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martes, 16 de octubre de 2007

LOS CUENTOS CHINOS DE FeCAL


Su imperio no existe
La Reina del Pacífico, otro cuento chino


Antonio Cerda Ardura

Según nuestras autoridades, con la captura el 28 de septiembre de Sandra Avila Beltrán, conocida como La Reina del Pacífico, México ha dado un “duro golpe” a los barones de las drogas, ya que la mujer es, supuestamente, el cerebro que dirige las finanzas de una narcofederación integrada por delincuentes de nuestro país y de Colombia, y ha hecho negocios con muchos de los narcotraficantes más importantes, como Ismael El Mayo Zambada; Juan José Esparragoza Moreno, El Azul; Joaquín El Chapo Guzmán; los Quintero y los Beltrán Leyva.

A decir de algunos especialistas, parece muy difícil que esta mujer, de la que en realidad se sabe muy poco, posea “más jerarquía, peso, fuerza, experiencia, contactos, autoridad y billete” que los narcotraficantes mencionados. Así que concluyen que la PGR, al sacarse de la manga este cuento y filtrarlo, quizás tenga varios objetivos: “distraer a la opinión publica; crear un falso líder del narcotráfico; ocultar a otros narcos con mayor peso y jerarquía; edificar una historia inflada, o dar un falso golpe al narco”.

Si bien, expertos como Ricardo Ravelo, autor de Los capos y los narcoabogados, sostienen que Avila Beltrán se sale del estereotipo de ese 98 por ciento de empleadas o amantes de los narcotraficantes (la mayor parte colombianas y venezolanas), que son utilizadas sólo para mover dinero, y la ubican como la segunda mujer más poderosa en el negocio de las drogas, después de Enedina Arellano Félix (hermana de Ramón, Benjamín y de Francisco Javier El Tigrillo, líderes del cártel de Tijuana), lo cierto es que no hay información de peso que lo sustente.

Igual que todas

A pesar de que se dice que Avila Beltrán ha operado durante unos quince años lavando millones de dólares para los cárteles de Sinaloa y de Juárez, y que ha fungido como enlace entre estos y el capo colombiano Diego Montoya, alias Don Diego (líder del cártel del Norte del Valle, detenido el 10 de septiembre en su país y luego extraditado a los Estados Unidos), las agencias de seguridad mexicanas, apenas sí han logrado articular un boceto de su historial delictivo, el cual no parece tan diferente al del común de las esposas de los narcotraficantes.

En Sinaloa, donde presuntamente Avila saltó a la luz pública, ni ella ni sus padres María Luisa Beltrán Félix (alias Doña Chata, supuestamente buscada en Estados Unidos) y Alfonso Avila Quintero, tienen antecedentes penales.

El único registro policiaco que en 1993 parecía apuntar hacia la madre o la hermana de Sandra, es el nombre de María Beltrán Félix. Al final resultó que se trataba de otra mujer que fue víctima de violación en la ciudad de Culiacán. De ese mismo año data una fotografía en la que Sandra y su hermana, María Luisa, aparecen con los narcotraficantes de Durango, Magdaleno e Ignacio Nacho Coronel Villarreal, así como con Ismael El Mayo Zambada.

Nacida en Tijuana, Baja California, en 1965, Sandra es la tercera de siete hermanos, de los cuales cinco están o estaban relacionados con el narcotráfico (Dora Alicia, Ricardo, Guadalupe, María Luisa y Alfonso, quien fue encontrado ejecutado y encostalado, el 17 de marzo de 2005, en Tlaquepaque, Jalisco).

Por tres generaciones, su familia se ha dedicado a esa actividad. Su tío abuelo, Juan José Quintero Payán, fue extraditado en enero de este año a los Estados Unidos, junto con otros 14 delincuentes. Durante la década de los 70, su tío, Miguel Angel Félix Gallardo, alcanzó un importante liderazgo en el mundo de las drogas, particularmente en los estados de Jalisco y Sinaloa. Es prima de los citados hermanos Arellano Félix y tiene lazos sanguíneos con Rafael Caro Quintero.

En 1986, Sandra contrajo matrimonio con Luis Fuentes Jiménez, un comandante de la Policía Judicial Federal ejecutado en 1992. Se casó por segunda ocasión con otro comandante, Rodolfo López Amavizca, quien igual fue asesinado por un comando, en febrero del 2000, y por tercera vez con el colombiano Juan Diego Espinosa Ramírez, El Tigre, que, como ella, fue arrestado el 28 de septiembre en la ciudad de México.

Entre sus amantes, se afirma que se cuentan, además de Ismael El Mayo Zambada e Ignacio Nacho Coronel Villarreal, José Gil, lugarteniente de los Carrillo Fuentes, y Gonzalo Chano Araujo, quien controla Nayarit para el grupo de Zambada.

El primer hilo de la hebra que llevó a la policía a relacionar a Sandra con el narcotráfico, se tuvo el 20 de diciembre de 2001, cuando la Armada interceptó, cerca del puerto de Manzanillo, Colima, al buque atunero Macel, que transportaba 9.5 toneladas de cocaína hacia Estados Unidos. Los interrogatorios a los 19 tripulantes arrojaron pistas hacia Sandra y su marido, El Tigre.

La mujer y el sujeto residían entonces en Hermosillo, donde Sandra creó la empresa Consorcio Inmobiliario Promotores y adquirió un predio de 225 lotes en el fraccionamiento Alto Valle, una mansión en el fraccionamiento Los Sabinos y otra en Ovalo Cuauhtémoc.

Usando los alias de Sandra Avila López, Carla Orozco Lizárraga, Pamela Fuentes, Andrea Medina Reyes, Sandra Luz Arroyo Ochoa, Patricia García y Daniela García Chávez, entre otros, Sandra no sólo se dedicó a contratar mujeres para enviar a Colombia millones de dólares producidos por el narcotráfico, sino que comenzó a lavarlos adquiriendo más propiedades en Guadalajara y el Distrito Federal.

La noche del 18 de abril de 2002, la suerte de Sandra cambió cuando un comando de hombres armados irrumpió en la residencia que estableció con su primer marido, en el Fraccionamiento Puerta de Hierro, Zapopan, Jalisco, y secuestró a su único hijo, José Luis Fuentes Avila, entonces de 15 años edad.

Sandra cometió un error garrafal: acudió a presentar la denuncia del secuestro ante la Procuraduría General de Justicia del estado. Lo elevado del monto del rescate, 5 millones de dólares en efectivo, llamó la atención de la policía, que tenía la experiencia de que cantidades tan fuertes sólo se reclamaban por empresarios importantes. Pero la mujer no tenía trayectoria en tal campo.

Aunque Sandra inició negociaciones con los secuestradores al margen de la policía, logrando la liberación del muchacho 17 días después, tras el pago de 3 millones de dólares, como resultado del monitoreo de sus llamadas quedó al descubierto que la señora se comunicaba con El Tigre, Nacho Coronel Villarreal e Ismael Zambada, quien, incluso, le obsequió un automóvil BMW blindado para reforzar su seguridad.
Según fuentes policiacas, Sandra sospechaba que en el secuestro de su hijo estaba involucrado El Tigre, el cual intentaba con el rescate recuperarse de las pérdidas por el decomiso de la cocaína en el buque atunero.

Después se supo, por declaraciones del ex director de Atención a Fiscalías de la Agencia Federal de Investigaciones (AFI), Juan Carlos Ventura Moussong, que fueron miembros de esa misma corporación quienes perpetraron el plagio. Esta afirmación le costó la vida a Ventura Moussong, quien semanas después fue acribillado.

El 17 de julio de 2002, Sandra sufrió otro golpe: las autoridades del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México decomisaron millón y medio de dólares, descubiertos en los equipajes de Liliana Bustamante y Martha Lucía Riveros. Las mujeres aseguraron que habían sido contratadas por Avila Beltrán en Hermosillo, Sonora, para entregar el dinero a El Tigre, en Colombia.

La PGR se lanzó contra Sandra, y, en octubre de ese mismo año, en el marco de la Operación Volcán, luego de que el 13 de septiembre su cuñado, Mauricio Espinosa Ramírez, El Mauro, había sido detenido en Colombia, decomisó sus propiedades en Sonora, así como sus clínicas de bronceado Electric Beach, en Guadalajara, y un local de baños sauna en Puerto Vallarta, con un valor de más de 216 millones de pesos.

Sandra se escondió en Sinaloa y poco se supo de sus actividades hasta que, en mayo de 2003, un informe de la AFI y de la Drug Enforcement Administration (DEA), indicó que la mujer había participado en el lavado de 22.5 millones de dólares del narcotráfico.

En abril pasado, Sandra fue ubicada y perseguida por agentes de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada de la PGR (SIEDO), pero periódicos de Colombia indican que fueron los agentes encubiertos de ese país que, supuestamente, operan en México los que informaron de su paradero.

Luego de su detención, el 27 de septiembre, se estableció que la mujer tenía más propiedades, una en Guanajuato, otra en la Delegación Magdalena Contreras, el sur de la Ciudad de México, y otra más en San Nicolás Totoloapan, Jalisco.

Al cierre de esta edición, Sandra, a la que ya se le dictó formal prisión, permanecía recluida en el Centro Femenil de Readaptación Social de Santa Martha Acatitla, con vigilancia especial, mientras, Juan Diego Espinosa Ramírez, se encontraba en el penal número uno Altiplano, en Almoloya, Estado de México.

En contra de Avila Beltrán se iniciaron averiguaciones previas por narcotráfico, delincuencia organizada y lavado de dinero, e incluso un proceso de extradición hacia Estados Unidos.

A pesar de todo, ningún organismo policiaco o de inteligencia mexicano ha conformado un verdadero expediente criminal de esta señora y mucho menos ha aportado pruebas de que sea el enlace de una narcofederación.

Historias paralelas

¿Qué ha hecho que esta mujer haya despertado tantas expectativas y atención de la prensa? Para saberlo, hay que recurrir a los casos paralelos.

El 21 de septiembre de 2005, un convoy policiaco circulaba por una avenida de Culiacán, Sinaloa, custodiando al peligroso narcotraficante Israel Flores Pasos, El Gringo, cuando fue sorprendido por un comando fuertemente armado que le atajó el paso bloqueándolo con vehículos. Para fortuna de los custodios, después de una intensa balacera los sicarios finalmente se rindieron. Pero la sorpresa de los agentes fue enorme cuando descubrieron que los pistoleros estaban dirigidos por dos mujeres: Renata Loaiza Espinoza, de sólo 30 años de edad y esposa de El Gringo, y su amiga María del Refugio Zamudio.

A pesar de que a Renata se le fincaron cargos de tentativa de evasión de reos y portación de armas, a los pocos días un juez ordenó su liberación.

El Gringo fue asesinado a puñaladas un mes después dentro del penal en el que cumplía su condena. Sin embargo, Renata empezó a cobrar notoriedad por su cuenta, al ser primero detenida por traficar con cocaína dentro de un centro comercial, junto con su cómplice, Gabriela Cháidez, y luego por ser liberada para actuar como señuelo en la captura de otro narcotraficante, Eduardo Granados Palma. Tal como apareció, la mujer se desvaneció sin dejar rastro.

Un experto en narcotráfico consultado por Siempre!, el cual solicitó la reserva de su nombre, indica que casos como el de Sandra Avila son representativos no sólo de la creciente participación femenina en asuntos de drogas, secuestro, fraude, falsificación de documentos, homicidios y otros delitos, sino, a la par, de una nueva obsesión reporteril para destacar en sus medios, manteniendo la explotación de la mujer delincuente mediante la creación de heroínas ficticias y notas de escándalo.

“La mayoría de las veces —dice— las mujeres que participan en eso lo hacen por necesidad, ingenuidad o ignorancia. Pero, en ocasiones específicas, porque ser compañera sentimental de un capo, reditúa en jugosas ganancias, en cierto grado de poder y en protección desde muy altas esferas”.

Citando informes de la Unidad de Fuerzas Especiales (UFE) de la Procuraduría sinaloense, el investigador indica que la tercera parte de las personas detenidas en ese estado por narcomenudeo, son mujeres, y muchas de ellas ancianas, como María de la Luz Rodríguez, de más de 60 años, procesada por la venta de cristal, o como Pascuala Carrillo Pascualita, que pasa de los 70 años y es quizás la narcotraficante más vieja del país.

En Tijuana, Baja California, de 480 internas en el Cereso, 127 están procesadas por delitos contra la salud y se asegura que por cada cuatro hombres que cometen un delito en esa ciudad, participan tres mujeres, cuando anteriormente la relación era de cuatro hombres por una mujer (ver recuadro).

Esta misma fuente indica que en México no hay estudios detallados sobre las mujeres narcotraficantes.

Sin embargo, refiere que la organización no gubernamental Acción Sur: Mujeres y Drogas, que trabaja en Argentina en la impartición de talleres para reclusas, señala que el 40 por ciento de la población femenina recluida en el penal de la ciudad de Rosario, lo está por violación a la Ley de Estupefacientes. La mayoría fue utilizada por los narcos como mulas (transportadoras de drogas) o están procesadas por habérseles encontrado una pequeña cantidad de estupefacientes. “Esto —afirma— es un rasgo común en las presas por delitos contra la salud en la mayoría de países de América Latina”. También comparten otros perfiles: “Todas recurrieron a la venta de drogas para sostener a sus familias; a la mayoría les cuesta visualizar eso como un delito; se sienten víctimas de procesos judiciales irregulares, y se trata de mujeres inteligentes que toman decisiones rápidas”.

El investigador detalla que el actual papel de la mujer en todas las actividades humanas, incluso dentro la delincuencia organizada, ha dejado de ser de subordinación y, es hoy similar al que cumplió en Italia, que fue el primer país en donde las autoridades detectaron la llegada masiva del sexo femenino a la mafia, insertado en grupos como la Camorra, la Ndrangheta, la Shimona y la Sacra Corona Unita.

“Al principio —asegura— las mujeres, amantes, madres e hijas de los mafiosos italianos eran usadas como escudo y sus nombres aparecían en los registros de propiedades y en las cuentas de banco para desviar la atención. Otra parte de su labor, como ocurre hoy en América Latina, consistía en victimizarse cuando sus hombres eran detenidos, convocar a conferencias para denunciar maltratos a sus familiares en las cárceles, llorar durante los arrestos e incluso pagar a periodistas para crear escándalos”.

Los jueces se dieron cuenta que al quedar presos los capos de la mafia, sus mujeres asumian la administración de sus negocios, adiestrando, incluso, a sus propios hijos, o de plano convirtiéndose en líderes del hampa aún más eficaces.
Así surgieron mafiosas notables como: Antonietta Bagarella, en Sicilia; Giuseppa Sansone, en Palermo; el clan de María Serraino, su hija, Rita Di Giovine, y su nieta, Marisa Di Giovine, en Milán; Anna Mazza La viuda negra, Carmela Marzano, Puppeta Maresca y Rosetta Cuttolo, en Nápoles, y Teresa De Viato y Antoniette Giancana, entre italianos en los Estados Unidos.

Si en 1990 sólo había en Italia una mujer encarcelada por asociación delictuosa, tras la observación del magistrado Giussepe Narduci, en 1995, en el sentido de que la subordinación de las mujeres de la mafia había concluido, para ser ellas las líderes, no sólo capaces de tomar decisiones, sino de planear estrategias y cometer crímenes, para el año 2005 estaban presas más de diez mil, por delitos que incluían la posesión y tráfico de drogas y el lavado de dinero. Lo peor: la participación de las mujeres en la mafia no deja de crecer.

“El Senado italiano ha comprobado que muchas de estas mujeres son cultas y poseen carreras universitarias —sostiene el investigador— pero mantienen un bajo perfil para ocultarse de la policía y de la prensa. También se sabe que son más crueles, vengativas, frías y violentas con sus enemigos y hasta han encontrado nuevas formas de operación, como lo mostraron las detenciones de mayo pasado en varios aeropuertos de Italia y de Europa, donde se descubrió una red de mujeres embarazadas que ingerían cápsulas de látex con drogas y que, por su estado de gestación, conseguían evitar los controles radiográficos”.

Nueva veta

En América Latina, donde la participación de la mujer en la delincuencia organizada no pasaba de ser anecdótica y motivo de canciones como el tema de 1987, Camelia la Tejana, de los Tigres del Norte, su creciente incursión en los cárteles, particularmente en los estados de Chihuahua, Sonora, Sinaloa, Jalisco, Baja California y el Distrito Federal, ha comenzado a alentar a la prensa amarillista, que ha descubierto en ellas una nueva veta que explotar, muchas veces inflando sus hazañas.

Por pura conveniencia, agrega, la prensa sin escrúpulos ha hecho famosas a mujeres buscada por la PGR o detenidas por su pertenencia a organizaciones criminales, como:

Cantalicia Garza Azuara, alias La Canti, lavadora de dinero para el cártel del Golfo, hermana de Josué Garza Azuara, El Barbas, y presa actualmente en Tamaulipas; Ema, Patricia y Martha, hermanas de Jesús y Adán Amezcua Contreras, y hoy lideresas del cártel de Colima; Rosa María Sánchez Guerrero y Ana Cristina Monje Aguirre, alias Linda Pánuco Olson, La Cristina o Escarlet, buscadas en Hidalgo y Baja California por fraude y asesinato, respectivamente; Ivonne Soto Vega, La Pantera, que supuestamente lavó más de 120 millones de dólares para el cártel de los Arellano Félix y quedó en libertad por falta de pruebas; Ofelia Contreras González, presa desde el 2002 por acopio de armas de fuego e implicada en la fuga de Joaquín El Chapo Guzmán; Rosa Roxana Jasso Zavala, detenida recientemente, y Silvia Benítez Albiter, integrante de la banda de Los Colmenos. Entre todas ellas, sobresale la citada licenciada en economía, Enedina Arellano Félix.

El entrevistado señala que con el objetivo de crear impacto, la prensa desproporciona también casos poco comunes, como el de Nadia Teresa de Jesús y Perla y María del Carmen Cervantes, que a principios de este año asesinaron a su socio, el falsificador de documentos, Sergio Espinoza Flores, El Tantán, al cual mutilaron con una sierra eléctrica, le cortaron la cabeza y usaron sus restos para una serie de ritos de culto a la Santa Muerte.

Hay otros miles de casos que resultan tan comunes, que apenas sí encuentran un espacio pequeño en los periódicos.

¿Por qué, entonces, el escándalo de la Reina del Pacífico? “Algunos periodistas la consideran atractiva —dice el entrevistado—. Por ello tratan de sacar jugo al morbo machista incluyéndola en los programas de espectáculos y tratando de convertirla en heroína, como probablemente ella misma lo buscó desde el momento de su detención. Para ello le buscan, a fuerzas, similitudes con Teresa Mendoza, la protagonista ficticia de la novela del español Arturo Pérez-Reverte, La Reina del Sur. No obstante, el grave error provino, contradictoriamente, de una autoridad: el subsecretario de Seguridad Pública, Patricio Patiño, el primer gran adulador de Avila, quien la proyectó al calificarla como un garbanzo muy grande y dotarla de atributos de los que tal vez ni siquiera él estaba seguro”.

Aunque a Sandra Avila se le ha señalado como dirigente de una intrincada nomenclatura con tentáculos que llegan hasta Colombia, “parece que el papel de esta mujer no rebasa el de amante, de mula o del de prestanombres de narcos”, puntualiza el entrevistado, quien critica la poca ética de los medios al propalar esas “historias infladas y, más aún, por ser ingenuos y morder el anzuelo de los capos de las drogas, que urden estas cortinas de humo para despistar”.

“Si historias como esta —indica—, de gran preeminencia de ciertas mujeres en el mundo de las drogas, se tejieran alrededor de las esposas de los políticos y de las féminas del poder, como ocurrió durante la dictadura militar y hace dos décadas en Argentina, ya estaríamos hablando entonces de un posible Estado mafioso matriarcal y pidiendo, por ejemplo, la investigación de Marta Sahagún, por el supuesto enriquecimiento ilícito, tal como ahora se dice del ex presidente Vicente Fox”.