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jueves, 20 de julio de 2006

CONOCIENDO ALGO MAS DEL YUNQUE

La génesis desastrosa de Luis Paredes
Fermín Alejandro García

La incursión en la política de Luis Paredes, apoyado por varios panistas que nunca habían figurado en el primer plano de cargos partidistas o de elección popular, se debió entre otro motivos, a que estaban cansados de que sólo algunos miembros de la Organización Nacional de El Yunque –una secta que controla al PAN– eran quienes lograban posiciones importantes y sobre todo hacer negocios a la sombra del poder. Tales eran los casos de Jorge Espina Reyes y José Antonio Quintana Fernández.
Paredes y sus primeros colaboradores hasta hace algunos años pasaban por una situación económica crítica, no les iba bien en los negocios y con coraje observaban cómo algunos panistas mejoraban su condición monetaria una vez que llegaban a ocupar cargos públicos. Por eso buscaron convertirse en diputados federales, y hace seis o siete años, por primera vez pasó en la cabeza de Luis Paredes ser candidato a edil de la capital del estado de Puebla.

Antes de que concluyera el mandato de Gabriel Hinojosa Rivero, quien fue el primer alcalde panista de Puebla, Paredes buscó apoyos para ser candidato a edil. Pero en aquella ocasión El Yunque se inclinó por José Antonio Díaz García, derrotado en la elección constitucional por el priista Mario Marín Torres.

En un principio Luis Paredes intentó tejer alianzas con los grupos que dominaban el partido. En una ocasión, en la oficina del ex alcalde de San Pedro Cholula, Arturo Carranco, se entrevistó con Jesús Encinas, uno de los fundadores de la Corriente Renovadora, quien le pidió apoyo para convertirse en presidente del Comité Municipal del PAN en Puebla. Paredes se burló de él, le dijo que no tenía el apoyo de más de 80 delegados y que no iba a hacer nada; lo mejor era respaldar a Pablo Rodríguez Regordosa.

En la asamblea municipal del PAN las cosas no fueron como se pensaba; no todo estaba a favor de Pablo Rodríguez. La votación por Encinas fue de más de 200 delegados, no de 80 como decían y aunque fue derrotado demostró que una parte importante de los panistas no estaba a favor de los grupos que controlaban el partido.

Esa experiencia, dicen, le sirvió a Paredes para diseñar una estrategia diferente a la que estaba usando y empezó a aglutinar a todos los panistas inconformes con las fuerzas dominantes del partido, a militantes que no participaban en las asambleas o que no estaban al corriente de sus cuotas, y con gente que simplemente fue convencida por los proyectos paredistas. El resultado fue su triunfo en la elección de candidato del PAN a presidente municipal de Puebla.

En una ocasión el periodista çlvaro Delgado, de la revista Proceso, dijo que Luis Paredes había dicho a varios políticos priistas, palabras más o palabras menos, que: “La diferencia entre él y Francisco Fraile es que ya había dejado de obedecer al Yunque”.

Y efectivamente, hace tres años Paredes tenía todo, parecía tener una carrera política promisoria. Había logrado vencer a las fuerzas tradicionales del PAN, se alejaba del control de El Yunque, gozaba de la simpatía de panistas de toda le entidad, y lo más importante: tenía de su lado al entonces gobernador Melquiades Morales, quien nunca se opuso a los proyectos del panista ni buscó confrontarse con él. De hecho, hubo excesiva tolerancia, de la que algún día se sabrá a qué obedecía esa indulgencia del mandatario.

Su autodestrucción

A partir de que Paredes ganó la alcaldía parece que su ambición lo enfermó, lo desquició. Antes de que asumiera el cargo de edil empezó a romper las alianzas que tejió en su campaña electoral, ya que no cumplió con la promesa de dar trabajo a todos los panistas que colaboraron para garantizarle su triunfo en los comicios de noviembre de 2001.

Y a muchos que les dieron trabajo, según narran algunos panistas que fueron cercanos al edil, tuvieron que pagar su primer mes de sueldo a quienes controlaron las listas de contratación y además les advertían que para conservar el puesto tenían que llevar una vida activa en el PAN a favor del grupo paredista.

Desde el inicio de su gestión, los signos distintivos de la administración de Paredes fueron: corrupción y dispendio de recursos públicos. El nuevo presidente empezó a despachar en un hotel de 5 estrellas, donde se dice que también dormía. Un ex diputado local recuerda que cuando el alcalde anunció a los miembros de la bancada panista su intención de privatizar el alumbrado público de Puebla lo hizo en una comida, en el Palacio Municipal, con el servicio del lujoso restaurante 1800, es decir, gastó mucho dinero solamente para darles a conocer un proyecto.

También se comenta que de inmediato se puso en marcha una estrategia para recaudar fondos de todos los ámbitos del ayuntamiento para crear una bolsa, que dicen tal vez llegó a los 200 millones de pesos, destinada a financiar los proyectos políticos de Paredes, pues desde que llegó a la presidencia municipal ya no pensaba en cómo lograr un ayuntamiento exitoso, sino cómo conquistar Casa Puebla y Los Pinos. De ese tamaño era su megalomanía.

Confiado en que tenía a Melquiades Morales de su lado –quien le puso a su disposición a la mayoría de los integrantes de la fracción parlamentaria del PRI en el Congreso local– y que podía repetir la audacia de derrotar en el PAN al grupo de Francisco Fraile, ya nada lo detuvo; no le importó violar la legalidad interna de AN, la Constitución del estado y las leyes que rigen el funcionamiento de la Comuna. Todos sus proyectos faraónicos –pasos a desnivel, estacionamientos subterráneos, concesión del alumbrado, etcétera– parecían ser meros negocios fabricados para favorecer económicamente a su grupo político y empresarios ligados a su mandato.

Tal vez su adicción al alcohol, las excesivas alabanzas de sus colaboradores cercanos, junto con sus asesores, y la ceguera que le causó el poder, no le permitió a Luis Paredes escuchar críticas y sobre todo percatarse de que estaba destruyendo las alianzas que lo llevaron al cargo de edil y que poco a poco estaba cavando su tumba en el PAN.

La borrachera de poder ya terminó para Luis Paredes. Su expulsión de las filas panistas decretada el viernes pasado es el inicio de un largo y tortuoso camino de sanciones en su contra.

¿Los van a perdonar los priistas?

Los panistas ya lo echaron. El Yunque le está cobrando cada uno de sus dislates. Sólo falta saber cuál va a ser la actitud del PRI.

Según algunos miembros del gabinete del gobierno del estado, la actitud que asumirá el mandatario de Puebla, Mario Marín, es que si se sustentan jurídicamente las anomalías de Luis Paredes, que hasta ahora aún no son cuantificadas con exactitud, pero parecen rebasar los 600 millones de pesos, entonces sí se va a proceder penalmente contra el ex edil. Si no están plenamente comprobadas sus fechorías entonces no se llevará a los tribunales su caso, pues parecería una persecución política.

Sin embargo, algunos panistas opinan que Paredes intentará usar la alianza que signó con el PRI en los pasados comicios locales –contra el PAN– para buscar salvar el pellejo. Como parte de ese recurso, incluso estaría dispuesto a buscar su ingreso al PRI u otro instituto satélite del tricolor, como es el PCD.

Al final, el destino de uno de los miembros más importantes que ha tenido el PAN –para bien y para mal– ha quedado en manos de priistas, quienes si deciden no protegerlo, el próximo destino de Paredes será la cárcel o estar a salto de mata.

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