Sin doctrina
El Siglo de Durango
14 de noviembre de 2007
Si el gobierno de Vicente Fox hubiera formulado una doctrina de seguridad moderna, hubieran enfrentado mejor la tragedia de Tabasco. En lugar de ello engordó el hato de la indolencia. El estudio de la seguridad nacional parte de ideas bien elementales. Primero se reúne información confiable. Luego se acomoda y procesa con alguna de las teorías que hay en el mercado. Después de un tiempo se obtiene una agenda de riesgos que sirve al Estado para fijar prioridades a partir de las cuales elabora estrategia y asigna recursos para enfrentar, y sobre todo anticipar, las amenazas. La forma como se aplica esta receta varía dependiendo de quién gobierne. Cuando la seguridad la define un régimen autoritario o dictatorial lo común es que los intereses nacionales se sometan a las fobias y caprichos de quien gobierna. Es común que la prioridad sea el exterminio o la neutralización de aquellos insensatos que ponen en duda, critican o se oponen a las sabias decisiones del gobernante. Esa gentuza sólo merece el tratamiento dado a los perros traidores. Cuando el régimen es democrático la elaboración de la doctrina adquiere una mayor complejidad. Además de tomar en cuenta e incorporar las perspectivas e intereses de una sociedad plural, hay una ampliación considerable del abanico de temas a incluir. Sin olvidar el combate al crimen organizado o la preservación de la seguridad pública, se incorpora la confiabilidad de las elecciones, el respeto a los derechos humanos y la preservación del medio ambiente. El Gobierno Federal navega en los mares de la indefinición. Cuando había autoritarismo estaban obsesionados con la preservación del poder y en el altar de la seguridad nacional sacrificaron a un número todavía indefinido de víctimas. Cuando se consolidó la democracia de baja calidad que tenemos fueron incapaces de elaborar una doctrina de seguridad integral, moderna y democrática. Tabasco es un paradigma de las limitaciones gubernamentales. Desde hace ya varias décadas la comunidad académica ha insistido, una y otra vez, en la urgencia de incluir al deterioro ambiental en la agenda de seguridad. En México son numerosos los textos que han advertido sobre la gestación de amenazas por la deforestación de las selvas del sur, el desperdicio y contaminación del agua o el abuso en el uso de los vehículos de combustión interna. Las advertencias e invocaciones a la racionalidad sirvieron de muy poco porque los gobernantes mexicanos ni piensan a largo plazo, ni conceptualizan de manera integral, ni prestan atención al conocimiento especializado.
Los riesgos se han ido cumpliendo. En 1999 las inundaciones dejaron maltrecha a una entidad, Tabasco, que padeció daños enormes. Un año después triunfó Vicente Fox quien llegó a Los Pinos con sus talegas bien copeteadas de buenas intenciones. Ocho días después de tomar posesión nombró a Adolfo Aguilar Zinser consejero presidencial de Seguridad Nacional y Comisionado de Orden y Respeto (este último nombre se atribuye a Ramón Muñoz). Por la formación y convicciones de Aguilar se abrió la posibilidad de que el Estado tuviera una doctrina integral de seguridad nacional, capaz de anticipar amenazas tan diversas como el crecimiento del crimen organizado o los desastres ambientales. Cuando Adolfo entregó ambos cargos el 17 de enero del 2002 se cerró la ventana de oportunidad.
Debemos, sin embargo, reconocer que Fox recordó el riesgo creado por las inundaciones en Tabasco. En el 2003 nació el Proyecto Integral de Control de Inundaciones (PICI). Cuatro años después, otra catástrofe confirmó que el PICI no cumplió con su cometido. Será por supuesto útil averiguar si la tragedia tabasqueña se debió a los efectos del cambio climático, a la ineficiencia y corrupción, a la luna de octubre o a un mensaje de acullá sobre la cercanía del juicio final. Lo indudable es que el medio ambiente salió de la agenda de seguridad como podrán apreciar quienes consulten la Ley de Seguridad Nacional del 2005. En otras palabras, los mínimos avances conceptuales logrados durante el primer año de Fox se fueron a tragar polvo en el gigantesco camposanto de las buenas intenciones del primer sexenio panista. La historia, en su infinita coquetería, zarandeó por las mismas razones a George W. Bush y a Vicente Fox. El primero puso al terrorismo como la principal amenaza a su seguridad nacional olvidándose de otros riesgos… hasta que el huracán “Katrina” devastó Nueva Orleans en el 2005 y aceleró su ocaso. El segundo colocó a la candidatura de Andrés Manuel López Obrador en el nicho del principal riesgo de seguridad para su gobierno… y se olvidó de otros temas prioritarios, como las amenazas creadas por un medio ambiente deteriorado. Hace unas semanas Fox se pitorreó de Bush llamándolo vaquero de camioneta incapaz de montársele a un buen cuaco. Los desastres ambientales demostraron que los dos mandatarios son meros comandantes de oropel. Por otro lado, debe reconocerse la prioridad concedida por Felipe Calderón a Tabasco. Pese a ello, su gobierno terminó ahogado en el agua bronca que anegó Tabasco. Eso fue reconocido por el Secretario de Gobernación y aceptado por el Secretario de la Defensa cuando, después de informar que los militares empleaban el “cien por ciento de la capacidad de transporte de tropas, medicamentos y otros suministros”, tuvo que reconocer que ya no “hay más” (El Universal, 2 de Noviembre). Falta ver si Calderón entiende la necesidad de incluir al medio ambiente en una doctrina de seguridad propia de país democrático. En caso de que así fuese deberá negociar con las otras fuerzas políticas a las que también urge mayor claridad conceptual. El Partido de la Revolución Democrática, por ejemplo, divaga en los sopores de la esquizofrenia. Mientras que la Ciudad de México presume de un ambicioso Plan Verde, el gobierno perredista de Jiutepec, Morelos, decidió emular al Ulises oaxaqueño y arrasó con los árboles de la Plaza de Armas y está poniendo una horrorosa plancha de concreto. Tabasco nos recordó que somos un país sin brújula… y sin doctrina. Nota. Abelardo Rodríguez colaboró con información para esta columna.
14 de noviembre de 2007
Si el gobierno de Vicente Fox hubiera formulado una doctrina de seguridad moderna, hubieran enfrentado mejor la tragedia de Tabasco. En lugar de ello engordó el hato de la indolencia. El estudio de la seguridad nacional parte de ideas bien elementales. Primero se reúne información confiable. Luego se acomoda y procesa con alguna de las teorías que hay en el mercado. Después de un tiempo se obtiene una agenda de riesgos que sirve al Estado para fijar prioridades a partir de las cuales elabora estrategia y asigna recursos para enfrentar, y sobre todo anticipar, las amenazas. La forma como se aplica esta receta varía dependiendo de quién gobierne. Cuando la seguridad la define un régimen autoritario o dictatorial lo común es que los intereses nacionales se sometan a las fobias y caprichos de quien gobierna. Es común que la prioridad sea el exterminio o la neutralización de aquellos insensatos que ponen en duda, critican o se oponen a las sabias decisiones del gobernante. Esa gentuza sólo merece el tratamiento dado a los perros traidores. Cuando el régimen es democrático la elaboración de la doctrina adquiere una mayor complejidad. Además de tomar en cuenta e incorporar las perspectivas e intereses de una sociedad plural, hay una ampliación considerable del abanico de temas a incluir. Sin olvidar el combate al crimen organizado o la preservación de la seguridad pública, se incorpora la confiabilidad de las elecciones, el respeto a los derechos humanos y la preservación del medio ambiente. El Gobierno Federal navega en los mares de la indefinición. Cuando había autoritarismo estaban obsesionados con la preservación del poder y en el altar de la seguridad nacional sacrificaron a un número todavía indefinido de víctimas. Cuando se consolidó la democracia de baja calidad que tenemos fueron incapaces de elaborar una doctrina de seguridad integral, moderna y democrática. Tabasco es un paradigma de las limitaciones gubernamentales. Desde hace ya varias décadas la comunidad académica ha insistido, una y otra vez, en la urgencia de incluir al deterioro ambiental en la agenda de seguridad. En México son numerosos los textos que han advertido sobre la gestación de amenazas por la deforestación de las selvas del sur, el desperdicio y contaminación del agua o el abuso en el uso de los vehículos de combustión interna. Las advertencias e invocaciones a la racionalidad sirvieron de muy poco porque los gobernantes mexicanos ni piensan a largo plazo, ni conceptualizan de manera integral, ni prestan atención al conocimiento especializado.
Los riesgos se han ido cumpliendo. En 1999 las inundaciones dejaron maltrecha a una entidad, Tabasco, que padeció daños enormes. Un año después triunfó Vicente Fox quien llegó a Los Pinos con sus talegas bien copeteadas de buenas intenciones. Ocho días después de tomar posesión nombró a Adolfo Aguilar Zinser consejero presidencial de Seguridad Nacional y Comisionado de Orden y Respeto (este último nombre se atribuye a Ramón Muñoz). Por la formación y convicciones de Aguilar se abrió la posibilidad de que el Estado tuviera una doctrina integral de seguridad nacional, capaz de anticipar amenazas tan diversas como el crecimiento del crimen organizado o los desastres ambientales. Cuando Adolfo entregó ambos cargos el 17 de enero del 2002 se cerró la ventana de oportunidad.
Debemos, sin embargo, reconocer que Fox recordó el riesgo creado por las inundaciones en Tabasco. En el 2003 nació el Proyecto Integral de Control de Inundaciones (PICI). Cuatro años después, otra catástrofe confirmó que el PICI no cumplió con su cometido. Será por supuesto útil averiguar si la tragedia tabasqueña se debió a los efectos del cambio climático, a la ineficiencia y corrupción, a la luna de octubre o a un mensaje de acullá sobre la cercanía del juicio final. Lo indudable es que el medio ambiente salió de la agenda de seguridad como podrán apreciar quienes consulten la Ley de Seguridad Nacional del 2005. En otras palabras, los mínimos avances conceptuales logrados durante el primer año de Fox se fueron a tragar polvo en el gigantesco camposanto de las buenas intenciones del primer sexenio panista. La historia, en su infinita coquetería, zarandeó por las mismas razones a George W. Bush y a Vicente Fox. El primero puso al terrorismo como la principal amenaza a su seguridad nacional olvidándose de otros riesgos… hasta que el huracán “Katrina” devastó Nueva Orleans en el 2005 y aceleró su ocaso. El segundo colocó a la candidatura de Andrés Manuel López Obrador en el nicho del principal riesgo de seguridad para su gobierno… y se olvidó de otros temas prioritarios, como las amenazas creadas por un medio ambiente deteriorado. Hace unas semanas Fox se pitorreó de Bush llamándolo vaquero de camioneta incapaz de montársele a un buen cuaco. Los desastres ambientales demostraron que los dos mandatarios son meros comandantes de oropel. Por otro lado, debe reconocerse la prioridad concedida por Felipe Calderón a Tabasco. Pese a ello, su gobierno terminó ahogado en el agua bronca que anegó Tabasco. Eso fue reconocido por el Secretario de Gobernación y aceptado por el Secretario de la Defensa cuando, después de informar que los militares empleaban el “cien por ciento de la capacidad de transporte de tropas, medicamentos y otros suministros”, tuvo que reconocer que ya no “hay más” (El Universal, 2 de Noviembre). Falta ver si Calderón entiende la necesidad de incluir al medio ambiente en una doctrina de seguridad propia de país democrático. En caso de que así fuese deberá negociar con las otras fuerzas políticas a las que también urge mayor claridad conceptual. El Partido de la Revolución Democrática, por ejemplo, divaga en los sopores de la esquizofrenia. Mientras que la Ciudad de México presume de un ambicioso Plan Verde, el gobierno perredista de Jiutepec, Morelos, decidió emular al Ulises oaxaqueño y arrasó con los árboles de la Plaza de Armas y está poniendo una horrorosa plancha de concreto. Tabasco nos recordó que somos un país sin brújula… y sin doctrina. Nota. Abelardo Rodríguez colaboró con información para esta columna.