EL LIBRO DE NARANJO
armando ponce
México, D. F., 14 de diciembre (apro).- Ante un público que abarrotó la terraza del Museo El Estanquillo donde se aloja desde hace un mes la colección particular de Carlos Monsiváis, fue presentado esta noche el libro Me van a extrañar, la serie de cartones que Rogelio Naranjo publicó durante el sexenio foxista.
El volumen, impreso bajo el sello de Proceso, se presentó en una mesa compuesta por los célebres moneros Hernández, Helguera y Rocha, moderados por el director del semanario, Rafael Rodríguez Castañeda, quien leyó un texto preparado espacialmente por Carlos Monsiváis, así como fragmentos del texto de Juan Villoro que acompaña la edición.
Brevemente, a su vez, Naranjo agradeció a quienes la hicieron posible, y declinó hablar más, haciendo hincapié en su carácter de cartonista político.
Con humor, Helguera leyó una serie de recetas “gastronómicas” para preparar, por ejemplo, un “cerdo al Naranjo”:
“Póngase el puerco a marinar en la baba de burro, preferentemente en la mañana de una conferencia de prensa. Bátanse los huevos azules con mucha fuerza hasta que se pongan morados y bátanse a fuego lento. Agréguese la mezcla al cerdo y deje que se caliente la cosa por seis años. Incorpore poco a poco las casas del IPAB de los hijos de la señora Martha y agregue tinta china. Prenda fuego para quinientos cartones y sírvanse poco a poco, porque pueden ser muy indigestos.”
Por su parte, Rocha jugó con las palabras y dijo:
“Aunque la mona se vista de seda, el monero la encuera.”
Y Hernández dio una amplia explicación por la cual “la razón por la que una persona en México en uso pleno de sus facultades mentales decide dedicarse a la política, es porque algún día quiere aparecer en un cartón de Naranjo.”
Monsiváis, ausente en el recinto --del que se quedó fuera buena parte de quienes acudieron al lanzamiento-- escribió:
“Bajo su disfraz de ‘monero’ o caricaturista, Naranjo, en su trabajo político, se obstina en su verdadera profesión de vidente o augur. He revisado sus cartones de la década de 1970 y he encontrado que, con afán oportunista, los acontecimientos ratifican su pinto de vista. Ni una sola de sus visiones o revisiones es notoriamente injusta, aunque no todos los admirados por él en un momento u otro persistan en sus cualidades. (Cada personaje propone, la circunstancia impone y viene el protagonismo y lo descompone). Asimismo, es notable su síntesis caricatural de hecho y actitudes, y al decir carictaural, me refiero a las recreaciones artísticas con la distorsión que es ajuste de cuentas, y la ironía como la iluminación apropiada.”
Rodríguez Castañeda cerró el acto con este párrafo del escritor:
“Rogelio Naranjo asombra siempre porque nos indica el camino para razonar y mantener el espíritu crítico sin perder el gusto o la forma artística y el placer renovado del sentido del humor.”