INDICADOR POLITICO
Carlos Ramírez
Yucatán, triunfo de FCH, derrota de PAN
* Murillo, CSG, Ivonne y el fraude de 1988
* La derrota del candidato panista a la gubernatura de Yucatán, Xavier Abreu, estaba decidida desde antes. Hubo varios hechos:
1.- El 4 de mayo, con gobernadores priístas, el presidente Felipe Calderón aceptó la concertacesión en Yucatán a cambio del apoyo del PRI a las reformas calderonistas.
2.- A partir de esa fecha, Calderón sacó las manos del proceso de Yucatán y así lo anunció al PRI. Ello provocó que las últimas semanas de campaña el PRI haya prodigado mecanismos al viejo estilo: derroche de dinero, compra de votos.
3.- La ex panista Ana Rosa Payán era la candidata real del PAN, pero el gobernador Patricio Patrón, con el aval del presidente Calderón, había impuesto a Xavier Abreu. Los votos que le quitó Payán al PAN fueron decisivos. La división panista fue un reflejo también de la lucha Felipe Calderón-Manuel Espino por el control del partido.
4.- Decidida la entrega de Yucatán al PRI --repitiendo el modelo salinista de entrega de la gubernatura de Baja California al PAN en 1989--, la instrucción de Los Pinos a Xavier Abreu fue la de abandonar la campaña. Y Abreu dejó las actividades públicas, dejándole todo el espacio a la priísta Ivonne Mercado Pacheco.
5.- La suerte de Abreu estaba decidida con anticipación. El sábado 19, un día antes de las elecciones, Calderón realizó una maniobra de doble efecto para anular a Manuel Espino: no autorizó a sus consejeros a asistir a una reunión de consejo nacional ese sábado y a las cuatro de la tarde se reunió en el segundo piso del restaurante Palominos, de avenida Insurgentes, con el alto mando panista fiel a Calderón. Ahí se supo que Abreu no iba a ganar.
6.- Y el domingo Calderón salió a comer a un restaurante con le Burbuja Timbiriche de Los Pinos para dejar el mensaje de que su operador Juan Camilo Muriño ya no estaba en Yucatán porque la plaza se había entregado al PRI con anticipación. El domingo de elecciones en Yucatán el PRI supo que el aparato calderonista del PAN había cumplido el pacto: la gubernatura se había negociado antes y al margen de las elecciones.
7.- Al cierre de las casillas hubo irregularidades: a las ocho de la noche las encuestadoras declararon que había habido casi un empate, entre ellas Consulta Mitofsky. Una hora después, Consulta se desdijo y afirmó que Ivonne Ortega iba cuatro puntos adelante y una hora más tarde habló de siete puntos. ¿Por qué primero se habló de empate y luego desempate? Ahí se localiza el pacto secreto de Calderón con los priístas.
Lo malo para el presidente Calderón son los mensajes: la derrota en Yucatán fue, de todos modos, una derrota política personal. Al ceder una gubernatura, Calderón dejó al descubierto sus debilidades: su presidencia a cambio de la fuerza del PAN. El PRI lo percibió y por eso aceptó la concertacesión.
Yucatán era una plaza importante para el PAN. Ahí se dieron luchas por la democracia, de ahí salió Carlos Castillo Peraza a hacer su carrera política panista, ahí el PRI reprimió al panismo, ahí se reconstruyó el cacicazgo político de Víctor Cervera Pacheco y detrás de Ivonne Mercado estuvo todo el jurásico priísta del pasado.
Y reapareció, en efecto, el PRI del cinismo político, el de los mapaches y las trapacerías, el de la compra del voto, el del engaño al elector. El flamante secretario general del CEN priísta, Jesús Murillo Karam, fue uno de los operadores de la última fase de la campaña yucateca. Fue Murillo el que declaró, la víspera de las elecciones, que el gobierno panista había organizado un fraude descomunal que él “nunca había visto”. Sin embargo, no era cierto: no sólo había visto un fraude mayor; inclusive, había participado como aval político. Murillo Karam fue comisionado del PRI en la histórica sesión de la Comisión Federal Electoral de la noche del 6 de julio de 1988, donde el aparato de poder encabezado por Manuel Bartlett Díaz como secretario de Gobernación y presidente de la CFE dio el albazo al fraude electoral que puso a Salinas en la presidencia.
En esa reunión que pasó a la historia de la infamia política del PRI y de México, Murillo tuvo una sola intervención para responderle al comisionado del Partido del Frente Cardenista, salió en defensa del saldo oscuro y tergiversado del PRI y acusó a la oposición de querer “manchar la elección” porque “todo el pueblo de México sí sabe quién ganó la elección”. Y luego hizo un acto de contrición al reconocer “que en ocasiones anteriores hemos tenido fallas terribles. ¡Y fíjense bien la trascendencia de mi declaración! Pero con la misma frente en alto puedo decir que éste (la elección de Salinas) es el proceso más limpio de la historia de México”. La realidad fue otra: la de 1988 fue el fraude electoral más grande de la historia del PRI, aún peor que el de 1928 contra José Vasconcelos.
Ese Murillo Karam fue el que se sorprendió de las mañas panistas y el mismo que las puso en marcha para favorecer a la candidata priísta. Ese PRI fue el que regresó al poder en Yucatán de la mano de Calderón.
* Murillo, CSG, Ivonne y el fraude de 1988
* La derrota del candidato panista a la gubernatura de Yucatán, Xavier Abreu, estaba decidida desde antes. Hubo varios hechos:
1.- El 4 de mayo, con gobernadores priístas, el presidente Felipe Calderón aceptó la concertacesión en Yucatán a cambio del apoyo del PRI a las reformas calderonistas.
2.- A partir de esa fecha, Calderón sacó las manos del proceso de Yucatán y así lo anunció al PRI. Ello provocó que las últimas semanas de campaña el PRI haya prodigado mecanismos al viejo estilo: derroche de dinero, compra de votos.
3.- La ex panista Ana Rosa Payán era la candidata real del PAN, pero el gobernador Patricio Patrón, con el aval del presidente Calderón, había impuesto a Xavier Abreu. Los votos que le quitó Payán al PAN fueron decisivos. La división panista fue un reflejo también de la lucha Felipe Calderón-Manuel Espino por el control del partido.
4.- Decidida la entrega de Yucatán al PRI --repitiendo el modelo salinista de entrega de la gubernatura de Baja California al PAN en 1989--, la instrucción de Los Pinos a Xavier Abreu fue la de abandonar la campaña. Y Abreu dejó las actividades públicas, dejándole todo el espacio a la priísta Ivonne Mercado Pacheco.
5.- La suerte de Abreu estaba decidida con anticipación. El sábado 19, un día antes de las elecciones, Calderón realizó una maniobra de doble efecto para anular a Manuel Espino: no autorizó a sus consejeros a asistir a una reunión de consejo nacional ese sábado y a las cuatro de la tarde se reunió en el segundo piso del restaurante Palominos, de avenida Insurgentes, con el alto mando panista fiel a Calderón. Ahí se supo que Abreu no iba a ganar.
6.- Y el domingo Calderón salió a comer a un restaurante con le Burbuja Timbiriche de Los Pinos para dejar el mensaje de que su operador Juan Camilo Muriño ya no estaba en Yucatán porque la plaza se había entregado al PRI con anticipación. El domingo de elecciones en Yucatán el PRI supo que el aparato calderonista del PAN había cumplido el pacto: la gubernatura se había negociado antes y al margen de las elecciones.
7.- Al cierre de las casillas hubo irregularidades: a las ocho de la noche las encuestadoras declararon que había habido casi un empate, entre ellas Consulta Mitofsky. Una hora después, Consulta se desdijo y afirmó que Ivonne Ortega iba cuatro puntos adelante y una hora más tarde habló de siete puntos. ¿Por qué primero se habló de empate y luego desempate? Ahí se localiza el pacto secreto de Calderón con los priístas.
Lo malo para el presidente Calderón son los mensajes: la derrota en Yucatán fue, de todos modos, una derrota política personal. Al ceder una gubernatura, Calderón dejó al descubierto sus debilidades: su presidencia a cambio de la fuerza del PAN. El PRI lo percibió y por eso aceptó la concertacesión.
Yucatán era una plaza importante para el PAN. Ahí se dieron luchas por la democracia, de ahí salió Carlos Castillo Peraza a hacer su carrera política panista, ahí el PRI reprimió al panismo, ahí se reconstruyó el cacicazgo político de Víctor Cervera Pacheco y detrás de Ivonne Mercado estuvo todo el jurásico priísta del pasado.
Y reapareció, en efecto, el PRI del cinismo político, el de los mapaches y las trapacerías, el de la compra del voto, el del engaño al elector. El flamante secretario general del CEN priísta, Jesús Murillo Karam, fue uno de los operadores de la última fase de la campaña yucateca. Fue Murillo el que declaró, la víspera de las elecciones, que el gobierno panista había organizado un fraude descomunal que él “nunca había visto”. Sin embargo, no era cierto: no sólo había visto un fraude mayor; inclusive, había participado como aval político. Murillo Karam fue comisionado del PRI en la histórica sesión de la Comisión Federal Electoral de la noche del 6 de julio de 1988, donde el aparato de poder encabezado por Manuel Bartlett Díaz como secretario de Gobernación y presidente de la CFE dio el albazo al fraude electoral que puso a Salinas en la presidencia.
En esa reunión que pasó a la historia de la infamia política del PRI y de México, Murillo tuvo una sola intervención para responderle al comisionado del Partido del Frente Cardenista, salió en defensa del saldo oscuro y tergiversado del PRI y acusó a la oposición de querer “manchar la elección” porque “todo el pueblo de México sí sabe quién ganó la elección”. Y luego hizo un acto de contrición al reconocer “que en ocasiones anteriores hemos tenido fallas terribles. ¡Y fíjense bien la trascendencia de mi declaración! Pero con la misma frente en alto puedo decir que éste (la elección de Salinas) es el proceso más limpio de la historia de México”. La realidad fue otra: la de 1988 fue el fraude electoral más grande de la historia del PRI, aún peor que el de 1928 contra José Vasconcelos.
Ese Murillo Karam fue el que se sorprendió de las mañas panistas y el mismo que las puso en marcha para favorecer a la candidata priísta. Ese PRI fue el que regresó al poder en Yucatán de la mano de Calderón.