que "trata de ganar en las calles lo que no pudo lograr en las urnas". El mundo al revés, no cabe duda, además de amnesia total y conveniente.
El escenario de la anulación de las elecciones (sin contar los votos) llevaría a que el Congreso de la Unión (mayoritariamente panista y priísta) nombrara a un presidente interino. La propuesta no es descabellada, pero debemos ser conscientes de los riesgos: 1) quedaría la duda entre los mexicanos de quién en realidad ganó la elección; 2) el interino y la mayoría de los diputados podrían limitar severamente las posibilidades de acción del presidente electo bajo la convocatoria del interino, con lo cual tendríamos no sólo un águila mocha, sino dos presidentes mochos: el interino, porque independientemente de quién sea deberá su cargo a la mayoría parlamentaria y no a la mayoría del pueblo; el electo en nuevos comicios, porque sólo tendrá alrededor de cuatro años y medio de gobierno y bien podría ser heredero de medidas tomadas por su antecesor y de candados impuestos por éste y la mayoría parlamentaria que lo eligió. En este escenario no deberá pasarse por alto que muchos priístas, en varias entidades, dieron consigna de votar por Calderón y de hacer alianza con el PAN para que no se abrieran los paquetes. Tampoco deberá desdeñarse el riesgo de que el IFE esté conformado por los mismos consejeros que ahora han defendido, a todas luces, el triunfo de Calderón.
LA JORNADA