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jueves, 20 de julio de 2006

OJALA EL TRIFE OIGA AL PUEBLO QUE PIDE SE RESPETE CADA UNO DE LOS VOTOS

Jueves 20 de julio de 2006

Sergio Zermeño

Para que no nos matemos
Declarar infundadas todas las impugnaciones, o la gran mayoría, y dar la constancia de presidente electo al candidato del PAN, parece una salida cada vez más difícil para el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF). El problema es que muchos mexicanos perciben que hay algún tipo de alteración en el proceso electoral, y se ha vuelto una obsesión para los votantes de un extremo y del otro demostrar su verdad: que todo esto constituye una alteración sustancial o sólo marginal. No queda otra salida, en consecuencia, que abrir los paquetes y contar los votos. Pero ¿cuántos paquetes y cuántos votos se van a abrir y se van a contar? Como ya bien sabemos, si se tratara de todos los paquetes impugnados para presidente de la República la cifra se acercaría a la mitad de las casillas. Si sólo se abren los impugnados con más fundamento, la cifra podría rondar las 5 mil casillas. Si nada más se abren los más cuestionados obviamente va a predominar la evidencia de que el conteo original fue muy defectuoso y, en consecuencia, la demanda de ir más allá cobrará mucha fuerza. No parece quedar otra salida que abrir un número grande de paquetes, de manera que las inconsistencias puntuales muy evidentes puedan perder espectacularidad al promediarse en ese universo más amplio.

Si el resultado general de esos paquetes, pongamos por caso 5 mil, se acerca claramente al resultado que hoy conocemos, no habrá mayor problema para el tribunal y el ganador será Felipe Calderón. Si en el otro extremo fueran ciertas las mapacherías cibernéticas y de todo tipo que tan alucinantemente nos describió en estas mismas páginas Víctor Toledo, y las preferencias a favor de López Obrador fueran tan claras que no sólo remontara a su favor la elección, sino que lo hiciera por un margen mucho mayor del que ahora presume su adversario, entonces el tribunal tampoco tendrá problema por más que nuestras instituciones se vieran reblandecidas y nuestras autoridades políticas y electorales terminaran sus días en un bochornoso desprestigio.

Pero si por alguna razón una serie de impugnaciones encuentran fundamento y la distancia entre los candidatos sólo se vuelve más cerrada, entonces, por el bien de todos, tendremos que ir haciéndonos a la idea de que López Obrador ya no va a ser el presidente de México esta vez, ni lo será tampoco, esta vez, Felipe Calderón. Los chilenos terminaron matándose, como nos recordaba Isabel Tourrent, porque su parlamento creyó que podía resolver a favor de un candidato una diferencia electoral mínima, y eso que sus instituciones democráticas estaban mucho más consolidadas que las nuestras.

Entonces, si todo nos condujera a una situación sin un ganador claro, lo más conveniente será que el TEPJF decrete nulas las elecciones en el ejercicio correspondiente a presidente de la República y pida al Congreso de la Unión iniciar una concertación política que le permita elegir un presidente interino que ocuparía el cargo por 18 meses y que tendría como su encargo principal organizar unas nuevas elecciones que, ahora sí, fueran llevadas a cabo con toda transparencia y equidad.

No cabe duda de que quien resulte seleccionado para esta trascendente tarea tendrá que ser un personaje que cuente con la aceptación de todas las corrientes políticas, con experiencia en la conducción de las instituciones y valorado positivamente por la opinión pública. Su tarea no será sencilla, no será la de un simple bateador emergente, porque para organizar una elección equitativa tendrá que reorganizar las reglas del juego: tendrá, primeramente, que refundar el Instituto Federal Electoral, encontrando un mecanismo para elevar con mucho la probidad de sus consejeros, borrando con decisión esta etapa horrenda en la que el árbitro pareció tirar el silbato a las tribunas y permitió que el foul de un equipo se cobrara con uno más violento del contrincante.

Tendrá también que limitar severamente la impunidad de las dos más grandes televisoras: los mexicanos no podemos seguir entregando estúpidamente a dos consorcios 30 mil millones de pesos de nuestros recursos (casi dos veces el presupuesto de la UNAM). Con 12 por ciento de tiempo al aire que eran los impuestos pagados por esas empresas al Estado y que Fox les devolvió "inexplicablemente", se contará con suficiente espacio para la propaganda electoral; cada partido sabrá si utiliza el tiempo que le corresponde en injurias o en propuestas.

El gobierno interino tendrá que lograr estos delicados consensos en el Legislativo, pero también evidenciar ante la opinión pública las bajezas que se cometen en ese espacio. Y mucho le agradeceríamos si después de todas esas tareas titánicas de la política le queda todavía algún tiempo para voltear la mirada hacia la sociedad. Conformémonos con encontrarle una salida a esta crisis política, pero no dejemos correr el tiempo, no le abramos campo al odio.

LA JORNADA