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lunes, 28 de mayo de 2007

LOS MAPACHES AXULES

Yucatán, las lecciones de los aluxes

jenaro villamil

México, D.F., 22 de mayo (apro).- Hace seis meses nada parecía ensombrecer una victoria del PAN en Yucatán. La intención del voto le daba una ventaja de casi 20 puntos al blanquiazul por encima del PRI, su más cercano competidor.

En los comicios del 2 de julio de 2006, Felipe Calderón prácticamente le ganó tres a uno a Andrés Manuel López Obrador (362 mil votos contra 124 mil), en un escenario que contrastó con el margen tan estrecho de victoria entre uno y otro a escala nacional. Madrazo obtuvo en Yucatán 258 mil votos y nada hacía pensar en una victoria estatal del tricolor que acabó dividido y polarizado desde la derrota de Víctor Cervera Pacheco en su última aventura electoral en 2004.

Sin embargo, llegaron los aluxes. Esos personajes mitológicos de la cultura maya, enanos traviesos que cuidan la milpa, le jugaron una mala pasada a la soberbia de poder del grupo encabezado por Patricio Patrón Laviada. Este grupo –al cual pertenece Xavier Abreu Sierra, el candidato perdedor-- tuvo el mérito de vencer al cerverismo en el 2001, pero dejó a su propio partido mal herido, y se embarcó en un ejercicio desgastante de polarización social y política que el electorado yucateco le cobró.

Dos rostros de felicidad, ambas mujeres, describen muy bien las señales de lo que le puede suceder a quien no entienda las lecciones de los aluxes en una entidad tan politizada como Yucatán.

Por un lado, la euforia de Ivonne Ortega Pacheco, la joven de apenas 34 años que ganó por 7 puntos de diferencia a Xavier Abreu (49.70% de los votos frente al 42.7). Tiene motivos de sobra para festejar la exalcaldesa de Dzemul: su partido gobernará 50 municipios y peleará voto por voto Mérida, la joya de la corona que el tricolor perdió hace más de 19 años frente al PAN.

Justamente el otro rostro de felicidad es el de Ana Rosa Payán, la primera alcaldesa panista de Mérida que venció al PRI hace 19 años, y que ahora fue el factor determinante para la debacle de Acción Nacional en la entidad.

La denuncia de Payán en contra de las malas maniobras del grupo político de Patricio Patrón y su ruidosa salida del partido donde militó por más de dos décadas, provocó un cisma en las filas del blanquiazul. El valor más importante de un partido –su credibilidad ante los electores-- se derrumbó después de la salida de Payán.

¿Hubo concertacesión? Los escépticos de siempre no dudan en afirmar que hubo un pacto debajo del agua entre Felipe Calderón y Beatriz Paredes Rangel, la nueva dirigente nacional del PRI, para “sacrificar” Yucatán a cambio de que el tricolor lo apoye en sus reformas y en su aventura militar contra el narcotráfico.

La suspicacia tiene algunas razones de ser. La concertacesión se hubiera impuesto ante un resultado con estrecho margen y ante un nivel muy alto de abstencionismo.

Sin embargo, los aluxes también le jugaron una mala pasada a los politólogos de café. La diferencia entre Ivonne y Xavier es de más de 7 puntos (es decir, el PAN perdió 27 puntos en seis meses), el electorado salió a votar en forma masiva (69% de índice de participación) y la violencia tan augurada y propiciada por ambos grupos en disputa no apareció. La lección cívica de los votantes fue brutal. En el fondo, les dieron a entender que ni el despilfarro ni la guerra sucia a través de los spots pueden amedrentar a una sociedad cuando decide participar.

La otra lección de los aluxes es clara: ninguna victoria electoral es patente de corso ni credencial de impunidad para revivir prácticas autoritarias y clientelares. Ana Rosa Payán tuvo el mérito de denunciar el “priismo interiorizado” de sus correligionarios y de reprocharles que los mismos vicios y prácticas que tanto le criticaron a Cervera Pacheco durante su cacicazgo político, los reprodujeron pero bajo el logo del PAN. La decepción siempre es mayor cuando las expectativas democráticas fueron tan altas como la estatura del gobernador saliente.

Esa misma lección vale para el PRI. Ivonne Ortega tendrá que demostrarles a los yucatecos que no basta ser joven ni mercadológicamente eficaz si las añejas prácticas de su partido y de su origen familiar no se transforman radicalmente. Si revive el cerverismo maquillado y ampuloso, los aluxes también saldrán a las urnas.

Para el PRD la lección es aún más dura. Si este partido sólo se concentra en una rentabilidad electoral inmediata, en un pragmatismo ineficaz que sólo lo lleva a “cachar candidatos”, no podrá romper el bipartidismo y la polarización que ha aquejado a Yucatán en los últimos treinta años.

Buena parte de los yucatecos están cansados de la herencia del viejo cerverismo y de las malas copias y prácticas que se reprodujeron en estos últimos seis años. Pero también están agotados de la polarización que se refleja a todos los niveles: basta recordar el caso Medina-Abraham para tener una idea del agotamiento social que provoca la polarización. Están cansados porque la polarización no ha significado diversidad. Dos grandes grupos políticos se pelean, pero ambos tienen una misma cultura autoritaria que permea a todos los partidos.

El adversario no es el enemigo. El verdadero enemigo es la falta de democracia, la incapacidad de construir ciudadanía y la pobreza terrible de las zonas mayas de Yucatán que sólo son usadas, de vez en vez, cuando necesitan comprarle su credencial de elector.

Lástima por Héctor Herrera, “Cholo”, una figura querida, admirada y entrañable para los yucatecos por su tenaz trabajo en el teatro regional y en la parodia política. No merecía ser un candidato más ni que el PRD le regateara apoyos. Sin embargo, a él le corresponderá la gran parodia de lo que sucedió y se vivió en los comicios yucatecos. El gran teatro de la política tiene actores que casi siempre son olvidados por los partidos: los ciudadanos.