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viernes, 11 de agosto de 2006

GUANAJUATO Y EL OPUS 91

Ciudad Perdida
Miguel Angel Velázquez

Guanajuato y la asonada Opus 91
El pacto Carlos Salinas-Diego Fernández
El gobierno, entre lo chueco de la derecha

Te ofrezco -le dijo confiado el priísta- que vayamos a contar voto por voto, Vicente, así no quedarán dudas. Vicente Fox se decía ganador de las elecciones y reclamaba fraude, por eso su respuesta parecía absurda, tonta: ¿Para qué? ¿Para saber de todas las cochinadas que hiciste?

Estaba en juego la gubernatura de Guanajuato, Fox sabía que había perdido por más de 18 por ciento de votos, por eso se negaba a que los paquetes electorales se abrieran, pero tomaba carreteras y hasta el aeropuerto de aquella entidad. Hacía su juego para legitimar el golpe.

En el disturbio de la poselección, Ramón Aguirre, el candidato del PRI a la gubernatura, tenía ya en su poder la constancia de su triunfo, pero había recibido una llamada de la ciudad de México, la cual le advertía que esta vez él tenía que sacrificarse, en nombre del compromiso de apertura democrática que había pactado Carlos Salinas con Diego Fernández de Cevallos, es decir, con el PAN.

El encargado de hacer saber al ex regente de la ciudad de México que él no sería el gobernador de Guanajuato fue el operador político de mayor rango en el gobierno en aquel momento: Fernando Gutiérrez Barrios.

Con voz suave y mano dura, Gutiérrez Barrios convirtió a Ramón Aguirre en el perdedor de la elección. Sin ofrecer explicaciones, pero expresando razones, el secretario de Gobernación señaló que Carlos Salinas pretendía un país más democrático y que en ese compromiso estaba la derrota "electoral" del PRI en tres estados: San Luis Potosí, Michoacán y Guanajuato.

Inmediatamente después le pidió que dimitiera en favor de Fox. Aguirre desechó la propuesta, pero la noche de aquella llamada, en cadena nacional el periodista encargado de las noticias nocturnas en el canal de televisión con mayor audiencia entrevistó al candidato ganador y le preguntó que si por el bien del país dimitiría.

Aguirre entendió en ese momento que no había salidas. El PAN tendría Guanajuato, en bien de la democracia, por la vía que fuera. El monstruo del autoritarismo priísta empezaba a morir y empezaba a parir algo peor: la democracia neoliberal.

Mientras, Vicente Fox hacía lo suyo: cerraba carreteras, tomaba el aeropuerto de la ciudad de León, creaba el caos para justificar el advenimiento del milagro salinista y esperaba, sin intervenir en los arreglos Salinas- Fernández de Cevallos, a que la asonada fraguara.

Un documento publicado en varios periódicos de Guanajuato y el Distrito Federal habían dado cuenta, desde el inicio de aquella campaña, de los alcances del candidato panista. El plan diseñado por Fox y sus amigos de entonces, que se llamó Opus 91, trataba de culpar al PRI y sus militantes, incluido Ramón Aguirre, de haber organizado un grupo armado listo para aterrorizar a los votantes.

El plan falló, descubrieron a Fox, pero con mucho dinero de por medio se tapó el error hasta convertirlo en algo ligero, en un cuento, en una anécdota, pero quien nos cuenta esto, desde lo más profundo del panismo, asegura que Opus 91 era idea del propio Vicente Fox, de nadie más.

Este sabía de los planes de Salinas. Es verdad que no intervenía en ellos, por voluntad del propio Salinas, pero Fernández de Cevallos era en aquel entonces el titiritero, y Fox pendía de los hilos del jefe panista.

Raro sería que uno se enterara de que Vicente Fox hizo algo en su carrera política que no fuera chueco, y el ejemplo más claro se dio cuando Carlos Salinas de Gortari acordó con el PAN ceder la gubernatura de Guanajuato, al principio de la última década del siglo pasado.

Hoy como entonces Fox se niega al recuento de los votos, y es más que un capricho. Sabe, igual que en aquella época, que perdió la elección, sólo que esta vez no puede transar con el enemigo. México cambió, aunque él siga con sus mañas.

AMLO en big brother

Trabajadores de una televisora cuentan que en un edificio de avenida Chapultepec hay monitores desde los cuales se vigila y graba, las 24 horas, cada paso que da López Obrador, y no precisamente porque sean sus fans. Ojo, mucho ojo.

NOTA