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lunes, 18 de septiembre de 2006

FOXILANDIA

gerardo albarrán de alba *

México, D.F., 18 de septiembre (apro).- Bienvenidos a Foxilandia, el país en marcha y en paz que asegura el presidente le dejará a su sucesor, mientras la violencia política en Oaxaca secuestra la paz social durante 115 días de manifestaciones que al principio eran por reivindicaciones sindicales y muy pronto devinieron en tomas de edificios públicos y estaciones de radio privadas, policías que acribillan a balazos los plantones y matan a seis personas, turbas que lo mismo arman barricadas incendiando autobuses o casi linchan a empleados públicos, y misteriosas guerrillas que aparecen y desaparecen de la noche a la mañana sembrando zozobra, ahora en demanda de que renuncie o destituyan al gobernador priista Ulises Ruiz que se aferra a un poder que no puede ejercer.

Bienvenidos al país del no pasa nada que presume el presidente ante la prensa extranjera, donde el crimen organizado ha ejecutado a más de mil personas en lo que va solamente de este año con una saña inaudita, como el comando que irrumpió en una discoteca de Uruapan y arrojó a la pista de baile las cabezas de cinco personas decapitadas en un ajuste de cuentas, o las otras dos cabezas que hace meses clavaron en picas a las puertas de la estación de policía de Acapulco en venganza por un operativo, o la docena de granadas de mano que han hecho estallar en varios cuarteles policiacos de esa misma ciudad en el último semestre, o las fosas con decenas de cadáveres con rastros de tortura que lo mismo aparecen en ciudades fronterizas con Estados Unidos que en el centro del país, o los asesinatos de media docena de directores de corporaciones policiacas en varios estados y hasta de un juez federal que negó la libertad a un narcotraficante, o el misterioso estrangulamiento del hermano del expresidente Carlos Salinas de Gortari, o los extraños atentados contra dos funcionarios públicos del sector financiero acribillados en plena calle de la capital federal la semana pasada, o los recurrentes enfrentamientos a tiros entre bandas fuertemente armadas, ya comunes en Baja California, Quintana Roo, Tamaulipas, Nuevo León, Michoacán, Sonora, Sinaloa, Guerrero…

Bienvenidos al país del surrealista equilibrio macroeconómico y la estabilidad financiera que alaba el Banco Mundial, pero que expulsa a 400 mil personas al año que migran hacia Estados Unidos en busca de los trabajos que aquí no encuentran, parte de los 40 millones de personas que sobreviven por debajo de la línea de la pobreza (la mitad, en la miseria extrema), y cuyas remesas –casi al nivel de las exportaciones petroleras– son las que verdaderamente sostienen la economía nacional, porque ese dinero sí llega a la gente.

Bienvenidos al país de las libertades pregonadas de dientes para afuera, donde el poder político se presta a cancelar al Canal 40 para entregárselo a TV Azteca, y modifica las leyes que regulan las concesiones públicas al antojo de los intereses de Televisa; donde la esposa del presidente demanda por daño moral a Proceso por publicar un documento escrito por ella misma como adelanto de un libro para el que abrió su vida privada pensando que sería una novela rosa, pero que en realidad la desnuda; y donde han sido asesinados 22 periodistas en lo que va del sexenio (la mitad, sólo en los últimos dos años) y otros dos fueron secuestrados hace meses y siguen desaparecidos, sin que nadie haya sido juzgado por estos crímenes.

Bienvenidos al país que se ufana de los demócratas de ocasión y las oportunidades para los que menos tienen, donde primero se privatiza impunemente la esperanza y luego se desata el encono social –si no mediante el fraude electoral, sí desde el ilegítimo avasallamiento desde el poder–, para que después venga el más rancio conservadurismo social, empresarial y político a demandar que el gobierno mande al Ejército y a la policía a que les parta ya toda su puta madre a esa pinche bola de nacos, indios muertos de hambre y desarrapados que bloqueó sus negocios y sus paseos por Reforma, el centro y el Zócalo capitalino durante mes y medio. (Y no soy yo quien dramatiza la vulgaridad, se lo escuché durante 48 días a gente común en los modernos centros comerciales, restaurantes, bares y cafeterías, que ahora celebran a medias haber recuperado por las buenas sus espacios cool.)

Bienvenidos a un país que se pudre, carcomido por la ingobernabilidad, sin que nadie que pueda pretendiera hacer algo para evitarlo. ¡Carajo!