PLAZA PUBLICA
Miguel Angel Granados Chapa
Calderón y Marín sonríen
En las tomas de camarógrafos y reporteros gráficos se percibió la complacencia del presidente Felipe Calderón de contar entre sus invitados a Los Pinos al gobernador de Puebla Mario Marín. Anteayer sonreía benévolo en los momentos en que el Ejecutivo poblano recibía y mostraba diplomas o placas no ganados por él en competencias deportivas sino por niños cuya aptitud triunfadora poco o nada tiene que ver con su gobernante.
Declaró Marín en la casa presidencial que va allí “seguido”, como popularmente se dice en vez de “con frecuencia” o “a menudo”. Parece que, en efecto, se ha establecido una corriente de entendimiento y aun de mutua simpatía entre los dos mandatarios, el poblano y el de la República. Marín agregó que “está superado” su problema como presunto violador de las garantías individuales de la periodista Lydia Cacho. Si, más que creerlo, sabe que así ocurrió, es decir que el aplazamiento de la discusión de su caso en la Suprema Corte de Justicia desembocará en su exoneración, la vertiente ministerial-judicial (que ambas características tiene, sin ser lo uno ni lo otro, la averiguación constitucional emprendida conforme al artículo 97), habrá en efecto concluido, como terminó ya ostensiblemente la breve furia que en su contra experimentó Calderón, pero no el de ahora que de varios modos es distinto del de entonces, sino el que en febrero del año pasado demandó juicio político al gober precioso.
El apelativo había recién nacido. El 14 de ese mes Carmen Aristegui difundió en Hoy por hoy de XEW la grabación de una atroz llamada telefónica hecha por el empresario textil Kamel Nacif a Marín, para agradecerle y comentarle el éxito de la embestida urdida en común contra Cacho. Los interlocutores hablaban el 18 de diciembre, horas después de que la periodista había sido trasladada con violencia moral de Cancún a Puebla para ser juzgada penalmente allí. Con un modo ruin y vulgar se congratulaban del éxito de la operación y disputaban el honor de ser el héroe de la batalla ganada, en ese momento, a la inerme víctima. “Gober precioso” llamó Nacif a Marín, que desde entonces es así descrito con frecuencia, no obstante que ni por dentro ni por fuera sus atributos autoricen la adjetivación.
El candidato del PAN a la Presidencia de la República se hallaba de gira en Puebla, y tres días después de la difusión de la desvergonzada conversación, el 17 de febrero, se montó en la indignación general contra Marín. Expresó “mi repudio y mi más enérgico rechazo a la actuación del Gobernador”. En su opinión, Marín había cometido “una terrible violación, un atropello a los poblanos y a todo México”. Y razonó con acierto: “Si permitimos que ese atropello se consume y quede impune, también ocurrirá en otras partes”.
Calderón no se limitó a esa condena. Acudió a la sede de la Legislatura local para presentar una solicitud de juicio político contra el Gobernador. La recibió la propia presidenta de la Mesa Directiva de la Cámara, María de los Ángeles Gómez. Satisfecho por el deber cívico cumplido, el candidato en campaña la continuó en Huejotzingo, donde años atrás había vencido en un “pulso” político, como dicen los españoles, o una “vencidas” como decimos aquí, a un antecesor de Marín, Manuel Bartlett, con motivo de un fraude. Era la época en que el PAN luchaba contra esas prácticas, en vez de cometerlas o beneficiarse de ellas.
Es posible que en la actual etapa de su relación, en la que se ven “seguido”, Calderón y Marín hayan abordado el tema. El Presidente debe haberle ofrecido seguridades de que aquel gesto de febrero del año pasado fue sólo una operación para los medios, de aparecer en los cuales gustan tanto el preciso como el precioso. De allí la convicción de Marín de que el asunto está superado. También debe alimentar su certeza la actitud de algunos ministros de la Corte, que la semana pasada aplazaron la discusión del informe sobre su caso. A tres de ellos, que votaron por la diferición, tuvo el gusto de recibirlos en Puebla el 12 de diciembre pasado. El entonces presidente del alto tribunal, Mariano Azuela, quien tres semanas después sería su sucesor Guillermo I. Ortiz Mayagoitia y Margarita Luna Ramos invitaron o fueron huéspedes de Marín en la rumbosa inauguración de un local de la judicatura federal. Marín estaba ya en entredicho ante el Poder Judicial: en abril anterior la Corte había aceptado formar una comisión que a pedido de las cámaras federales investigara la probable violación de garantías cometida por Marín. Y como el informe respectivo revelara que la comisión se abstuvo de centrar en el Gobernador su indagación, en septiembre se había dispuesto reiniciar la pesquisa, propósito que se concretaría en enero siguiente con una nueva comisión. El ágape disfrutado en común por tres miembros de la Corte que así actuaba y el Gobernador, fue por lo menos impertinente si nos negamos a atribuirle otro significado de mayor gravedad.
Aparte las relaciones políticas como las descritas, Marín se ha ayudado a sí mismo a superar su predicamento mediante una onerosa campaña publicitaria: “ha dedicado 184 millones de pesos para publicitar los logros de su gestión... justo durante el periodo en que ha sido severamente cuestionado e incluso sometido a investigación por la Suprema Corte de Justicia...Al menos 36 de esos 184 millones se usaron para la creación y emisión de un informativo radiofónico, televisivo e impreso denominado Avances”. (Emequis, 2 de julio).
En las tomas de camarógrafos y reporteros gráficos se percibió la complacencia del presidente Felipe Calderón de contar entre sus invitados a Los Pinos al gobernador de Puebla Mario Marín. Anteayer sonreía benévolo en los momentos en que el Ejecutivo poblano recibía y mostraba diplomas o placas no ganados por él en competencias deportivas sino por niños cuya aptitud triunfadora poco o nada tiene que ver con su gobernante.
Declaró Marín en la casa presidencial que va allí “seguido”, como popularmente se dice en vez de “con frecuencia” o “a menudo”. Parece que, en efecto, se ha establecido una corriente de entendimiento y aun de mutua simpatía entre los dos mandatarios, el poblano y el de la República. Marín agregó que “está superado” su problema como presunto violador de las garantías individuales de la periodista Lydia Cacho. Si, más que creerlo, sabe que así ocurrió, es decir que el aplazamiento de la discusión de su caso en la Suprema Corte de Justicia desembocará en su exoneración, la vertiente ministerial-judicial (que ambas características tiene, sin ser lo uno ni lo otro, la averiguación constitucional emprendida conforme al artículo 97), habrá en efecto concluido, como terminó ya ostensiblemente la breve furia que en su contra experimentó Calderón, pero no el de ahora que de varios modos es distinto del de entonces, sino el que en febrero del año pasado demandó juicio político al gober precioso.
El apelativo había recién nacido. El 14 de ese mes Carmen Aristegui difundió en Hoy por hoy de XEW la grabación de una atroz llamada telefónica hecha por el empresario textil Kamel Nacif a Marín, para agradecerle y comentarle el éxito de la embestida urdida en común contra Cacho. Los interlocutores hablaban el 18 de diciembre, horas después de que la periodista había sido trasladada con violencia moral de Cancún a Puebla para ser juzgada penalmente allí. Con un modo ruin y vulgar se congratulaban del éxito de la operación y disputaban el honor de ser el héroe de la batalla ganada, en ese momento, a la inerme víctima. “Gober precioso” llamó Nacif a Marín, que desde entonces es así descrito con frecuencia, no obstante que ni por dentro ni por fuera sus atributos autoricen la adjetivación.
El candidato del PAN a la Presidencia de la República se hallaba de gira en Puebla, y tres días después de la difusión de la desvergonzada conversación, el 17 de febrero, se montó en la indignación general contra Marín. Expresó “mi repudio y mi más enérgico rechazo a la actuación del Gobernador”. En su opinión, Marín había cometido “una terrible violación, un atropello a los poblanos y a todo México”. Y razonó con acierto: “Si permitimos que ese atropello se consume y quede impune, también ocurrirá en otras partes”.
Calderón no se limitó a esa condena. Acudió a la sede de la Legislatura local para presentar una solicitud de juicio político contra el Gobernador. La recibió la propia presidenta de la Mesa Directiva de la Cámara, María de los Ángeles Gómez. Satisfecho por el deber cívico cumplido, el candidato en campaña la continuó en Huejotzingo, donde años atrás había vencido en un “pulso” político, como dicen los españoles, o una “vencidas” como decimos aquí, a un antecesor de Marín, Manuel Bartlett, con motivo de un fraude. Era la época en que el PAN luchaba contra esas prácticas, en vez de cometerlas o beneficiarse de ellas.
Es posible que en la actual etapa de su relación, en la que se ven “seguido”, Calderón y Marín hayan abordado el tema. El Presidente debe haberle ofrecido seguridades de que aquel gesto de febrero del año pasado fue sólo una operación para los medios, de aparecer en los cuales gustan tanto el preciso como el precioso. De allí la convicción de Marín de que el asunto está superado. También debe alimentar su certeza la actitud de algunos ministros de la Corte, que la semana pasada aplazaron la discusión del informe sobre su caso. A tres de ellos, que votaron por la diferición, tuvo el gusto de recibirlos en Puebla el 12 de diciembre pasado. El entonces presidente del alto tribunal, Mariano Azuela, quien tres semanas después sería su sucesor Guillermo I. Ortiz Mayagoitia y Margarita Luna Ramos invitaron o fueron huéspedes de Marín en la rumbosa inauguración de un local de la judicatura federal. Marín estaba ya en entredicho ante el Poder Judicial: en abril anterior la Corte había aceptado formar una comisión que a pedido de las cámaras federales investigara la probable violación de garantías cometida por Marín. Y como el informe respectivo revelara que la comisión se abstuvo de centrar en el Gobernador su indagación, en septiembre se había dispuesto reiniciar la pesquisa, propósito que se concretaría en enero siguiente con una nueva comisión. El ágape disfrutado en común por tres miembros de la Corte que así actuaba y el Gobernador, fue por lo menos impertinente si nos negamos a atribuirle otro significado de mayor gravedad.
Aparte las relaciones políticas como las descritas, Marín se ha ayudado a sí mismo a superar su predicamento mediante una onerosa campaña publicitaria: “ha dedicado 184 millones de pesos para publicitar los logros de su gestión... justo durante el periodo en que ha sido severamente cuestionado e incluso sometido a investigación por la Suprema Corte de Justicia...Al menos 36 de esos 184 millones se usaron para la creación y emisión de un informativo radiofónico, televisivo e impreso denominado Avances”. (Emequis, 2 de julio).