LAS IDIOTECES QUE VOMITA EL PELELE ESPURIO
Lucía Lagunes Huerta
Dice un refrán popular que el pez por su propia boca muere, y después de leer las declaraciones de Felipe Calderón, en relación a la violación brutal de los militares contra la mujer indígena de 73 años, en Zongolica, Veracruz, estoy convencida que él puede tener la misma suerte del pez.
Porque nadie puede explicar que Calderón haya asegurado que la muerte de doña Ernestina sea debido a "una gastritis crónica mal atendida", cuando el propio certificado de defunción señala la muerte de esta mujer a causa del "traumatismo craneoencefálico, fractura y luxación de vértebras cervicales y anemia aguda".
Y más aún cuando el propio procurador de Veracruz, Emeterio López Márquez, asegura que la muerte de doña Ernestina se debió a las lesiones provocadas por una violación "por la vía no idónea y también por la vía idónea".
Versión que coincide con lo dicho por René Huerta, dirigente de la Coordinadora Regional de Organizaciones Indígenas de la Sierra de Zongolica, quien asegura que los médicos que atendieron a doña Ernestina, afirmaron que fue abusada sexualmente y que presentaba perforación en el recto, lo que dañó hígado e intestinos.
La declaración de Calderón sobre el caso refleja su falta de convicción para hacer justicia y eliminar la violencia contra las mujeres, y reafirma su respaldo incondicional a las fuerzas armadas.
Recordemos que el pasado 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, durante la Firma del Acuerdo Nacional para la Igualdad Entre Mujeres y Hombres, manifestó en más de una ocasión el rechazo contra a la violencia contra las mujeres.
Calderón aseguró: "Me duele la discriminación y la violencia y la repruebo de manera inequívoca".
Con este acuerdo, explicó, los poderes de la Unión nos comprometemos a promover acciones afirmativas para fomentar una vida sin violencia ni discriminación, una auténtica cultura de la igualdad.
Más aún, aseguró que en su gobierno "no permitiremos, bajo ninguna circunstancia, por ningún motivo, que la violencia y la desigualdad de género sigan siendo obstáculo para que las mujeres se desarrollen, crezcan y vivan mejor".
Hasta ahí, diríamos, está la postura políticamente correcta, pero no la convicción ni el compromiso real para abatir la violencia y hacer justicia.
Esta es la segunda ocasión en que ante un hecho de violación contra mujeres, en donde están involucradas las fuerzas policiacas o militares, Calderón duda de la declaración de la víctima.
Pues siendo candidato a la Presidencia, y en medio de la represión brutal en Atenco, donde fueron agredidas sexualmente 23 mujeres, todo ello documentado por la Comisión Nacional de Derechos Humanos, Calderón pidió a las víctimas que probaran su dicho, cuando tendría que haber pedido que los acusados demuestren su inocencia.
Es decir, él cree que las mujeres mentimos, por lo tanto tenemos que demostrar que nuestro dicho es verdad.
La alternativa para Calderón, si no quiere correr la suerte del pez, es tener una política congruente con los acuerdos internacionales que protegen los derechos de las mujeres y con la propia Ley General de Acceso para las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, publicada el primero de febrero en el Diario Oficial de la Federación.